José Balza o el ejercicio de sí mismo

Gracias a los medios escritos y radiales, su nombre se hizo más familiar en casa que en el aula. Nos atrevimos, a mediados del lejano bachillerato, con “Setecientas palmeras plantadas en el mismo lugar”, por la reiterada recomendación de Napoleón Bravo en la emblemática 710 AM Capital, por cierto,  novela que nos pareció completamente distinta con la adultez.

José Balza se hizo un hábito inadvertido con el tiempo, por sus llamados ejercicios narrativos y frecuentes opiniones, incluso, más allá del ámbito literario. El vistazo a la vieja prensa, sobre todo la de los ’60 del ‘XX, apunta siempre a la entera precisión y grata sencillez de sus planteamientos críticos, trastocado en un taller permanente para acceder a la literatura, añadida su sensibilidad musical.

Disculpándonos por la nota personal, nuestro primer salario significó la compra de su novela “D” en la librería Lectura del CC Chacaíto, por veinte bolívares de los de antes, siguiendo no sólo la recomendación de Napoleón, sino – toda una ratificación – la del mismo Walter, el librero. Y, a principios del presente siglo, lo leímos de nuevo en la biblioteca de un pueblo del litoral central que nos entusiasmó, por entonces, con varios días de absoluta tranquilidad en el desolado salón.

Nos recreamos intensamente con la novela y, tomando cuidadosas notas, evocando las escenas de otras obras, desembocamos en un modesto ensayo sobre el rock que, desde 2004, oportunidad en la que fue publicado por una extinguida revista electrónica de literatura de la Universidad Complutense, ha quedado pendiente de completar o complementar.   De su mano, vendría la intensa etapa lectora sobre Guillermo Meneses que pasó del ámbito recreativo, esta vez, al político en su más generosa acepción, pues, a la vuelta de los años, con motivo del centenario menesiano, logramos plantear y aprobar por consenso en una sesión plenaria de la Asamblea Nacional, el Acuerdo alusivo. Valga acotar, Acuerdo que no se materializó por  obra del oficialismo que, por lo menos, accedió a aprobarlo, como no ocurre ni ocurriría hoy, quedando igualmente pendiente la participación de Balza, como lo aspiramos en su momento, e hizo posible la única conversación – telefónica – sostenida con él.

Setecientas veces plantado en cada uno de sus ochenta instantes, el país le debe y mucho al aporte de José Balza. Y, desde este rincón digital, lo celebramos por ejercerse a sí mismo, ejerciendo a la Venezuela que no perecerá.

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