Fernández, a la vejez viruela

Un historiador brasileño decía que Argentina parece una anciana paralizada por el recuerdo de un pasado próspero, incapaz de pagar la renta de su departamento. Nuestro país fue el único en Sudamérica que Inglaterra quiso conquistar, porque tenía tanta tierra y agua como sus colonias norteamericanas.

Hasta 1930 estuvo entre los diez países más ricos del mundo y Buenos Aires rivalizó con París como capital cultural. En 1908 se inauguró la actual locación del Teatro Colon, que compitió con las salas líricas más importantes como la Scala de Milán, el Metropolitan Opera House de Nueva York y La Opera de Paris. A lo largo de su historia se han presentado en este teatro las figuras más importantes de la ópera, la música y el ballet mundial.

Nuestras enormes riquezas naturales contrastan con el tamaño de la población. Actualmente Argentina tiene una densidad demográfica de 13 habitantes por kilómetro cuadrado, Brasil 20,7, Estados Unidos 31,5 y México 53,4. Países ricos de otras regiones tienen cifras más altas: Alemania 229,9, Reino Unido 247,7, Japón 342,9.

Deberíamos ser un país muy próspero pero las cifras oficiales dicen que la pobreza afecta al 42% de la población, aumentó el 6,5% en el último año. Hay 4,7 millones de indigentes, el 10,5% de la población, 2,5% más que hace un año. Según Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, si no fuese por políticas de contención como el IFE y el ATP, los indigentes serían el doble y la pobreza pasaría del 50%.

Explicaciones. Más allá de delirios ideológicos, es imposible explicar racionalmente lo que ocurre: el país se precipita al abismo, aparecen por todo lado síntomas de descomposición, mientras el gobierno se pierde en laberintos ideológicos, afectado por el síndrome de hubris de sus líderes. El presidente, en vez de afrontar los problemas del país, se dedica a perseguir a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y a su Jefe de Gobierno. ¿Sabrá que en Neuquén hay 18 cortes de ruta, que el gas va a escasear en invierno y que va a tener que importarlo? ¿Que la economía, el empleo, la pobreza, la angustia por el desastre sanitario constituyen una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento?

Desde 2007 la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tuvo varios gobiernos eficientes que la transformaron. El propio Alberto dijo que le parecía que estaba demasiado bien. Por eso algunos quieren cortarle recursos, cerrar sus escuelas, sus centros de cultura, ocuparla con fuerzas federales. Los más enfermos quisieran intervenir la ciudad. Si nombran interventor a Guido Insfrán lograrán la plena vigencia de los derechos humanos y si la interventora es Alicia Kirchner conseguirán que pase a ser como La Matanza, Santa Cruz, Formosa y otras jurisdicciones que ellos gobiernan desde hace décadas.

Hace dos años el país empezó a insertarse en el mundo, se iniciaron conversaciones para lograr un acuerdo con la Comunidad Europea, se trató de abrir mercados en países tan lejanos como India, Indonesia y Vietnam. Algunos, confundidos por el tráfago inmediatista de la sociedad del clickeo, dirán que no sirvió para nada. No toman en cuenta que los cambios no se hacen con un like, sino que son fruto de políticas continuadas en el tiempo. Los de Deng Xiaoping dieron frutos en China a los veinte años, los resultados de la administración de la CABA y la provincia de Santa Cruz se pueden comparar porque las mismas fuerzas políticas las gobiernan por más de una década.

Contraste. La política internacional del actual gobierno nos ha llevado a fortalecer la alianza con la dictadura militar venezolana y algunos atolones del Caribe financiados por ella que, sumados, no tienen una economía comprable con cualquiera de nuestras provincias.

Los principales líderes del mundo conversaban permanentemente con el anterior presidente argentino y lo respetaban. Durante esta semana, cuando Alberto iba a hablar en una importante cumbre internacional, el presidente norteamericano se fue sin oírlo. Sus dichos no interesan.

En cuanto a la pandemia no hay conciencia de que se juega con vidas humanas. Un abogado entusiasta, en contra de la opinión de sus propios ministros, decide manejar la crisis sanitaria. Toma medidas sin explicarlas, pensando más en combatir a las autoridades de la ciudad de Buenos Aires que en la salud de los argentinos.

No es buen momento para eso. La pandemia está fuera de control en el mundo. Algún académico de Harvard dijo que probablemente acabe con la especie. Es hora de que médicos con formación académica, integrados a la comunidad científica internacional, tengan la voz cantante en este problema, no políticos que hacen cálculos electorales.

Es indispensable que los políticos dialoguen con honestidad, que usen el método científico para resolver los problemas. Más allá de que sean terraplanistas, templarios, o seguidores de Boko Haram, deberían comprender la realidad.

Aunque algunos, alentados por sus fantasmas, crean que esto es absurdo, los países que atraen inversiones y arman políticas para generar riqueza, son más prósperos que los que persiguen a la inversión y reproducen pobreza.

No solo que cuando se genera riqueza hay más ricos. También sucede eso: en el Beijing capitalista hay más billonarios que en Nueva York, en la capital de Mao no había ninguno. Pasa también que los pobres de los países prósperos viven mejor que buena parte de nuestra clase media, crean ciencia y tecnología, producen vacunas y pueden enfrentar mejor las pestes. En Estados Unidos vacunan a millones de personas por día, pronto habrán vacunado a la mayor parte de la población con medicamentos de calidad.

Muchos latinoamericanos arriesgan la vida por entrar a Estados Unidos. No se sabe de miles de norteamericanos que se lancen al Caribe huyendo de la opresión capitalista para radicarse en Cuba.

Ideologías. Los seres humanos habitamos en mundos simbólicos que constituimos basados en la realidad, pero que son ideología en el sentido laxo de la palabra. Cuando un niño se cría aislado de otros seres humanos termina como Gaspar Hauser, el bávaro que no entendía el mundo de sus congéneres, cuando apareció en el siglo XIX. Cuando un infante es criado por lobos termina ubicado en un universo lobuno, como ocurrió con los cien niños que vivieron esa experiencia y nuca aprendieron a ser “humanos”.

En la política las ideologías nos permiten estructurar nuestras ideas, pero también impiden una aproximación racional a la realidad. No soy neutral cuando escribo sobre Venezuela porque rechazo visceralmente las dictaduras militares y no puedo evaluar si es bueno o no un gobierno que logró que el 25% de los pobres huyan del país por el hambre.

En la década de 1970 la izquierda era de izquierda. Ni bueno ni malo, solo coherente. Partidos que no creían en la democracia ni en el mercado gobernaban la mayor parte del globo. Pretendían lograr un gran desarrollo económico en sociedades igualitarias y que “la Tierra sea un paraíso / patria de la humanidad”. No pretendían incrementar la pobreza para ir al paraíso porque eran ateos.

En Argentina operaba una guerrilla de izquierda, el Ejército Revolucionario del Pueblo y Montoneros, un grupo armado peronista que combatía al gobierno de Perón. El presidente rompió con ellos cuando asesinaron a uno de sus más íntimos colaboradores, el líder sindical José Ignacio Rucci. Poco después los echó de la Plaza de Mayo.

Su actitud con la izquierda se endureció después del copamiento de la guarnición de Azul, cuando ordenó que se elimine a los subversivos de uno en uno. Su ministro José López Rega organizó las tres A, grupo que asesinó en poco tiempo a más de mil militantes, en el que habrían participado algunos jóvenes sindicalistas cercanos al actual gobierno. No eran muy de izquierda.

Cuando los militares dieron el golpe, bastantes militantes de izquierda lo festejaron. La Unión Soviética y el partido comunista respaldaron a la dictadura que, en su criterio, había terminado con un gobierno de derecha.

La dictadura militar continuó la tarea iniciada por orden de Perón y asesinó o persiguió a miles de personas vinculadas con la guerrilla o simplemente sospechosas de pensar. El director de nuestro grupo editorial, Jorge Fontevecchia, estuvo entre los detenidos por la soldadesca.

En ese tiempo toda la gente de izquierda y progresista trató de defender a los perseguidos. Otros se hicieron los distraídos o se dedicaron a otras actividades simplemente porque no eran de izquierda.

Cristina dice que en ese entonces hizo fortuna ejerciendo su profesión de abogada. No he leído una investigación que averigüe cuáles fueron sus clientes, pero es seguro que nunca defendió a un detenido de izquierda o averiguó por un desaparecido. No sé si lo habrá hecho Alberto, abogado especializado en derecho penal.

Después todo se volvió confuso. Algunos descubrieron la izquierda cuando estaban viejos y creen que Putin es líder del proletariado internacional. Se confunden. Ser pro ruso no es ser pro soviético. La Unión Soviética desapareció. China es un estado capitalista que mantiene el ceremonial comunista como nuevo rito del antiguo absolutismo, pero no promueve la revolución.

En nuestro país algunos políticos descubrieron tarde la izquierda. Creen que ser revolucionario es ser autoritario, así como hay templarios que no montan a caballo, ni son monjes guerreros. Las supersticiones son una broma cuando no ponen en peligro a los demás.

Se convierten en algo grave cuando algunas autoridades, por ser leales a una revolución que no existe, privilegian vacunas chinas y rusas sobre las “imperialistas”. Están jugando con la vida de la gente. Las vacunas pueden ser buenas, aunque se produzcan en países democráticos.

Habría sido mejor que militen en la izquierda cuando eso se vinculaba a una utopía universal, aunque era peligroso. Como decían los antiguos, la viruela es una enfermedad propia de los niños. Cuando se adquiere a la vejez, produce resultados imprevistos. Parece que altera la cabeza.

Fuente: Perfil.com

Jaime Duran Barba
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