La magia y la política
Necesitamos una reforma educativa que desintoxique a los niños para que desarrollen una mente libre y creativa para enfrentar las oportunidades y desafíos que están apareciendo en el mundo con las nuevas revoluciones industriales.
La internet es la gran herramienta de la revolución científica y también una fuente enorme de supersticiones disparatadas. Al mismo tiempo que nos permite conocer cómo grupos más avanzados de la humanidad llegan a Marte para colonizarlo, trae programas en que algunos buscan el tesoro de los incas en una isla del Caribe, sin darse cuenta de que esa fue una cultura andina que no construyó embarcaciones y de que en el siglo XV no existía el canal de Panamá. La sola idea de que el tesoro esté en el Caribe refleja falta de lógica y de conocimiento de la historia.
Otros afirman que en el siglo XII los Templarios, miembros de una orden ecuestre de monjes guerreros, navegaron a la Patagonia con enormes tesoros y el Arca de la Alianza, para arrastrarlos después hasta Córdoba. Los Caballeros de la Orden del Templo no fueron navegantes, es impensable que hayan viajado sin caballos y carros a un sitio que para ellos no existía. Los conocimientos mágicos carecen de sentido común.
Necesitamos incluir en las escuelas materias que desarrollen el pensamiento científico, que parte de ordenar los conceptos con lógica y estudiar lo que se conoce empíricamente. Si hubiese mucha gente capaz de proceder así, la sociedad sería distinta. Desgraciadamente la racionalidad es poco común incluso entre los dirigentes de todo tipo, político, empresarial, sindical.
También daríamos un gran paso si se inculca en los niños una mentalidad inclusiva que les enseñe a respetar al otro. Desgraciadamente, incluso los funcionarios de organismos que deberían garantizar la inclusión en Argentina, creen que deben defender a los que obedecen a sus dirigentes repitiendo consignas, y perseguir a quienes piensan de manera diferente. Eso no es inclusión sino fanatismo.
Finalmente la magia tiene su peor expresión en la manipulación de la religión para la política. Esta semana se celebró el congreso del partido gobernante de Venezuela en el que rezaron un padrenuestro revolucionario que dice: “Chávez nuestro que estás en el cielo, en la tierra, en el mar y en nosotros, los y las delegadas, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu legado para llevarlo a los pueblos de aquí y de allá. Danos hoy tu luz para que nos guíe cada día. No nos dejes caer en la tentación del capitalismo, más líbranos de la maldad de la oligarquía, del delito del contrabando porque de nosotros y nosotras es la patria, la paz y la vida. Por los siglos de los siglos. Amén. Viva Chávez”.
La dictadura militar tiene un dios que venerar. Su hija María Gabriela Chávez declaró que tenía en cuentas en Andorra 4.197 millones de dólares, fruto de su trabajo como vendedora de cosméticos a domicilio, que puede servir para construir la catedral de San Maduro, el apóstol sucesor. Esta liturgia me recordó la frase de un amigo, militante de izquierda de hace décadas, que decía “si no creo ni en la religión católica que es la verdadera, menos voy a creer en pendejadas”
Fanáticos. Los fanáticos de la izquierda falangista argentina condenan la “represión desatada sobre la protesta social en Colombia”. Creen que el mundo se divide entre pueblos buenos y gobiernos malos. Los narcotraficantes que quemaron vivos a tres policías en Medellín, deberían venir a Argentina para recibir una recompensa multimillonaria porque pertenecen a la juventud maravillosa. Si matan policías son el pueblo.
Los fanáticos se enojan cuando algunos leemos números que contrarían a su fe. Deforman lo que afirmamos. Nunca dije que el gobierno de Chile es maravilloso sino que, leyendo fríamente las cifras de todos los organismos internacionales, es uno de los más exitosos de la región. Si alguien tiene cifras serias que demuestran que Maduro o Alberto Fernandez han sido más eficientes, sería bueno que las mencione. Los fundamentalistas dividen el mundo en “buenos y malos” desde su punto de vista. Para mí es menos malo el presidente que logra un cierto progreso, que un sicario de los carteles de la droga.
Rosario María Murillo poetisa, bruja y política, gobierna Nicaragua desde 2017, como vicepresidente de su decrépito esposo. Ocho de sus nueve hijos son altos oficiales del gobierno, controlan el negocio del petróleo, dirigen los canales de televisión y compañías de publicidad, que reciben enormes contratos estatales. Son los multimillonarios del segundo país más pobre del continente, que hicieron su fortuna a la sombra del poder. La única que no disfruta del gobierno es la novena hija, Zoilamérica, que denunció a Ortega por abuso sexual en 1998. Perseguida por su madre por hablar mal del líder, tuvo que exilarse en Costa Rica.
Los Ortega viven en El Carmen, residencia de la familia, despacho presidencial y sede de la Secretaría Nacional del Frente Sandinista. Originalmente fue una mansión que la revolución confiscó a un oligarca y Ortega compró por cien dólares. Con el tiempo engulló varias manzanas a la redonda, en las que hay siete casas, instalaciones para uso de la familia y un pequeño estadio privado. Así sufren los líderes proletarios cuando los ayuda la magia de una sanadora. Rosario Murillo suele pintarse los labios de rojo furioso, tiene las manos repletas de anillos con turquesas para ahuyentar a la mala suerte, dice que es una bruja exitosa y parece que a su familia le va bien con esto.
Cualquier revolucionario honesto debe aplaudir la magia, comprarse turquesas, afirmar que las violaciones a Zoilamerica eran una pequeña contribución a la revolución mundial.
Maniqueísmo. El maniqueísmo y la falta de lógica están arraigados en nuestra sociedad. Los que quieren hacer la revolución mundial siguiendo el liderazgo proletario de Vladimir Putin creen que los “macristas” son el mal. Otros creen que todos los peronistas o los cristinistas son perversos y hay que aplastarles. Nada de eso eso cierto. Hay buena gente en ambos lados. El maniqueísmo solo ha llevado a grandes tragedias, como la Inquisición o el terrorismo del Estado Islámico. Dentro de 100 años pocos se acordarán de Cristina o de Macri, pero la sociedad tendrá problemas si en este tiempo idiotizamos a los niños con una educación castrante.
Al inicio del gobierno, Alberto tuvo una enorme popularidad trabajando conjuntamente con la oposición, aunque eso indignó a una minoría de fanáticos. Desde que decidió volver a la lógica maniquea típica del cristinismo, persiguiendo a opositores y a la Ciudad de Buebnos Aires, su imagen se desmoronó, empatando en sus malas cifras con los dirigentes mas fanáticos.
Mientras la población está desesperada por el manejo irresponsable de las vacunas, crece la crisis económica, la inflación se dispara, cada día el vecino tiene menos comida en su casa, líderes autistas se pelean por sus intereses, supersticiones y delirios de grandeza. No es raro que tenga buena imagen solamente el jefe de Gobierno de la Ciudad, dirigente eficiente, que evita pelearse con políticos, y está dispuesto a dialogar con todos. La situación del país y de la región no está para dirigentes incapaces de ver más allá de sus narices.
Militantes del Movimiento de Trabajadores Excluidos, que lidera el kirchnerista Juan Grabois, invadieron el campo de la familia de Etchevehere, un ministro del gobierno de Macri. No atacaron las tierras de la familia Grabois porque son terratenientes revolucionarios. Después de tres noches de cantar música de protesta y armar un altar con una estrella roja para venerar a San Gauchito, fueron desalojados por la policía. Aunque la Iglesia católica argentina expresó que “no avala las tomas”, pocos días después Grabois fue nombrado para un alto cargo en el Vaticano. ¿Sacro aval para el Pol Pot local?
Lógica. El gobierno carece de lógica. Por un lado negocia un acuerdo con el FMI, por otro enjuicia penalmente a los funcionarios que negociaron préstamos con el mismo organismo. Es ridículo enjuiciar al FMI porque otorga préstamos. Lo que parece una hazaña para los fanáticos locales, es una ridiculez en cualquier otro sitio del mundo.
En vez de dedicarse a perseguir a los opositores, los Fernández deberían pensar en solucionar los problemas de los argentinos, convocando a un diálogo lo más amplio posible, sin exclusiones.
Todo esto no lo digo por atacar a Alberto Fernandez. Siempre mantuve que sería bueno un dialogo que supere los odios chatos que existen en el país. Ojalá fuera posible llegar a un acuerdo en puntos que permitan el desarrollo en el mediano y largo plazo, manteniendo discrepancias indispensables para que exista la democracia. Eso fueron los Pactos de la Moncloa en España o el Acuerdo de la Concertación en Chile, que permitieron que esos países iniciaran una etapa de desarrollo.
Fue imposible hacerlo durante el gobierno de Macri, en el que la oposición se movilizó todos los días del año en las calles para intentar derribar al gobierno. Cómo revolucionarios nac y pop que se respetan, no protestaron los días festivos en que disfrutaron de un merecido descanso. Cuando Macri propició una reforma previsional que este gobierno no pudo mantener, aparecieron decenas de jubilados de treinta años de edad, con mochila llenas de piedras y combos para destruir los edificios, con cuyos escombros sumergieron al Congreso debajo de toneladas materiales.
El mundo cambia, la vida pasa. Tenemos otra vez al Polo Obrero en las calles, protestando en contra de Fernández. Actualmente la mayoría de obreros son robots, en diez años solo serán robots. Tal vez podrían cambiar su nombre a polo robótico y ponerse a leer a Asimov.
Fuente: Perfil.com
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