El colapso del peronismo
No existe en Occidente otro partido que pueda entregar a la mayoría de la población una ayuda económica mensual para que lo vote y ayude en la campaña. Vimos en televisión en muchos casos la condición que ponían los activistas políticos a los beneficiarios de los planes: salir dos días a la semana a participar en las manifestaciones que ellos dispongan.
Una democracia que tiene a sueldo a la mayoría de los electores es una democracia controlada.
Para entender la realidad más allá de los delirios ideológicos, es bueno averiguar cómo se mueve físicamente la gente. Nunca hubo millones de norteamericanos pobres que se lancen al mar para huir del capitalismo decadente, tratando de instalarse en el paraíso cubano.
En cambio, un cuarto de la población cubana llegó como pudo a Estados Unidos y construyó Miami, la ciudad latina mas rica del continente. Todos los días hay miles de venezolanos, nicaragüenses y cubanos que arriesgan la vida por instalarse en la sede del decadente imperialismo.
En el caso argentino, es interesante anotar que la pobreza que atormenta a casi la mitad de la población atrae a miles de pobres de países vecinos, que vienen y se establecen en este país, incrementando el número de indigentes a los que mantiene el Estado. En los últimos veinte años, con ningún gobierno se conoció que existieran oleadas de argentinos pobres que viajaban para radicarse en Perú, Paraguay o Perú, pero sí de miles de pobres de esos países que vinieron a la Argentina.
¿Cómo se financia todo esto? El Estado no es un mago que tiene la piedra filosofal, ni un empresario exitoso. Cuando toma una empresa la quiebra y termina pidiendo subsidios, porque la convierte en sitio de empleo y enriquecimiento para los militantes del partido.
El esquema se financia con los impuestos de todos, desde los grandes empresarios y productores agrícolas hasta el señor que vende panchos en un kiosco o revistas en la esquina.
Por eso empezamos diciendo que solo un país tan rico puede mantener un proyecto político tan caro como este, con los impuestos que paga una minoría.
¿Cómo se explica que nuestra pobreza sea atractiva y no lo sea la venezolana? No hay argentinos, peruanos o paraguayos que vayan a Venezuela. En todos los semáforos y esquina de la ciudad de Quito nos encontramos con cientos de venezolanos con sus familias, mendigando una moneda, pero nunca a un argentino.
André Gorz fue uno de los mayores filósofos marxistas de Francia, ídolo de los jóvenes revolucionarios de los 60. La revolución de Mayo lo puso en crisis, como ocurrió con muchos filósofos de izquierda.
En 2007 escribió sus últimos textos Carta D y La salida del capitalismo ya ha empezado, antes de suicidarse con su esposa Dorine, emulando el suicidio de Laura Marx y Pablo Lafargue. Los suicidios no fueron fruto de la desesperación, sino decisiones racionales de interrumpir la existencia para no sufrir una decadencia irreversible.
El filósofo incluye en estos textos una hermosa carta de amor a Dorine en la que dice: “Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, no pesas más de cuarenta y cinco kilos, pero sigues siendo bella, elegante y deseable”.
El pensador, que había escrito en el 69 otro texto fundamental par reflexionar sobre la izquierda, Adiós al proletariado, hace una profunda reflexión sobre la pobreza. Dice que existe pobreza solamente cuando existe riqueza.
Eso es lo que ocurrió con la aparición del capitalismo: asomaron personas que llegaban a ser ricas con su trabajo y otros que quisieron que se distribuya la riqueza. Eso no fue posible antes, cuando todos creían que la opulencia de algunos, reyes y religiosos, era otorgada por la gracia de Dios.
Dijo Gorz que en la sociedad actual “alguien es pobre en Vietnam si no tiene zapatos, en China si no tiene bicicleta, en Francia cuando no tiene coche y en Estados Unidos cuando su coche es viejo. La definición de pobre es carecer de la capacidad de consumir tanta energía como consume su vecino”. Cada uno es pobre o rico de otro. Así como no hay pobres cuando no hay ricos, tampoco puede haber ricos cuando no existen pobres: si todo el mundo es rico nadie lo es.
Los inmigrantes pobres que llegan a la Argentina desde otros países son pobres respecto de otros argentinos, pero no de las personas del entorno que abandonaron. Por eso, cuando se instalan en los suburbios sienten que mejoran.
En cambio, la miseria es objetiva. Alguien está en la miseria cuando no tiene medios para satisfacer su necesidades elementales: comer, beber, curarse, tener un techo, vestirse. La dictadura militar venezolana logró que caigan en la miseria los habitantes del segundo exportador más importante de petróleo de la región. Cuatro millones de venezolanos han tenido que abandonar su país porque no tienen qué comer, no tienen medicinas, conmueven a los quiteños haciendo gestos de que están con hambre.
Peronismo. Podemos pensar en lo que ocurrirá en las elecciones de noviembre desde distintos ángulos. Se pueden analizar las campañas y la comunicación del Gobierno y de la oposición en sus aspectos técnicos y encontrar aciertos y equivocaciones, pero hay algo más de fondo, estructural, que tiene que ver con la realidad.
Este esquema no puede seguir funcionando. Se acabó la política vertical a la que estuvimos acostumbrados en el siglo pasado.
Los que mantienen el sistema con su dinero pueden conectarse directamente con la red, compartir sus frustraciones y promover acciones de protesta. Hay una mayoría de argentinos hartos de todo esto. No se los puede parar diciendo mentiras. Eso no depende de ningún partido ni de un líder. Es la gente que se autoconvoca. Muchos, especialmente los jóvenes, quieren emigrar a los Estados Unidos, ocho de cada diez menores de 30 años dicen que quieren hacerlo.
Los deudos de más de cien mil muertos por el covid están dolidos y furiosos por el manejo irresponsable de la crisis de salud. Los millones de beneficiarios de planes y los jubilados a los que se ofreció incrementar los ingresos sienten que fueron estafados. Están mucho peor que hace dos años.
El prolongado encierro fomentó la angustia. Hay mucha gente enojada en contra de todo, dispuesta a protestar por cualquier cosa. El panorama se parece al de otros países de América Latina que, como hemos dicho reiteradamente en esta columna, están por explotar.
En Argentina tenemos un problema adicional con la que fue antes una gran arma de manipulación: el Estado, identificado con el kirchnerismo, tiene en su nómina, de alguna manera, a más de la mitad de los ciudadanos y los ingresos realmente no alcanzan.
No es posible seguir armando planes y subiendo sus montos, porque la Argentina productiva no tiene cómo financiarlos. Ante la voracidad del Estado, muchos empresarios y profesionales se van en busca de sociedades en las que pueden ser menos explotados.
Varios dirigentes sociales han hablado de que la situación es explosiva, proponen replantear el esquema para que los subsidiados produzcan, pero las reformas son difíciles y requieren de mucho tiempo.
Deng Xiaoping cambió la China de los subsidios en una economía de mercado, pero las reformas le llevaron cuarenta años. Aun hoy el capitalismo chino tiene instituciones que no serían del agrado de nuestros sindicatos, como el 996, jornada laboral de nueve de la mañana a nueve de la noche, seis días a la semana.
En este período y después de las elecciones, los movimientos sociales exigirán un incremento de los subsidios que es imposible realizar.
Por otra parte, hay elementos objetivos que se nos han hecho más evidentes en estas semanas en las que viajamos por varios países, con la suerte de conversar con personalidades que ven la política argentina desde fuera.
En los medios académicos extranjeros se conoce a pocos personajes de Argentina. No encontramos a nadie que supiera el nombre del presidente argentino. Generalmente preguntan por Macri, varias universidades quieren invitarlo a disertar.
Cristina está asociada a hechos difíciles de explicar: un funcionario que revolea bolsos con millones de dólares sobre las paredes de un convento, dos secretarios que mueren multimillonarios, el chofer que compra una cadena de medios con 120 millones de dólares en billetes, el jardinero que vive en una residencia ostentosa, su ejecutivo de cuentas que llega a ser el terrateniente más grande del país y dueño de la segunda empresa de construcciones mas poderosa, una cadena de hoteles de la presidenta contratada masivamente por contratistas del Estado.
Cualquiera de estos incidentes aislado habría significado la destitución de cualquier presidente como AMLO en México o Iván Duque en Colombia. Es difícil de explicar a nuestros amigos por qué en Argentina parece tan natural. ¿Es posible que en nuestro país todos esos hechos no tengan ninguna consecuencia electoral?
Sopla en todo el continente un huracán político único, como ha sido única la pandemia. Argentina no puede ser la excepción. No se puede pensar que quienes reciben planes sociales están contentos con vivir así y no tienen expectativas.
Hace pocos años pude estudiar varias investigaciones acerca de las actitudes de quienes reciben planes en el Conurbano. Había entre ellos un grupo importante que no tenía esperanzas de mejorar su condición de vida. Recordaban a personajes de El fin del “Homo sovieticus” de Svetlana Alexiévich, conformes de vivir en una sociedad entrópica como la soviética, temerosos de la libertad.
Cristina hace evidente que para ella el Presidente es solo un ayudante de segunda, lo trata como a un paje de su corte, como lo hacía con un senador devaluado. ¿Será solo un gesto más de su arrogancia sin límites? ¿No estará dando un paso para blanquear la situación y asumir directamente el poder? En todo caso es un pésimo mensaje que afecta a su campaña.
Pero la mayoría quería progresar. No querían ser planeros el resto de su vida y sobre todo no querían que su descendencia viva de planes. Este segundo grupo se distinguía del primero en que hacía esfuerzos por educar a sus hijos soñando con que tuvieran un futuro mejor. Van a protestar y buscar el progreso.
La actitud servil de los electores va desapareciendo. La sociedad de internet nos hace más independientes, más libres. Los afiliados que ven cómo dirigentes sindicales se hacen millonarios van a protestar. Todos se sienten iguales a todos. Nadie siente que es justo que un amigo del Gobierno tenga 180 coches, indigna la ostentación berreta.
En ese contexto tiene tanto despliegue una foto que pudo pasar desapercibida en otros momentos, pero que es símbolo de una comunicación mentirosa. Si la esposa del Presidente celebra con amigos su cumpleaños en medio del estricto encierro de la pandemia, mueve los sentimientos de quienes sufrieron la pérdida de seres queridos a los que no pudieron despedir. Si a esto se suma una catarata de mentiras, usuales en la comunicación presidencial, se agranda el problema.
La mentira como método de comunicación erosiona la credibilidad presidencial en un momento en el que la gente necesita liderazgos más transparentes.
Uno de los trucos mas eficientes para hacer daño a una candidatura es la quinta columna. Cuando personas que supuestamente militan en la oposición se dedican a atacar a otros dirigentes de la misma tendencia, hacen un trabajo sucio eficiente para el Gobierno.
Es más difícil de entender que Cristina haga lo mismo con Alberto. Cuando su figura está atacada por todos los lados, la Emperatriz le quita el micrófono en pleno discurso, lo reta por la forma en que toma agua.
Hace evidente que para ella el Presidente es solo un ayudante de segunda, lo trata como a un paje de su corte, como lo hacía con un senador devaluado. ¿Será solo un gesto más de su arrogancia sin límites? ¿No estará dando un paso para blanquear la situación y asumir directamente el poder? En todo caso es un pésimo mensaje que afecta a su campaña.
Fuente: Perfil
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