El secreto de Milei
Los filósofos de la hipermodernidad coinciden en que su evento inaugural fue el atentado contra las Torres Gemelas. Ese momento de la historia en el que la liviandad posmoderna se conmocionó por un regreso explosivo de ciertas ideas fuertes de la modernidad, como la religión y las ideologías duras.
Lo que ocurrió desde entonces fue una aceleración vertiginosa de los fenómenos sociales de la mano de la hiperconectividad y la globalización. La mezcla extrema de política, frivolidad e instantaneidad informativa alimenta a una sociedad del espectáculo que lo cruza todo.
En 2018, la BBC le pidió a Russell Davies que creara una serie que reflejara ese nuevo clima de época. Hacía un año que Donald Trump había llegado a la presidencia. Davies escribió Years and Years inspirado en el tipo de liderazgos que esa hipermodernidad estaba generando, como el de Trump y otros líderes extravagantes como Jair Bolsonaro.
El personaje clave de la serie es el de Emma Thompson: una política escandalosa, abonada a los programas de televisión a los que les ofrece el espectáculo de gritos, insultos y denuncias sobre los políticos tradicionales. Es una antisistema, carismática y con planes sencillos que, si se aplicaran, harían que las cosas mejoraran rápidamente. Al principio, tanto la sociedad como el establishment la miran con desprecio, pero termina liderando una nación y representando un futuro negro para la humanidad.
Excentricidad hipermoderna. La primera mitad del siglo XX ya había generado líderes rupturistas con el sistema político establecido. Pero en los últimos años de ese siglo y los primeros de este, la posmodernidad se encargó de alivianar hasta a los más duros y lo que en los 70 era violento y revolucionario se transformó en discursivo y superficial.
La novedad de la hipermodernidad y esta sociedad del espectáculo recargada es la reaparición de líderes excéntricos que, como los de la modernidad, vuelven a reflejar el malestar cultural y económico, pero aprovechando la difusión de los medios masivos y las redes sociales. Es un aprovechamiento mutuo, porque cualquier cosa que se diga o se haga frente a una pantalla es preferible al “gran ennui”, al aburrimiento social.
Javier Milei es lo mejor que la Argentina le puede aportar a este fenómeno.
Su formación económica y política es bastante típica de la modernidad y él la explicita al mencionar su adscripción a la escuela austríaca y a teóricos como Rothbard (anarcocapitalismo); Nozick o Rand (minarquismo) y a los clásicos Smith o Friedman. La posmodernidad argentina lo alcanzó a los 20 años, con la liviandad y el relativismo moral del menemismo. Hoy, por ejemplo, ese mix de las lecturas económicas profundas de la modernidad con la frivolidad posmo lo llevaron a que ahora sus lecturas preferidas sean libros ligeros de divulgación económica.
Espectáculo desesperado. Fiel a sí mismo, esta semana generó un espectáculo mediático de la desesperación económica argentina. Un millón de personas le entregaron sus datos personales para participar del sorteo de su sueldo de $ 205 mil.
Lo ganó un trabajador de la construcción que dice amar a Cristina Kirchner, pero reconoció que Milei “cumplió con lo que prometió”.
El diputado aprovechó las cámaras para hablarle a un público mayoritariamente joven. Tituló su discurso “La justicia social es injusta”, prometió que el sorteo se repetiría todos los meses y, para celebración de sus seguidores, insistió en su virulencia gestual y verbal.
Como la protagonista de Years and Years, Milei fue escalando de panelista freaky de programas de la tarde a diputado con aspiraciones presidenciales. Pero su agresividad gestual y verbal es muy superior a la del personaje de Emma Thomson.
Lo que sigue es una apretada síntesis del tipo y la cantidad de insultos que propina. Entiendo que es relevante reproducirlos: lo que dice y cómo lo dice no solo habla de él, habla especialmente de un odio que atraviesa a distintas clases sociales y la forma en que ese odio se expresa.
Y es relevante porque Milei, como el malestar que representa, tiene condiciones para crecer políticamente.
Colección de agravios. A Kulfas le dijo “pedazo de mierda, por qué no estudiás, h.d.p.”. A Larreta, “zurdo de mierda, te aplasto, sorete, gusano arrastrado, pelado asqueroso de mierda”. A Kicillof, “enano diabólico”. A Macri, “pelotudo”; y a su gabinete económico, “torre de estiércol, pedazo de mierda”. A Guzmán, “inútil, no decís un porongo, mentiroso h.d.p. y la c. de tu madre”. A Stiglitz, “pelotudo”. A la diputada Gladys González, “por qué no te vas a la c. de tu madre”. A la diputada Gabriela Estévez, “h.d.p., la c. de tu madre, pedazo de mierda”. A Wado de Pedro, “sorete”. A Gerardo Morales, “parásito de mierda, la c. de tu madre, chorro h.d.p.”. A Fernando Iglesias, “tontito, bobito, pedazo de pelotudo, te hacés el boludo, la c. de tu madre, estúpido, idiota”. A Leandro Santoro, “chorro y burro”. Al legislador Daniel Lipovetsky, “parásito chupasangre”.
Milei explica: “Los idiotas que me critican mis formas, me chupan un huevo. Si un tipo dice un montón de pelotudeces, es un pelotudo”.
El hastío que lo une a Bullrich. El secreto de su éxito no es él, sino el clima de época que él representa y que, con personajes similares, se refleja en distintos países.
Sus insultos a “la casta política”, su look “sauvage”, su estilo violento, sus dichos políticamente incorrectos sobre la solidaridad y su rechazo al rol del Estado como moderador de desigualdades sociales hablan del hastío de ciertos sectores con el statu quo vigente. E interrogan sobre hacia dónde puede derivar ese hastío.
En el reportaje que en septiembre le dio a Jorge Fontevecchia, pese a no asumirse hegeliano, pareció reconocer, a su modo, cómo la historia es capaz de utilizarlo secretamente: “Soy una persona que circunstancialmente está en un determinado lugar satisfaciendo una demanda”.
El jueves pasado, el espectáculo del sorteo de su sueldo fue el segundo tema más viral del día, según QSocialNow. Lo importante no es que la mayoría de las reacciones, 62%, fueran de burla y crítica. Lo importante es que el 38% fue de adhesión.
Este viernes, Perfil.com difundió una encuesta nacional de CB Consultora Opinión Pública, que indicaba el alto conocimiento que tiene en todo el país y una imagen positiva que en once provincias ya supera a la negativa.
En las últimas elecciones, este hombre se había presentado solo en la Ciudad de Buenos Aires, sin nadie conocido en la lista, salvo él: obtuvo el 17% de votos. Le sobró para llegar a la Cámara de Diputados junto a Victoria Villarruel, una abogada simpatizante de la dictadura militar que hace esfuerzos discursivos para no caer en apología del terrorismo de Estado.
Pero en el mercado electoral 2023 que ya se abrió, la adhesión que consigue es atractiva electoralmente. Es lo que tienta a Patricia Bullrich, quien hace públicas sus simpatías por Milei, dice que cultivaron una amistad, considera que se trata de “un fenómeno interesante” y se saca fotos con él. A dos semanas de llegar al Congreso, Milei ya compartió la firma de dos proyectos de ley impulsados por diputados cercanos a la presidenta del PRO.
“Years and Years”. El establishment político y económico todavía piensa que se trata de una excentricidad pasajera o que nunca llegará a ser mayoritaria en la Argentina.
Es una posibilidad, aunque los establishment estadounidenses y brasileños creían lo mismo de Trump y Bolsonaro.
Es difícil prever el desarrollo de esta sociedad hipermoderna del espectáculo, pero no habría que descartar que, como en aquella serie de la BBC, llegue el momento en que los excéntricos sean los políticos tradicionales y la norma sean los Milei.
Fuente: Perfil
- El secreto de Milei - 16 enero, 2022