Breve nota odontológica

Lo peor es que la diáspora venezolana no está públicamente cuantificada, aunque los expertos en la materia, por cierto, extremadamente pocos, cuentan con magníficos métodos de aproximación. Menos aún, pormenorizada por razones de edad, estudios, desempeño laboral, salud, etc.  

Públicamente, desconocemos el número de paisanos de acuerdo al oficio o profesión que está fuera. Tenemos una idea de nuestros médicos, completamente formados acá, que huyeron, y frecuentemente somos testigos de la difícil situación que confrontan los que se quedaron acá, incluidos los perseguidos durante la pandemia.

Menos aún se sabe de los odontólogos, y, en definitiva, muy poco se dice abiertamente de la salud bucal de una población sometida y flagelada por la inflación.

Muy seguramente, un mercado venido a menos por sus elevados costos, a juzgar por el proceso de formación de los profesionales, la constitución de un consultorio, la calidad misma de los instrumentos y demás insumos. 

Quizá, acrecentada la desescolarización, las propias autoridades educativas ignoran la data esencial de la dentadura del promedio de los niños y jóvenes de estas latitudes.

Siendo prioritaria la más básica de todas  las supervivencias, no habrá las condiciones higiénicas mínimas y adecuadas en el citado sector demográfico. 

Denis Krupchatnikov, es un reconocido artista ruso que ha tenido el atrevimiento de pintar una pieza molar, pues, raras veces o nunca, añadida la vanguardia, la intimidad de la boca es objeto de inspiración (exceptuando al autor de la famosa caratula del disco “In the court of Crimson King” del King Crimson, Barry Godber).

Posiblemente el desinterés del artista plástico por la boca y sus profundidades, se debe menos al beso que también la dignifica, y más al procesamiento de los alimentos, el hospedaje de muchas baterías y hasta el tránsito recurrente del humo de un cigarrillo tan tóxico como pronunciar las peores y más hirientes palabras.