Lückert

En el presente siglo, el régimen ha estereotipado a la Iglesia Católica venezolana prácticamente como la desvergonzada aliada del ancien régime. Nada fortuita la ocurrencia, expresa así la perspectiva tradicionalmente asumida por la izquierda marxista.

Esa misma izquierda que, en muy buena medida, concursó en las bonanzas petroleras a través de sus espacios de poder (fundamentalmente, la universidad), y no fue precisamente sinónimo de una impecable conducta ética. Excepto algunas voces, sus denuncias eran harto convencionales de acuerdo a los viejos cánones. 

Precisamente, en aquellas décadas remotas de prosperidad, el país conoció a Roberto Lückert. Obispo de Cabimas y, después, Coro, se hacía sentir nacionalmente al denunciar la realidad social de entonces, en medio de los varios auges dinerarios. 

De un temple extraordinario, fue natural que chocara con los socialistas que expropiaron el siglo.  Atravesado, es la expresión más cónsona para retratarlo, inspiraba respeto entre propios y extraños.

Recientemente, se ha ido a la Casa Eterna ya de avanzada edad.  Un maracucho y conductor que no sólo admira la feligresía católica sino todo el país mientras escasea el liderazgo. 

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