De la recuperación de la mirada

Pocas son las librerías que quedan en el país y, no precisamente, gracias a una extraordinaria y libérrima revolución digital de la lectura que las haga prescindibles. Y ocurre algo parecido con los locales comerciales relacionados con las artes plásticas y afines, bajo la supuesta satisfacción de todos los gustos estéticos gracias a las distintas aplicaciones informáticas.
Las galerías privadas también resultan escasas y los nuevos talentos cuentan con menores oportunidades para exponer ante el gran público, potenciales compradores, y, fundamentalmente, los críticos. La sola adhesión política abre las puertas de los museos oficiales que raras veces renuevan sus exhibiciones, imposibilitados como nunca antes de adquirir alguna novedad. No obstante, hubo otra rama del legítimo comercio que supo de un excelente mercado, como las marqueterías de un destino semejante a las floristerías y su precursor delivery, ya reducidas a quioscos muy modestos.
La colocación magistral de los marcos fue el mejor pretexto para negociar también con piezas originales y, por lo general, imitaciones que gozaron de gran demanda, contando con vitrinas de gran atracción. Sobre todo, después de la inicial bonanza petrolera de los setenta del veinte, las clases medias sellaron su ascenso llenando de arte sus hogares, y, aunque comprasen las obras en otros lugares, en las calles de la ciudad o en las más distantes localidades rurales, los marqueteros de confianza fungían de asesores que frecuentemente daban con falsificaciones.
Recordamos cerca de casa a dos, una de ellas, ya establecida al iniciar la escuela numerosas décadas atrás que repentinamente cerró tres o cinco años ha, cuya vitrina era cambiada con cierta regularidad deslumbrándonos al pasar en el transporte, o a pie por el frente; la otra, con unos veinte años a cuestas, calculamos, tiene ahora por especialidad la venta de vidrio y objetos decorativos. Ambas, ganaron sus puertas de acero luego del Caracazo, perdiendo lógicamente vistosidad el aparador que otrora destacaba por las noches.
Por muy trillada que sea la referencia, el vistazo es obligatorio cuando nos encontramos con un local de arte que contrasta inmediatamente con los tediosos entornos y la previsible arquitectura interior de motivos serializados, en un centro comercial, por ejemplo. Una cierta bocanada de oxígeno que rompe con el hastío nos asiste, recuperando la mirada.
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