LA EDUCACIÓN PRIVADA
Por Javier Ignacio Alarcón
@Nacho_2109
Problemas de exclusión
Podemos partir de una premisa: la educación privada posee un valor agregado que la pública no. De lo contrario, sería imposible explicar por qué alguien estaría dispuesto a pagar por algo que pudiera recibir gratis. Así mismo, podemos suponer que este valor agregado no se reduce a cuestiones ideológicas como la religión, sino que implica una educación superior en algún sentido. En resumen, podemos afirmar que quien tiene acceso a una educación privada tiene una ventaja sobre los estudiantes de colegios públicos.
Si bien este argumento ignora una innumerable cantidad de particularidades, creo que sus premisas son relativamente sólidas. Más allá, creo que puedo afirmar con toda seguridad que su conclusión es cierta, cuando menos, en nuestro país. En Venezuela, quien estudia en un colegio privado tiene una cierta ventaja sobre quienes reciben una educación pública. Esta ventaja no es adquirida, generalmente, de manera autónoma. No tengo cifras, pero me aventuraré a decir que la mayoría de los estudiantes de colegios privados son financiados por sus padres. En otras palabras, este es un beneficio proporcionado por los padres, una ventaja heredada.
Es cierto que esto no es una regla absoluta. Tampoco podemos afirmar que todo el que recibe una educación privada llega más lejos que quien estudia en un colegio público. Pero, nuevamente, creo que estas afirmaciones poseen una relativa veracidad (contradicción incluida).
En pocas palabras, creo que puedo decir con toda seguridad que, por lo menos en Venezuela, la afirmación de Gabriel García Márquez es cierta: “la educación privada, buena o mala, es la forma más efectiva de la discriminación social”. Simplificando el asunto, el niño que no posee la capacidad de ingresar a un colegio privado recibirá una educación que lo mantendrá dentro de una clase social específica.
Yo sé muy bien lo que están pensando, especialmente los defensores de lo privado: esto es una mentira. Y en cierta medida, es indiscutible que tienen razón. Existe una considerable cantidad de ejemplos que demuestran que alguien de clase baja, con educación pública, puede superar su condición. Sin embargo, creo que el número de ejemplos a favor de mi argumento, por lo menos, duplicaría aquellos que se citen para negarlo.
Los mecanismos de exclusión en las democracias occidentales se han hecho sofisticados. Su lógica inquebrantable es capaz de disfrazar las desigualdades y la discriminación de cualquier tipo bajo las banderas de la igualdad, la individualidad y la libertad. Todas estas ideas pueden y deben ser discutidas, pero generalmente se las cita como axiomas a priori, carentes de definición, innegables por principio. La democracia se ha convertido en el nuevo dogma que protege las desigualdades.
Al final, cualquiera que se detenga a analizar las estructuras sociales que definen nuestro país, y también a los grandes defensores de la democracia, podrá llegar a la conclusión de que la igualdad de oportunidades no es más que una ilusión. Un edulcorante para que los métodos de exclusión sean un poco más agradable.
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