Memento: engaños y recuerdos
Por Luis Guillermo Valera
@guilloescritor
La mente humana es la máquina más compleja que existe. Es capaz de cálculos imposibles y de las más sublimes expresiones artísticas. Puede controlar hasta el más pequeño de los músculos del cuerpo y almacenar infinidad de datos, nombres, lugares y personas. Pero ¿qué ocurre cuando esta maquinaria falla?
Esa es la premisa de Memento, segunda película dirigida por Christopher Nolan (Batman The Dark Knight, Inception): un film que oscila entre la memoria mutilada y los autoengaños.
Leonard Shelby sufre de pérdida de memoria de corto plazo desde un asalto en el que su esposa fue violada y asesinada. Incapaz de crear nuevos recuerdos, Leonard se tatúa pistas para encontrar al culpable, John G, para poder vengarse. Siendo la muerte del asesino su único motivo para vivir, Leonard se ve envuelto en un mundo donde la mentira y el engaño son tan trágicos y ruines, como salvadores.
Como los grandes maestros modernistas (Faulkner, García Márquez, Pamud), Nolan nos presenta una historia cuyo flujo temporal esta torcido. La narración comienza por la muerte de John G, llevándonos en retrospectiva sobre el sendero de indicios que llevaron a encontrarlo, interrumpiéndose justo donde se reinicia la memoria de Leonard a lo largo de la investigación. En Memento lo importante no es el final, que a su vez es el inicio, sino cómo se llegó a él.
Los personajes del film se mueven por una idea que se repite a lo largo de la trama: la gente miente, y miente por muchas razonas. Algunos como Teddy, lo hacen por compasión; hay personas como Natalie que mienten para su propio beneficio; pero los más tristes de todos son las personas como Leonard: se engañan a sí mismos para no ver una verdad que los lastima.
¿La verdad es en realidad algo tan valioso?, parece querer decirnos Nolan al llegar al último acto. Y tal vez encontremos la respuesta en otra de sus películas, la aclamada El Caballero de la Noche, en labios del comisionado Gordon: “A veces la gente merece más que la verdad”.
¿Qué sería del desmemoriado Leonard sin su venganza? Solo sería alguien incapaz de vivir, abandonado y perdido, sin saber qué hacer a continuación porque ha olvidado lo que hizo. Las mentiras son su lazarillo, si se separa de ellas morirá.
Al final Memento es solo una excusa: su narración caprichosa, sus personajes amnésicos y bizarros y su desenlace que solo abre la puerta al comienzo de la narración son una excusa para demostrar un punto: la realidad, como los recuerdos, puede distorsionarse y no por ello deja de ser menos “real”.