La primera navidad de Maya sin Mónica Spear
Por Carlos Peña
@Carlos_PP88
Poco importa los regalos debajo del árbol, mucho menos la ropa que estrenar en Nochebuena. Las fiestas decembrinas del venezolano ya no son iguales para muchas familias. No habrá gaitas, ni fuegos pirotécnicos que detonar. Para muchas de esas familias, quizás, no hay motivos para celebrar.
Y es que lo más doloroso para muchos, será el hecho de intentar sobrellevar las ausencias en la mesa. Venezuela, en eso se ha convertido, en una sociedad de familias fragmentadas e incompletas.
Uno de esos casos, es el de la pequeña Maya, quien este 24 de diciembre, no tendrá el cálido abrazo de su madre, Mónica Spear, tampoco un beso de su padre Thomas Berry. La pequeña Maya, ajena a este convulsionado y vehemente país, fue víctima de esta enfermiza y moribunda sociedad, fue víctima de una implacable violencia, que injustamente le arrebató a sus padres, el 6 de enero del presente 2014. El resto de la historia, ya es bien conocida por todos.
Como Maya, habrán otros casos, que convierten a muchos niños y niñas en una generación huérfana, siendo como una suerte de hijos e hijas adoptivos de un país que está lejos de civilización. Un país que a pasos agigantados se asienta y se acomoda en un escenario de barbarie e impunidad.
Porque no solo se trata de Maya Spear. Se trata también de las madres que entierran a sus hijos, a esos jóvenes cuya vida tuvo un precio, el precio de un celular, el precio de un par de zapatos, el precio de un vehículo. Eso es lo que vale una vida para los delincuentes.
Una patria mal querida, en la que en el 2013, se calcula que ocurrieron 25.000 homicidios. Una patria mal tratada, en la que apenas en el primer cuatrimestre del 2014 se contabilizó 4.680 asesinatos.
Cifras que al finalizar el año, demuestra el fracaso en materia de seguridad por parte del gobierno revolucionario. Cifras –extraoficiales-, las cuales son cada vez más difíciles de leer, de escuchar, de ver, porque la censura y la autocensura en los medios de comunicación intentan silenciar esta ensordecedora realidad.
Una dura circunstancia, una verdad absoluta y es que en cada calle y en cada esquina de Venezuela, sus aceras se pintan de rojo, de sangre, de muertes, de crimines sin resolver.
Madres que no sonríen, madres inconsolables, padres como los de Bassil Da Costa, Geraldine Moreno, Alejandro Márquez, Génesis Carmona, -entre otros-, jóvenes que no callaron ante una sociedad adormecida. Jóvenes que no se escondieron ante un gobierno que para muchos es déspota y totalitario. Jóvenes que salieron a la calle a protestar, a luchar. Jóvenes que creyeron en un cambio, que creyeron en una mejor Venezuela. Pero no fue así, su sueño no se cumplió. Jóvenes que lamentablemente solo encontraron una bala en el camino.
Hay otros que antes de la bala, optaron por la maleta. Sí, la maleta. Prefirieron Maiquetía, prefirieron convertirse en un calificativo, prefirieron dejar de ser llamados por sus nombres y ser llamados “extranjero”.
Son más de un 1.500.000 quienes se han ido, quienes el 31de diciembre no tendrán a sus familiares al lado para estrecharles las manos y darles el feliz año. Ahora les tocará decir “happy new year”, “feliz ano novo”, “buon anno”, o “bonne année”.
Por su parte, hay otras familias que no estarán separadas por los límites geográficos, sino por una gris y fría celda. Como Leopoldo López, quien lo más probable es que continúe en prisión, y tal vez, sin la posibilidad de poder compartir con su esposa Lilian Tintori, ni con sus dos hijos pequeños.
De la misma forma que no lo harán el ex alcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos, o el ex alcalde de San Diego, Enzo Scarano.
Así han cambiado las navidades en Venezuela. Para muchos menos alegres, llenas de ausencia, de melancolía, de una sensación amarga. Solo queda pedirle al Niño Jesús que para el 2015 le regale un mejor rostro a este país, en donde haya menos odio y más amor; menos balas y más libros; menos conflictos y más reconciliación; menos irrespeto y más tolerancia.
En fin, que reine la vida y no la muerte. Que esta nación vuelva a ser tricolor y que se desvista del negro, que se desvista de ese luto que la ha poseído en estos últimos tiempos. Que en las caras de las madres no se vea más la tristeza, sino la alegría. Y que sus jóvenes no tengan que ser enterrados o desterrados.
Vuelve a sonreír Venezuela, por favor, vuelve a sonreír.
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