Una Caracas surrealista

Por Ivanna Méndez

@IvannaMendezM

 

 

 

Hace unos días el ministro de Interior, Justicia y Paz, Rodríguez Torres comentó acerca del secuestro a Nairobi Pinto que esperaba le sirviera como una “experiencia de crecimiento personal”, más allá de lo ilógico de semejante razonamiento, —ya que desde hace meses (mejor dicho años), Venezuela se mueve por la lógica del absurdo —, me pregunto, esta experiencia de “secuestro” en la que se encuentra el país, cuyas instituciones, medios de comunicación y de producción son prisioneras, ¿nos habrá servido de algo como pueblo para despertar de la ceguera que nos hemos encontrado desde incluso antes del gobierno de Chávez?, ¿son los estudiantes los voceros de nuestro grito por la libertad?

 

Más allá de las extrañas noticias que se oyen todos los días, declaraciones de personajes influyentes tan incoherentes que rayan peligrosamente en la locura. Venezuela es caos y paz al mismo tiempo.

 

Caracas es ahora un manifiesto surrealista, pinceladas que contrastan el hermoso Ávila y viviendas comunes con calles llenas de basura y olor a bombas lacrimógenas. Ahora toda ella se resume en la triste frase “lo que pudimos haber sido y no fuimos“. Venezuela se convirtió paulatinamente en un cementerio de esperanzas, en la cuna de futuros emigrantes.

 

Una extraña paradoja en donde en la misma ciudad, a pocas cuadras de distancia, puedes ver a unos soportando gases, siendo perseguidos e incluso arrestados, mientras otros salen a comer y pasean tranquilamente por un centro comercial.

 

Ya no somos una Venezuela, sino dos, que se debate entre los fervientes seguidores eternos del oficialismo y los que aceptan que padecen los abusos de una tiranía. Dentro de estos últimos se encuentran infinidades de categorías: los que protestan, los guarimberos, los pacifistas, los ¨dialogantes¨, los que simplemente son indiferentes y muchas otras más. El escenario de las protesta se ha tornado tan complicado que ahora incluso algunos son capaces de mirar con desprecio a aquellos que con valentía defienden su propia causa.

 

Nunca pensamos que sería tan difícil, entre nosotros mismos, ponernos de acuerdo.

 

Para algunos, aquellos que no salen a protestar no pueden sacrificar un poco de su vida normal por simple solidaridad a aquel que se sacrifica por el, para otros, la oposición está dividida y no parece tener una estrategia clara. E incluso los que protestan continúan desarrollando su vida normal fuera de las manifestaciones, porque una situación así puede volverse insostenible, porque después de todo “la vida sigue“. La inconsistencia desanima, no parecemos tener un plan. Y así la desilusión comienza a expandirse en una especie de epidemia que arrasa con las esperanzas de todos los que esperaban resultados irreales a corto plazo.

 

Quizás no se trate de los medios, sino del fin, que todos comprendan que estamos en una Venezuela ¨secuestrada¨ que hay que rescatar. De entender la razones del otro, respetarlo, pues los mueve la fuerza de la impotencia ante tanta violencia, inseguridad, escasez y corrupción.

 

El primer paso es simplemente abrir los ojos ante la gravedad del asunto, y aunque parezca imposible, aún existen personas que no lo han hecho.

 

Sería triste explicarle a nuestros hijos, que a Venezuela no la mató un régimen sino la indiferencia y la incapacidad para ponerse de acuerdo. Esperemos entonces poder vivir con ese remordimiento de conciencia.

 

Sin embargo no todo es negro como parece. ¿Han servido de algo las protestas? no me atrevería asegurar que tanto lo han hecho, pero si me arriesgaría a decir que en el venezolano se puede notar algo distinto.

 

Cuando las condiciones de un país se vuelven intolerables, surgen los luchadores bajo un grito de libertad. Pero aún nos falta, hace falta más para rescatar esta Venezuela secuestrada.

 

Ya la desgracia se nos volvió rutina.

 

¿Qué más nos hará falta para despertar?

 

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