Las 4 actitudes ante la crisis

Por Ricardo Del Bufalo

@RDelBufalo

 

 

 

Venezuela está en crisis. Creo que todos podemos estar de acuerdo en eso, a menos que creas que esto no es una crisis sino una guerra económica, mediática, psicológica, estetoscópica y estítica (porque la mierda aún no termina de salir). Entonces, ante esta crisis han surgido algunas actitudes para enfrentarla, que yo he clasificado arbitrariamente (como se hacen las cosas en este país) en cuatro (como nos tienen en este país).

 

La primera actitud que debemos destacar es la optimista. El venezolano optimista es el que cree que esto mejorará pronto, el que tiene esperanza; en una palabra, el que se autoengaña. El optimista es el que piensa «estamos mal, pero vamos bien». O sea, estamos náufragos, en mar abierto, rodeados de tiburones corruptos y medusas motorizadas, no vemos la orilla, lo único que tenemos es un salvavidas medio espichado porque no hay aire con qué llenarlo, pero… vamos en la dirección que es.

 

La segunda actitud es la pesimista, que a decir verdad, es la realista. El pesimista es un carajo que dijo en 2004 «esto va a ser como Cuba» y mira… como que sí. El pesimista cree firmemente que esto va a seguir empeorando, que con elecciones no se arregla nada y que vamos a empezar a pasar hambre; mientras el optimista, metido en una cola de 2 horas donde solo se vende por número de cédula, dice: «no vale, yo no creo».

 

La tercera actitud es la extremadamente pesimista. Es esa persona que de cualquier acontecimiento o noticia, generaliza a que el país está jodido y no tiene vuelta atrás. El extremadamente pesimista es el que dijo «se cayó un pedazo del techo de la Asamblea… como el país, que también se cae a pedazos». El extremadamente pesimista es ese venezolano creyente en Dólar Today, que se fue del país y crítica a los que se quedaron porque Somalia está mejor que nosotros y que cree que todo lo bueno ya se perdió, cuando todavía quedan las cachapas con queso y pernil.

 

Y está la cuarta y última actitud, que es la más rara y difícil de encontrar: la extremadamente optimista. Esa persona que sin importar lo que se le diga, le saca el lado positivo a todo. Es un optimista doble. Es decir, así como el optimista se autoengaña, el extremadamente optimista se autoengaña doblemente. Hace poco conocí en una cena familiar  a un señor así. Cuando le dije que tuve que pagar 42 mil bolívares para cambiarle los frenos al carro, él respondió «bueno, eso es una inversión a futuro». Claro, ¡es una inversión para no matarme a futuro! La cena salió en 2.500 bolívares por persona y todo el mundo dijo que le parecía caro, pero este señor dijo: «pero qué son 10 dólares, vale, y por una cena de calidad». Si el salario mínimo son 30 dólares, más le vale que por 10 dólares tenga una cena de calidad.

 

La razón por la que digo que el extremadamente optimista se hace un doble autoengaño es porque se autoengaña con los dos lados de la moneda. Si uno le dice algo como «tu casa se está inundando», él responde «por lo menos no me están racionando el agua». Y si uno le dice «están racionando el agua en tu casa», él responde «bueno, por lo menos no se me va a inundar».

 

Si me preguntaran cuál es mi actitud, yo diría que soy optimista y pesimista al mismo tiempo. Pesimista porque sé que todo está mal y nada va a mejorar a corto plazo, pero optimista porque tengo esperanza de que vamos a salir de esta crisis, así sea dentro de 10 o 20 años. Estoy justo en el medio porque no soy lo suficientemente pesimista como para creer que no salimos de esto con elecciones (yo sí creo que salimos con elecciones) y no soy lo suficientemente optimista como para decir «no vale, yo no creo» (que yo sí creo).

 

Pero si me preguntaran qué tienen en común todas las actitudes ante la crisis, yo diría que la negación. Los dos tipos de optimistas niegan la realidad al creer que esto va a mejorar y los dos tipos de pesimistas también niegan la realidad al creer que todo se perdió. Todos estamos en negación.

 

Dejo entonces mi conclusión pesioptimista: nada va a mejorar, pero no todo está perdido. Por ahora. 

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