Venezuela se cae a pedazos (o la galleta de soda desmoronada en el bolsillo trasero de mi pantalón)

Por Ricardo del Búfalo

@RDelBufalo

 


 

El país es una ruina arruinada. No como Roma, cuya ruina es turística. No, el país le huye al turismo. No lo aguanta su fatigada espalda de tepuy. Porque Venezuela es bella, por eso utilizo esa metáfora de espalda de tepuy, que es como cuadradito. Bella Venezuela. Bella tú, bellos tus pedazos. Espantosamente bella tu ruina.

 

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Mientras pagaba su café en la panadería de costumbre, Josefa Martínez cayó desmayada sobre la caja registradora. Hace meses que no consigue la medicina que necesita para no desmayarse sobre las cajas registradoras de las panaderías. Al despertar, un círculo de gente a su alrededor la observaba, pero nadie le tendió la mano. Quizá porque dijo “déjenme aquí acostada un ratico que estoy mareada”. Mareada. Desorientada. No encuentra su equilibrio. Como el país. País con laberintitis.

 

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El día que aquel escolta huyó y declaró lo que declaró, se cayó un pedazo del techo de la Asamblea. El perfecto síntoma de nuestra enfermedad. El país, como el capitolio, se cae a pedazos. Se desmorona. Como la galleta de soda que dejé en el bolsillo trasero del pantalón. Pura ruina. No recojamos. No metamos el país en la lavadora sin antes revisarle los bolsillos, como hizo mi mujer con mi pantalón. Los pedazos que aún quedan de país se ahogarían.

 

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En un viaje que hice a Margarita la semana pasada, donde no hice sino disfrutar, al punto de llegar pensar que mi pesimismo sobre lo arruinado que está el país es un poco exagerado, descubrí un verso del gran poeta Antonio Pedroza Ortega Martínez Soublette Ramírez González, que reza “La ruina. Ay, la ruina”. Cuánto se dice con tan poco. Cuántos escombros caben en una palabra.

 

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Luego de haber hecho 7 horas de cola por dos paquetes de pañales y de haber cargado a su bebé de 9 meses durante 420 minutos bajo el inclemente sol del trópico, María Rivas exclamó “si duraba una hora más en cola, a mi bebé le iba a dar colitis”… Esa desdicha llamada humor. Esa anestesia llamada risa. Suena una carcajada, cae un pedazo de país.

 

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Nadie nos salva de nosotros mismos. Somos nuestra peor tragedia.

 

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La ruina. Ay, la ruina.

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