Una narrativa para Venezuela

Por Ricardo Del Bufalo

@RDelBufalo

 

 

 

Venezuela demanda una narrativa. Con la muerte del comandante supremo y eterno, comenzó a escasear el relato sobre lo que somos los venezolanos. La crisis de liderazgos políticos nacionales nos ocurre porque nadie sabe narrar el país. Nadie demuestra la visión de Venezuela que los venezolanos necesitan.

 

¿Pero qué necesitan los venezolanos? O mejor dicho, ¿qué quieren? ¿Quieren seguir enfrentándose al punto de matarse los unos a los otros? ¿Quieren una guerra civil? Yo lo dudo. Hay sectores radicales, incluso no políticos, que dirían que la solución pasa por las armas. Yo no sé qué quieren los venezolanos. Yo sólo creo que falta una narrativa que nos reúna en una visión nacional común.

 

Si Venezuela está estancada en una crisis económica y política que no deja de empeorar, para mí la solución no es el caos, el despelote, la guerra. Sin embargo, el gobierno sostiene, porque le conviene para seguir gobernando, que ya estamos no en una, sino en múltiples guerras: económica, mediática, psicológica, bacteriológica, memética, urológica, aristotélica, mongólica y estas exageraciones no dan risa porque el discurso de la guerra es tan ridículo que ni un humorista lo puede ridiculizar; la única manera de hacerlo es tomándoselo en serio.

 

¿Qué hacer, entonces, si vamos a dejar de lado la opción de la guerra? Se puede crear una narrativa que nos diga qué somos y hacia dónde debemos ir. Esto es trabajo de los líderes políticos.

 

La narrativa de la revolución bolivariana y el socialismo y las luchas populares que caracterizan al chavismo se agotó. Siguen orientando a los chavistas, aunque la mayoría están decepcionados de que la satisfacción del socialismo sólo se adquiere luego de una larga cola y con capta huella al final para que no vayas a abusar de tu ración de felicidad social semanal.

 

Las narrativas del progresismo de Capriles y Henri Falcón y la narrativa de la mejor Venezuela de Leopoldo todavía no se han agotado. Sin embargo, aún no conquistan al chavismo, con la ligera excepción de Henri y Capriles, que tienen algo de simpatía electoral en los sectores más clientelistas. ¿Leopoldo es popular entre las bases chavistas? No manejo información estadística al respecto. Pero su idea de “estamos del lado correcto de la historia” erige un muro tan alto como el de Juego de Tronos, que divide los sectores políticos que se identifican con Chávez de aquellos que no.

 

La semana pasada, Carlos Vecchio, dio la afortunada declaración de que “parte del chavismo es necesario para la transición». Declaración que aún no ha sido respaldada por Leopoldo, quien es el líder supremo de ese partido, el mandamás que decide convocar marchas sin consultar a sus compañeros, el mesías que se deja meter preso porque “da la cara”, el Chávez opositor. De allí mi antipatía hacia el liderazgo de Leopoldo: que se parece demasiado a lo que me opongo. Y quizá de allí el miedo de los chavistas hacia él: creen que los va a tratar como Chávez trató a los opositores.

 

Me repugna el discurso que divide a Venezuela en dos polos. Lo desprecio, aunque entiendo que la estrategia funciona. El texto “El insulto en Venezuela” de Francisco Javier Pérez, nos revela esta polarización histórica a través de los insultos políticos: realista y patriota, godo y liberal, gomecista y antigomecista, adeco y copeyano, chavista y escuálido, oligarca, burgués… Han sido tanto identidades como insultos. Para un opositor, decir “chavista” significa abusador, oportunista, corrupto, cómplice. Para un chavista, decir “burgués” significa apátrida, opresor, sifrino.

 

Pero la polarización es tan aguda, que inclusive la misma palabra tiene connotaciones opuestas. Guarimbero significa para la oposición un luchador, un valiente y para el chavismo un violento, un asesino. Hasta la palabra “patria” connota para el chavismo un lugar ideal, el territorio utópico donde se realiza la buena vida; mientras que la oposición usa la palabra “patria” en un sentido irónico para dar significado a una pésima calidad de vida.

 

Venezuela necesita entonces una narrativa en la que la palabra patria nos convoque a todos los venezolanos. En la que las identidades políticas, chavista y opositor, no sean insultos sino eso, identidades. En la que podamos convivir mutuamente como humanos y no como enemigos. Necesita líderes que la imaginen, que den imágenes de esa patria que podemos crear. Líderes opositores: no se limiten a decir «queremos un país sin colas y sin violencia». Líderes chavistas: no se limiten a decir «socialismo o nada y no volverán». Abran la mente. Derriben el muro de los lados incorrecto y correcto de la historia.

 

Necesitamos esa narrativa unitaria, porque desde el lenguaje se construye al otro, y sería una desgracia que de tanto llamarnos chavestias y apátridas, terminemos matándonos a tiros simplemente por una falsa idea que tenemos del otro. ¿Vale la pena morir y matar por una mentira?

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