Hacer estrictamente de todo
Contamos con la convicción del dirigente político que debe estar preparado o prepararse para todo, resbalándose en lo seco y parándose en lo mojado, como ocurre también en el ámbito sacerdotal o militar. Todavía más al desempeñar una responsabilidad de elección popular, trátese o no de un órgano del Poder Público.
En una larga entrevista que le hiciera Ramón Hernández para la Editorial Alfa (2011), Simón Alberto Consalvi ilustraba el esfuerzo que hizo el remoto parlamentario Rómulo Gallegos por estudiar las materias que le concernían quizá irremediablemente, distintas y hasta polémicas en una etapa crítica del país. No hay pretexto para desatenderlas cuando se ocupa una curul que fuerza a la consideración de los más diversos problemas, así no fuesen del gusto del titular, pues, la responsabilidad política – parafraseando un lema de la extinta Emisora Cultural de Caracas – obliga a ocuparse estrictamente de todo.
Tuvimos la intención de dedicarnos a la reforma de las leyes militares con nuestra primera elección por 2011, preparándonos debidamente, pero reglamentaria e inconsultamente fuimos destinados a la Comisión Permanente de Cultura de la Asamblea Nacional, aún considerada como una suerte de cenicienta de las comisiones, y emprendimos nuestro trabajo con la sobriedad que demandaba – sobre todo – a la luz del combatido Proyecto de la Ley Orgánica de Cultura. Luego, destinados sucesivamente a las comisiones de Política Exterior y a la de Administración y Servicios, entre otros asuntos, nos interesamos por el reclamo histórico del Esequibo y la normativa proyectada respecto al comercio electrónico y al correo postal.
Además de visitar personalmente la zona, hicimos un modesto esfuerzo por profundizar en el asunto esequibano, plantear propuestas concretas para el debate que torpedeó el gobierno, contando con la generosidad de asesores que, sin contraprestación alguna, aportándole al país, nos orientaron en la tarea. Un buen día de finales de 2015, Luis Alberto Buttó y José Alberto Olivar, tuvieron la gentileza de invitarnos a un foro en la Universidad Simón Bolívar y acudimos, apartando un poco de tiempo en medio de la campaña electoral aragüeña, para compartir el panel también con Manuel Donís Ríos, Germán Guía y Claudio Briceño Monzón: uno o dos meses después, solicitaron las notas de nuestra ponencia a fin de integrarla a una obra colectiva de un rigor académico que, al parecer, los satisfizo porque efectivamente fue incorporada a la compilación.
En cuestión de días, la obra estará en las librerías dándole otra nota al novísimo 2017: “La cuestión Esequibo. Memoria y soberanía” (Universidad Metropolitana, Caracas). Toda una hazaña editorial, a sabiendas de nuestras inmensas precariedades, reporta los trabajos de Olivar, Hancer González, Emad Aboaasi El Nimer, Guillermo Guzmán Mirabal, Briceño Monzón Buttó, Donís Ríos, Rajihv Morillo Dáger y, acompañando a académicos de tan alta calificación, el suscrito.
En relación al específico asunto, la gravedad que ha adquirido por la irresponsable actuación del gobierno, fuerza a una reflexión necesaria trastocada en un testimonio severo y oportuno de la academia que celebramos. De un libro “parte-aguas” habla Buttó, que, excepto las contribuciones editoriales más o menos recientes de Donís y Guzmán Mirabal o una estupenda tesis de grado que dirigió María Teresa Belandria, dibuja un poco la orfandad de una actualizada bibliografía: por cierto, el folleto que ordenó Maduro Moros dos años atrás, un bodrio publicitario, es simplemente eso.
Reafirmado en nuestro segundo mandato, un parlamentario no puede huir a unos problemas, quedándose con los más confortables, pues, por más circunstanciales que fuesen sus tareas, las suyas son – definitivamente – de Estado. Además, no ha de temerle al conocimiento sistemático, certero y consistente que la academia está dispuesta a dar, distinguiendo adecuadamente los roles.
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