¿Será que ahora estamos cerca del cambio?

Las calles de Venezuela recibieron el 2017 frías, inactivas políticamente, con vientos desesperanzadores que corroían los corazones de la población opositora, que para finales del 2015, había demostrado ser la nueva mayoría en el país. La ventaja numérica al final del año pasado parecía diluirse en los infames diálogos, junto con la esperanza de un cambio, hasta que salieron las sentencias 155 y 156.

Después que la Fiscal General afirmó por la televisión del Estado que las sentencia del Tribunal Supremo de Justicia rompían el orden constitucional, las manifestaciones volvieron a protagonizar los aconteceres en el país. La ciudadanía estaba a la espera, solo necesitaba un llamado consistente para salir a las calles y conseguir su objetivo. Una Venezuela sin dictadura.

Sin embargo, es natural que para muchos el escepticismo toque la puerta de sus mentes. En el 2013, luego de las elecciones, una gran parte del país tomó las avenidas principales de las capitales y nada pasó; luego en el 2014, durante meses, comunidades del país soportaron el humo de los cauchos quemados y las bombas lacrimógenas, sin que el sacrificio haya contado mucho para desmontar el Gobierno que se encaminaba hacia una vulgar dictadura; y luego, en el 2016, un año que comenzó llenó de esperanza, terminó convirtiéndose en uno pintado de negro. Los diálogos mancharon el ímpetu de las personas, muchas de ellas decidieron definitivamente huir del país. ¿Será que este año será igual?

Discurso y acción

No tengo una bola cristal para el ver el futuro, pero si puedo pensar que esta vez las cosas son diferentes, empezando por el hecho que el liderazgo opositor ha mostrado hasta ahora la disposición de mantenerse en la calle, pese a la represión de las fuerzas de seguridad que usan su arsenal represivo para mantener a los manifestantes a raya.

Son virales las imágenes de algunos dirigentes de oposición, que van de primeros durante las protestas, respirando humo, siendo agredidos con gas pimienta, hombro a hombro con los ciudadanos, que a diferencia de las concentraciones del 2016, regresan a casa sin decepciones. Se han sentido representadas por una oposición, que hasta ahora, actúa consolidada y con un discurso consistente.

Hasta hace unas semanas, los partidos opositores parecían estar en una guerra interna en donde algunos querían seguir con su actitud dialogante, transitando un camino oscuro, sin decir claramente lo que ya se veía. Nicolás Maduro es un dictador. Estas divisiones tienen años carcomiendo a la oposición, un bloque al que le ha costado encontrarse y formular acciones en conjunto. Ahora es demasiado claro que los “hijos de Chavez” han impuesto un régimen totalitario al intentar disolver en la práctica el Parlamento.

Un algo que perseguir

Algo que es diferente ahora, es que hay algo concreto por alcanzar. Las destitución de los Magistrados y que se le devuelva los Poderes a la Asamblea Nacional. Esos objetivos, alcanzables y que su no cumplimiento es la declaración implícita que más evidencia el totalitarismo, permiten que las personas puedan tener un discurso similar, previniendo que la lucha se pierda en la ambigüedad.

Las Declaraciones de la Fiscal General

Lo que dijo Luisa Ortega Díaz es una declaración que sorprendió a chavistas y a opositores, sin embargo, muchos creyeron que se trataba de una estrategia teatral del Gobierno para hacer creer a la comunidad internacional que estamos en un país con separación de poderes. No es descabellado pensarlo, solo que las afirmaciones de la Fiscal tienen implicaciones jurídicas no solo dentro del país, sino más allá de nuestras fronteras.

Cuando dijo “ruptura constitucional” se desencadenaron mecanismos internacionales, al no ser  ella una ciudadana cualquiera, sino una autoridad encargada del resguardo de los Derechos Humanos y los Derechos ciudadanos. Decir que hay una ruptura constitucional es declarar al país en dictadura, lo que hace que las democracias del continente se vean obligadas a actuar, hacer lo contrario es abalar a quienes imponen un régimen totalitario.

Ahora está Trump

Sin lugar a dudas, pese a que el presidente de los Estados Unidos no es un santo de mi devoción, su postura monroista nos conviene. El hecho de que el Comando sur de la potencia Norte Americana haya dado las declaraciones que dio, pone al Gobierno contra la pared; esta vez no se enfrenta a un presidente con una postura dialogante, de libre mercado, de negociador, sino a uno que cree en verdad que su país, es el único merecedor de ser llamado súper potencia, así que tener cerca de sus fronteras enclaves iraníes, rusos o chinos es algo que simplemente no va a permitir, y tiene el poder (lo de Siria lo demuestra) para que si en un momento Maduro se pasa de la raya (está muy cerca) regalarle a Miraflores una decenas de tomahawk y una visita de miles de Marines para terminar definitivamente con el chavismo.

Las condiciones están dadas para impulsar un cambio. Hay presión internacional (La carta Democrática y las declaraciones estadounidenses), un algo que perseguir, disidencia dentro del chavismo y una dirigencia más determinada, que sí realmente asume su responsabilidad histórica, podrá terminar de sacar del poder a un Gobierno que, ideológicamente y por lo negocios ilegales de muchos de sus miembros, no va a soltar el poder por vías democráticas. ¿Qué dictadura de izquierda se va pacíficamente? La historia afirma que ninguna.

Jorge Flores Riofrio
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