De la inevitable movilización

Fotografía: Carlos Garcia Rawlins / Reuters.

Suscribimos la presente nota, antes de las importantes jornadas del 16 del presente mes. Es de presumir, por su naturaleza más íntima, por el talante de sus miembros y la estirpe ideológica que, en el fondo, los explica, que la dictadura afila los colmillos: los que le quedan, por cierto de cuidado, porque otro hubiese sido el escenario de tenerlos intactos en diciembre de 2015, pues, perpleja y paralizada, le tomó tiempo saber qué hacer ante la contundente derrota parlamentaria que aún la traumatiza.

Añadidos determinados sectores de la oposición, principiando 2014 esta dictadura nos creyó minoritaria, ínfima, insignificante, una ilusión óptica a la que contribuyeron muchas de las trampas electorales precedentes más esa eficaz satanización que prosperó, gracias a los recursos materiales y simbólicos del Estado, sintetizada en un término: “escuálidos”. Quedaron – absurdamente – sorprendidos los encuestólogos y sus pacientes devotos que nunca velaron por preguntas distintas al realizar los trabajos de campo y, por supuesto, generada la movilización de protesta a partir de las celebérrimas asambleas de ciudadanos de entonces, no hubo en adelante sondeo alguno que no reconociera esa verdad oculta por largo tiempo, la de las mayorías de incontenible crecimiento y determinación en franca protesta contra el gobierno.

Movilización inevitable, muy apenas abortada por una brutal represión a la que se incorporó el diálogo parapeteado por Miraflores. Continuó, bajó el ritmo o simuló bajarlo, e hizo posible el triunfo parlamentario – además – en sitios inesperados, con independencia de los nombres postulados;  y se reactivó nuevamente al recrudecer la crisis humanitaria y de institucionalidad anunciada en las protestas de 2014, con el escepticismo de los determinados sectores de la oposición que, por cierto, tampoco quisieron oír las advertencias referidas al revocatorio y la declaratoria de abandono del cargo, como el reordenamiento del TSJ y CNE que ha debido hacerse muy antes.

Quizá el más cercano precedente a los actuales y masivos eventos, sea el de los días de la protesta popular y espontánea que partieron del 14 de febrero de 1936, con un saldo lamentable de muertos y heridos. Expresando los años precedentes de terror y miedo, fue una gesta ciudadana, sumada la intensa movilización de la sociedad civil de entonces, que forzó la otrora transición a la muerte de Gómez.

Los hechos que vivimos hoy, lucen muy superiores a todos lo que marcan nuestro historial republicano, excepto la guerra independentista y la federal. Dios mediante, triunfaremos y lo haremos para protagonizar la  transición democrática pendiente,  al movilizar, movilizándonos, sin desmayos.

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