Por siempre

A seiscientos veinte metros por encima de la altura acostumbrada, nuestras palabras rozaron la aventura y la juventud. Antes no se había dado la oportunidad porque no habíamos extendido nuestras frases más allá de banalidades. Pero ese noviembre, coincidimos en tantos puntos que el match impresionaría a cualquiera. 

Espejos.

Tú terminabas de escribir, con dudas, un libro. 

Yo sí plasmaba mi historia con serenidad e incluso con plena seguridad.

En una ráfaga de filosofía trivial, con la mirada desnudando la metrópoli, el viento fue testigo del convencimiento con el que sentenciábamos la trascendencia de una unión sempiterna.

La ligereza de los comentarios acompañaría los siguientes, en los que hablábamos de la descendencia y algunos números, pero también de su relación con la juventud.

Hoy esa trivialidad y tú se distancian cada vez más cuando aquel recuerdo invade la sien.

Lejanía. Sí que te(nos) jugó con astucia: es la protagonista de una perfecta paradoja. Lo confirmó lo inmarcesible.

En ocasiones, me intimida soñar(te), aunque la confesión de otro sueño sobre «toda la vida» haya sido hecha. Me intimida por la incertidumbre siempre presente.

Pero la sonrisa vuelve cuando la paciencia retoma su lugar, cuando conjeturo y visualizo la escena: finalmente, el amor por siempre, a casa llena.

Ariana Contreras
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