La autonomía universitaria

Tras la caída de la última dictadura el 23 de enero de 1958, se iniciaría un proceso con significativos cambios. El júbilo de la democracia prontamente cubriría las calles del país, se trataba del momento propicio para sentar las bases de un sólido y prometedor sistema. En aquel marco esperanzador se aprobaría la Ley de Universidades el 5 de diciembre, donde quedaba establecido la plena autonomía universitaria, dejando atrás los recuerdos de la represión y la violación de los derechos ciudadanos.

Sin embargo, la estructura evolutiva de la autonomía universitaria en Venezuela, se sumerge en una serie de momentos que evidencian algunos sinsabores. Entre ellos, el período ejercido por los Monagas (1847-1858), la presencia desgarradora de la Guerra Federal (1859- 1863), la estampa arrogante del caudillo de abril Antonio Guzmán Blanco (1870-1888) y la hegemonía andina (1899-1945). En tal ambiente, la conculcación de ciertos derechos fue tajante, donde el Ejecutivo se reservó en varias ocasiones la selección de las autoridades académicas.

En 1849 bajo la presidencia de José Tadeo Monagas queda establecido de manera específica que ningún profesor adverso al gobierno podría ejercer sus labores y dictar cátedra. Asimismo, al cabo de la Guerra Federal y mediante decreto de Juan Crisóstomo Falcón, se establece nuevamente la reserva por parte del Ejecutivo del nombramiento de autoridades universitarias tales como: rectores, vicerrectores y tribunal académico.

La autonomía académica en nuestro continente se encuentra estrechamente vinculada con la ciudad de Córdoba (Argentina) y puntualmente la Universidad Nacional de Córdoba, ella representa el alba del siglo XX, el factor más importante de cambio estructural en Suramérica a escala universitaria. El reformismo de Córdoba surge cuando la universidad de características coloniales se vuelve antagónica con los cambios sociales, económicos y políticos del nuevo siglo.

El impacto en Venezuela de aquella reforma de 1918, fue menos que imperceptible, primero con Cipriano Castro como gobernante de turno y posteriormente bajo la subyugante mano del Benemérito Juan Vicente Gómez, donde la universidad venezolana se mantendría aletargada, censurada y clausurada.

Por su parte, el 24 de noviembre de 1948, es derrocado Rómulo Gallegos, quien fuese el primer Presidente electo a través del voto directo, universal y secreto. Aquel acontecimiento sumado a la presencia de la Junta Militar de Gobierno y luego la de Marcos Pérez Jiménez como presidente electo (1952-1958), significaría también el retroceso de lo poco que se había conseguido en materia de autonomía universitaria. Se realiza la intervención de la Universidad Central de Venezuela, se destituyen todas sus autoridades, y seguidamente se decreta la Ley del 5 de agosto de 1953, reduciendo a su mínima expresión la autonomía universitaria, derogando incluso la libertad de cátedra que generaría una enorme presión sobre el profesorado.

Por supuesto, el nuevo milenio no escapa de los abusos y represiones, todavía el llanto que enluta familias venezolanas nos recuerda la brutalidad con la cual fueron tratados los estudiantes que hace unos meses salieron a las calles en su legítimo derecho, expresando su disentimiento político como ciudadanos de la República.

Estas sucintas líneas, nos recuerdan que el 5 de diciembre no es un día para el descanso de los catedráticos de las universidades, se trata de una fecha que conlleva una carga histórica de gran relevancia, simboliza la autonomía, la libertad y universalidad de las ideas, representa el rechazo al autoritarismo y la dictadura, enarbolando la bandera de la justicia y la democracia.

 

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