De si fuése posible otro Círculo de Bellas Artes*: Fotógrafos

En el artículo anterior surgió una interrogante, con el propósito de desglosarse en varios artículos, inspirados en distintas tertulias llevadas a cabo con artistas que residen en Venezuela y que se mantienen activos con proyectos en la actualidad; los mismos se alinean en la idea de lo que fue el Círculo de Bellas Artes y sus resultados socioculturales dentro de la respectiva época. A continuación, se presentan fragmentos de las conversaciones sostenidas.

Dualidad, así comienza, con que uno siempre tiene esa dualidad, esa otra parte de la vida de uno mismo que va paralela a la labor predeterminada. Debido a ella, en 1999, surge la fotografía en las manos de Luis Chacín, graduado en artes, habiendo cruzado con anterioridad por los salones de la carrera de turismo, a partir de donde, precisamente, la idea de vender un producto le llevaría al estudio de la imagen.

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El desenvolvimiento del fotógrafo podría seccionarse en el trabajo autoral -que da paso a la creación íntima del artista y permite que fluya la voz que éste desea hacer presente ante el exterior-, el trabajo comercial -que logra una consistente entrada económica- y el trabajo como docente -la multiplicación de las herramientas para el desarrollo artístico y social.

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Muchos años antes de desempeñarse como museólogo, caminó por los pasillos del Museo de Bellas Artes en labor de pasante, y el experimentar esa cercanía con las obras, en una época de mucho movimiento artístico, donde variadas actividades y bellísimas y diversas exposiciones se llevaron a cabo en dicho espacio, le inspiró a una nueva forma de enfocar la vida, tomando entonces una nueva dirección por el camino de las artes, adentrándose más adelante en el universo fotográfico.

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El fotógrafo debe ser integral, saber de todo, aprender de lo que le rodea, de lo que le acompaña, en la diversidad del mundo que circula a su alrededor, de no ser así su trabajo sería muy frío, por ello es importante que el fotógrafo se encuentre nutriéndose y rodeándose de otras formas de expresión y de desarrollo, pues de enfocarse en la fotografía como lo único estaría colocando trabas a su procesos creativo.

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Respecto al Círculo de Bellas Artes, este surge en la época de Juan Vicente Gómez, tiempo en el cual Venezuela se encontraba atrasada en varios aspectos con respecto a otros países, y que antes de ser conocido como tal, este movimiento de gran referencia cultural en nuestra historia, parte de un grupo de estudiantes de arte expulsados de la Academia, precisamente por su desacuerdo con el academicismo. En base a esto se pueden enlazar algunos elementos similares con la actualidad, en términos artístico-intelectuales hoy día están ocurriendo hechos, descubrimientos, avances en el mundo, que todavía no cruzan las fronteras de esta tierra. Es de tener en cuenta también la trascendencia, el Círculo de Bellas Artes no marcó hito de la noche a la mañana, lo que partió como una reunión de artistas plásticos, a la que después se le fueron sumando escritores, críticos de artes y hasta músicos, logra su auge como movimiento ya por los años 40. No se podría decir que no se está haciendo nada hoy día, pero hay que darle tiempo, hay que esperar esa trascendencia, que no necesariamente habría de durar tantos años, los resultados podrían verse en una década.

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Las iniciativas sí están presentes, se siguen gestando, hay artistas que se unen para trabajar en colectivo -por lo general, el artista trabaja en solitario, desde su taller, y a veces le cuesta salir de él, a pesar de ello, se unen para lograr objetivos que por separado resultan muy difíciles- estas nuevas uniones se dan, por ejemplo, a modo de cooperativas, tomando en cuenta la adaptación a las actuales maneras y procedimientos para la realización y el alcance de proyectos. El asunto está en la continuidad, no han permanecido en el tiempo, punto que marca la diferencia con el Círculo de Bellas Artes (movimiento que permaneció hasta más allá de los años 50). La dificultad de mantener dicha continuidad radica en la costumbre -del artista- de trabajar en grupos pequeños o en formato individual, el vínculo tan marcado con las distintas posturas políticas, generando divisiones, la diáspora de los tiempos presentes y la situación económica de los últimos tres años que ha resultado muy dura, aunque hay que admitir que esta no era excusa hasta los años 2010-2012, cuando todavía existía una bonanza que no fue aprovechada.

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Para aquellos que hoy día continúan sumándose en equipos proyectados en una visión conjunta, se hace presente la necesidad de aprender a surgir de manera independiente, pues las instituciones suelen abandonar las ideas con mucha rapidez, debido a cambios en las gestiones de trabajo, abortando proyectos en marcha. Los fotógrafos deben entender que no se deben de caer los proyectos si no hay una institución detrás. En esta misma sintonía, los medios digitales han permitido, de igual manera, trabajos en conjunto, no solo entre venezolanos sino involucrando artistas de otros países también, hecho que podría tener respuestas similares a las del Círculo de Bellas Artes; nuevamente habrá que esperar, en 10 años se podrán analizar con detenimiento los resultados y cambios trascendentales de estas ideas.

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Y respecto de esta era digital, en la fotografía existió un boom que no vivió la pintura. “Lo digital” se manifiesta a partir de los años 90, y la digitalización disgregó, porque los fotógrafos de formación analógica (la vieja escuela) tuvieron que actualizarse, y a muchos les resultó muy duro el uso de nuevas técnicas, como photoshop o intervenciones digitales, herramientas a las que no estaban acostumbrados y de las que si prescindían les llevarían a la exclusión en cierto modo.

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Por otro lado, la masificación de la fotografía digital que se detonó alrededor del 95, desembocó en la imagen banal. No está mal drenar generando imágenes, pero que hay que reconocer el proceso de banalización al que se somete el arte fotográfico por ello mismo. Lo difícil no es lograr una buena toma sino generar una serie; las presentes tecnologías permiten hacer publicaciones muy rápido y no existe una reflexión, entonces, del trabajo que se está realizando. La reflexión sobre la obra es fundamental en el desempeño y la realización fotográfica. Hoy día hay muchos fotógrafos autodidactas, no todo el mundo estudia y por ende no se llega a esa fase de análisis, precedida por un madurar de la ideas, un entrar en conciencia del artista. En aquella época, los artistas que conformaron el Círculo estaban cansados de lo académico, podría decirse en cierta forma que en estos tiempo es la rapidez de todo lo que resulta agotador; no se trata de ir en contra de la tecnología, sino de apropiarse de ella sin dejar a un lado la reflexión. Un ejemplo de ello sería, si decidir comprar una cámara cada vez que aparece un modelo nuevo o comprender que solo se requiere de una nueva cuando la que se tiene se ha roto; esto es, entonces, apropiarse de las herramientas con madurez y no desde la presión comercial.

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Por último, es importante tomar en cuenta que el objeto presente tiene un aura, no es lo mismo ver una obra desde un libro o una pantalla que verla en el formato real, por lo que la presencia física en el acto de apreciar el arte tiene un peso único. Y en el mundo de los fotógrafos, particularmente, se requiere de otro que comente el trabajo propio, así sea muy bueno, pues ello permite ese análisis de la obra, esta vez desde la perspectiva de un observador con conocimientos en el área, y el correcto desarrollo del fotógrafo. Los círculos de trabajo funcionan y son necesarios.

Fin de la tertulia.

(Texto tomado de los pensamientos y palabras del fotógrafo Luis Chacín)

Barbara Uzcategui
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