Cháchara

Los cambios son vientos que toman algo consigo y se lo llevan, dejándonos alguna otra cosa en su lugar. La tierra se mueve, gira, genera nuevas condiciones, en ocasiones demás de distintas a las que hasta entonces se tenían, al pintar una realidad diferente a la que estaba establecida. Sorprenden, proclaman el mover de muchos pensamientos, transforman, y más allá de ser considerado como algo bueno o malo resulta en el paso de una cosa a otra, de un estado a otro, de uno a otro tiempo. Un intercambio de circunstancias.

Ver partir a unos y dejar llegar a otros, atravesar situaciones que se complejizan y obligan a cambiar el trote, permitir a las ideas que retoñen pese al miedo, afrontar lo que de ello ha de venir. Cada quien busca la manera de hacerse paso en la jungla para lograr un pedazo de sol al día siguiente, cada uno decidirá si plantar y agregar este o aquel abono o si arrancar lo plantado. A todas estas, es los momentos de menos ruido quizás habrá alguien que haya notado que existir es seguir sumergidos en la placenta; pero hablar de este sinsentido es desviarnos del tema que, confesamos, no sabemos muy bien cuál es.

Todo va por hablar un poco de lo que conocemos, por supuesto, las vivencias a diario desde nuestro lugar de acción -alias: nuestro trabajo-, después de todo el café genera historias que son vividas por temporadas o por instancias. Asumimos que nuestra intención es acompañar a los lectores a beberse su taza de café, amenizar el momento, quebrar el cuadro de soledad que se yergue cuando es debido quebrarlo, susurrar como las hojas de los árboles en las plazas para contenerla cuando es necesario, en cambio. En cambio… sí, mucho cambio, tajante en ocasiones, de ello diremos que las recetas de humildad y paciencia para aceptar la adaptación, y claridad y astucia para desarrollar la -tan de moda en estos días- resiliencia, son buenas simbiosis para convivir junto a su predominante constancia.

A veces no hay que tener un tema para iniciar una conversa de esas que incluyen cierta dosis de cafeína, a veces simplemente bastan las ganas de querer compartir ese aroma, el que viene de la taza y del otro, y hablar y hablar de cualquier cosa, porque las palabras dan ideas a la gente y les entregan pequeños potes de pintura para disponer sobre el nuevo lienzo. Pero además, pisar los peldaños correctos puede llevarnos a las personas precisas que, despojándose de sus palabras, activarán el interruptor que prende el bombillo que nosotros mismos no alcanzamos.

Barbara Uzcategui
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