Sobre la democracia liberal
Desde hace algún tiempo, indagamos sobre el pensamiento marxista venezolano en materia petrolera. No es otro el signo del régimen que ha prevalecido hasta ahora en la Venezuela del siglo XXI, por lo que resulta inexcusable una perspectiva acaso más tediosa, pero necesaria para tipificar muy bien la gran estafa política y algo más, que ha victimizado a las grandes mayorías.
Hace relativamente poco, en un texto ocasional, nos permitimos comentar a un reconocido experto, como Carlos Mendoza Potellá, a propósito de la reedición de un ensayo de mediados de la década pasada. Y, más pausadamente, lo tratamos para un papel de trabajo dirimido en la Escuela de Estudios Políticos de la UCV, por amable invitación del profesor Jonathan Benavides, en un encuentro sobre la razón y la política de Estado, ejemplificándolo con el tema petrolero y petroquímico. Sin embargo, imprevista nuestra intervención en la sesión plenaria próxima pasada de la Asamblea Nacional, referida al embargo de los activos de PDVSA por la Conoco Phillips.
Hicimos una nueva mención del autor con el que no tenemos relación personal alguna, como hubo ocasión de aclarar a un amigo quizá común que la presumió equivocadamente como una fijación.
Mendoza Potellá, independientemente de sus posturas políticas e ideológicas, ha sido un estudioso del área que no ha tenido responsabilidades, al menos, decisivas o determinantes, en la política petrolera de la dictadura, siendo más fácil presumir la buena fe de sus planteamientos. Por ello, lo calificamos de cándido cuando propuso la conformación de un Consejo de Estado para la supervisión del negocio petrolero, al igual que la activación de la contraloría social.
Un negocio de tan alta y respetable complejidad técnica, gerencial y política, requería y aún requiere, del debido escrutinio, examen o evaluación de los órganos especializados. Luce más adecuado y convincente, ante las fórmulas propuestas, las instituciones propias de la democracia liberal, como el parlamento y la contraloría general de la República, además, órganos autónomos del Poder Público, junto a una activa opinión pública concursada por los grupos de interés ciudadano, fueren económicos, académicos e, incluso, ideológicos.
El caso viene a colación por la extraordinaria entrevista realizada a Jürgen Habermas por Borja Hermoso para El País Semanal, días atrás, en la que el célebre alemán reafirma sus convicciones marxistas y, a sabiendas de la distinción que hizo entre el patriotismo de la guerra y el de la Constitución, se siente patriota de un país de democracia estable y de una cultura política liberal. Por supuesto, aislada editorialmente Venezuela, ajenos a los más importantes debates de los cuales apenas llegan pocos ecos, orientados hacia una sociedad de ágrafos, el desconocido Habermas ni siquiera tendrá la honra de pasar al tribunal disciplinario del PSUV o del PCV de los cuales quizá sean miembros unos que otros, avisados de su existencia.
Abrigamos la convicción en torno a la necesidad de recuperar y realizar plenamente la democracia liberal en nuestro país, como presupuesto indispensable para el perfeccionamiento de las instituciones que jamás lo logrará ese enfermizo reemplazo de las fáciles adjetivaciones. Ha sido obsceno el intento de destruirla definitivamente, hoy, pretendiendo desconocer el sufragio directo universal, directo y secreto, por ejemplo: una de nuestras mayores conquistas históricas, alcanzada con sangre, sudor y lágrimas.
Suscribimos estas líneas, días antes de celebrarse el fraude ya cantado de la dictadura, afectados por la difícil situación de El Helicoide, donde los presos políticos y comunes han sido agredidos nuevamente. Reafirmamos nuestra postura: del asalto pasaremos a la dimisión y, más temprano que tarde, nos corresponderá reconstruir la República.
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