Cuando se quién soy, soy tú

Haciendo recuento de los años que llevamos cayendo, me siento en la pendiente que quita el aliento. Despierto cada mañana con cierto impedimento.

Nos ingeniamos un modo de ser productivos y de rendir la energía. Reconsideramos las posibilidades y calculamos cómo estirar los recursos, todos, no solo los materiales. Nos replanteamos diariamente las necesidades, las prioridades, los planes. Reconsideramos sobretodo, lo que somos y para lo que estamos.

Pero en la cuenta final hay un faltante: el desperdicio de nuestra energía creativa en salvarnos. Las capacidades que construyen la vida individual y colectiva se malgastan, perdidas están.  Somos como una gotera, una nevera abierta, una bombilla encendida de día. Cansados y anhelantes, vivimos en un laberinto, condenados a transitar los recorridos hasta acertar con el que lleva a campo abierto. Configuración angustiosa en la que estamos y de la que hemos de salir o morir en el intento. A cada paso, dando aliento y vida propia al cambio, debemos ser fiel imagen de la solución. Imponer bondad, la nuestra, a esta tenaz perversidad.

Dos jovenes nos miraron hoy con amor, con bondad, cuando pagamos con esfuerzo, parte de su exigua compra en un pequeño supermercado fuera de nuestro país. Dolor que aplasta. Recién llegados de Venezuela, son «llevados» en Bogotá. Dos que expulsó la revolución y que pronto se tragó la droga. Dos menos dos, cero.

Escribo mientras cae la tarde, mientras leo mensajes que son visitas desde Caracas, Pamplona, Monagas, Mérida, Santiago de Chile, Lima. Amigos, letras, sus voces, sincronizadas al tiempo del querer y no poder.

¡Podremos, hay que poder!. Porque aunque hayan trazado mil lineas para hacernos perder, hallaremos laberinto, tu salida. Quedarán para siempre los sacrificados aquí,  entre tus muros infames, donde ha tragado la bestia insaciable su vivo y cruento alimento. Precisamos seguir. Atemos retazos, juntemos amor, unamos lo que halla: mentes, brazos, almas, dos mapas, una acción. Hagamos por todos,  lo que Rama pidió a Hanuman:

«Cuando no sé quién soy , te sirvo. Cuando se quién soy, soy tu».

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