Parlamento: el libreto de los desahuciados

Foto de portada: The Associated Press

Discúlpenme si desde el principio condiciono el contenido de este artículo. En su vergonzoso discurso cuando asumió la presidencia de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó reconoció que en los venezolanos hay descontento porque los diputados opositores crearon falsas expectativas  al prometer un cambio político, y aceptó los errores –constantes- que ellos han cometido en el transcurso de los tres años que tienen en el cargo.

A parte de tratar de hacer el acto protocolar anecdótico, vacilar y echar unos que otros cuentos, ese mismo día Guaidó dijo que Maduro usurparía el poder si se juramentaba como presidente de la República –como ocurrió- y que el Parlamento asumiría, como constitucionalmente corresponde, la potestad de convocar a una nueva contienda presidencial para elegir a esa figura.

Entre tanto y tanto, mencionó que necesitarían el apoyo de tres sectores importantes: el pueblo venezolano, la comunidad internacional y la Fuerza Armada Nacional. El 10 de enero, el presidente parlamentario declaró en emergencia al Poder Legislativo después de la asunción de Maduro, pero aclaró que las acciones a tomar para restituir el hilo constitucional no serán inmediatas porque estamos en dictadura.

Quizá Guaidó no se dio cuenta, pero ya cayó en el error que aceptó desde el principio, cuando se pronunció al país con blandas palabras sabiendo la gravedad política que él mismo ha denunciado. Desde un principio los dirigentes de opositores han sabido que no pueden –y, para bochorno, el chavismo también lo sabe-, básicamente porque el Gobierno nacional ha sabido –y si no sabe se las inventa- para cercar cada vez más a sus adversarios y, al mismo momento, hacer parecer que cualquiera de sus actos son legales. Por supuesto, están apadrinados por el Poder Judicial –ya sabemos que los otros, excepto el legislativo, están en subordinación-.

Se entiende entonces que los diputados han establo bloqueados y sin ningún tipo de herramienta a la mano que les dé resultados positivos e inmediato porque, como mencioné, Maduro cuenta con el apoyo de sus funcionarios de confianzas, de sus piezas, de las columnas vertebrales para estirar su estadía en Miraflores. Sin embargo, Guaidó pidió, de buenas a primeras, algo que es necesario, pero que ellos mismos se dieron el lujo de perder: el apoyo de los venezolanos.

Ese fue el primer punto que refirió él en su discurso. Pero resulta sencillo recordar una cosa importante: la oposición está desarticulada porque en su ceguera de “salir” de Maduro se dejaron llevar por su egoísmo y por el interés propio de resaltar, de sobre salir en medio de cualquier situación, de alzar su partido político y no por rescatar, precisamente, aquella premisa por la que los venezolanos los eligieron en diciembre de 2015: salir de la crisis económica, política y social. Es que, incluso, perdieron los votos que los mismos chavistas le negaron al hijo político de Hugo Chávez.

¿Recordarán los dirigentes opositores el número exacto de venezolanos que murieron durante las protestas violentas del 2017 o del 2014? ¿Sabrán que hay nombres que van más allá de Nehomar Lander, Armando Cañizales y Juan Pablo Pernalete? ¿Tienen conciencia de los que venezolanos ya no creen en ellos? No hay una creencia firme, sustancial, de que el cambio va a surgir, precisamente, de quienes están al frente de la Asamblea Nacional ni de la comunidad internacional.

No sé cuántas veces han pedido a los miembros de la Fuerza Armada Nacional que se subleven. ¿Son capaces de recordar los nombres de los efectivos militares –escasos para los que se necesitan- que se han rebelado en contra del Gobierno de Maduro? ¿Quiénes pagan al final con persecución, con cárcel y con muerte?

Los efectivos militares –y esto también es fácil comprenderlo porque la notoriedad es innegable- están absolutamente subordinados –por más que pasen hambre- al Ejecutivo venezolano. Por algo Vladimir Padrino López ha estado al frente del Ministerio para la Defensa durante tanto tiempo.

El grupo de militares que pudiera estar en contra del sistema político de Venezuela no se arriesgaría a rebelarse por una cuestión que ya mencioné arriba: la oposición carece –y con toda razón- de credibilidad para los opositores a Maduro y no han garantías de que, al sublevarse, realmente se mueva la máquina hacia el cambio de Gobierno ni tampoco tienen la seguridad de que van a tener la protección que necesitan si no llegan a tener éxito. Ellos mismos conocen la situación de crueldad a las que son sometidos los presos políticos en el país.

Aquí no va a surgir un cambio –ninguno, ninguno- si los dirigentes opositores –o los que quedan- o intentan recobrar la confianza de los venezolanos, del pueblo descontento, de los que sufren la crisis, de los que se calan el metro sin aire acondicionado, de los que no consiguen los alimentos ni las medicinas, de los familiares de quienes murieron, de los que hacen colas y colas, de los que se fueron del país, de los que dejaron sus estudios, de quienes se vieron obligados a dejar de ejercer su profesión y de los que aún tienen las esperanzas de vivir en un país, un verdadero país.

La solución a todo esto no está detrás de Twitter escribiendo 233 ni de cambiar la foto de perfil de WhatsApp ni de enviar cadenas, ni nada de eso. Sostengo que el fuerte para hacer frente eran las urnas electorales, esa era la única vía, pero fue tanta la campaña de abstención que los venezolanos dejaron de ejercer su derecho al voto, que era una oportunidad como cualquier otra. Pero estoy seguro de que detrás de todo ese discurso abstencionista están los desacuerdos –y desaciertos- de los partidos que conformaban lo que se conocía la Mesa de la Unidad Democrática.

Después de ver que perdieron voz dentro de la misma oposición, pensaron que como única opción hacer que los venezolanos dejaran pasar cada elección como si realmente no importara el futuro del país. Quisiera ver qué posición asumirán aquellos cuando la Asamblea Nacional Constituyente –que, aunque es cuestionada, existe y ejerce funciones- llame a un referendo constitucional o cuando –por cuestiones de la vida- pueda llegar a convocar elecciones parlamentarias. Ellos mismos le hicieron fácil el cierre de cualquier posibilidad al Gobierno de Maduro, ellos le dieron todo para fortalecer el cerco en contra de la democracia.

Y no se trata de ningún organismo internacional –mucho menos de uno tan parcializado, con intereses muy propios y ajenos también a los venezolanos, como lo es el Grupo de Lima- ni de ningún otro gobierno, tampoco de seguir esperando que algún día ocurra un pronunciamiento dentro de la Fuerza Armada Nacional.

No, Guaidó –o cualquier otro que venga-. Aquí la cosa no es llegar y pedir. Aquí la cosa es hacer las cosas bien, con verdadera vocación política, y ganarse –nuevamente- la voluntad de los venezolanos.

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Guayoyo en Letras