Sexualidad en la adolescencia y el autocontol

Hace varios años viendo la televisión española tuve la oportunidad de escuchar a un joven panelista, hablar del autocontrol en la sexualidad como algo viable y que no se trataba de super- poderes, sino de una decisión personal.

Realmente eso me quedó sonando y recordé el experimento del investigador Walter Mischel en los años 60 denominado el “Test del Marshmallow*” (dulce suave muy consumido en Norteamérica), aplicado  a 32 niños de pre-escolar y cuya propuesta consistía en esperar por varios minutos para comerse el dulce que tenían en frente; si lo lograban les darían otro igual como recompensa.

Además de lo tierno y gracioso que resultó el experimento, se pudo observar a través de varios años que aquellos niños que lograron postergar la gratificación y ejercer el autocontrol para comerse el dulce, alcanzaron también buenos niveles de vida tanto familiar como profesional.

Si hacemos la propuesta, especialmente a los jóvenes, de que posterguen el inicio de las relaciones sexuales, que son cada vez a más temprana edad, podría parecerles demasiado pedir o una posibilidad irreal.  

Indudablemente cuando tenemos poca capacidad de auto controlarnos, los riesgos aumentan y la sexualidad es una de las área más vulnerables; especialmente cuando la dinámica cultural que los rodea sobrevalora la imagen de lo que representa la sexualidad como recurso para la obtención de metas, entre ellas la aceptación y validación del individuo en su medio ambiente.

Una educación sexual afectiva, con énfasis en las emociones y el manejo de las expectativas (que pone a prueba la autovaloración), debe estar como materia incluida en la enseñanza sobre  sexualidad. Que la misma sea impartida a nivel de cada edad, con el respeto y la gentileza que merecen los niños pero atenta a dar información clara y bien sustentada. Esto nos permitiría tener jóvenes con más criterio, que podrán elegir con más claridad cuándo iniciarse sexualmente, basado más en sus planes y proyectos personales que en seguir la presión de su entorno.

El autocontrol no es sólo una herramienta útil sino un escudo para no sucumbir a las múltiples y dañinas propuesta de un mercado agresivo e indolente con el bienestar humano.

Hoy en día, sabemos que las emociones se educan y se fortalecen desde temprana edad. La educación juega un papel fundamental, tanto la que reciben en casa a través del ejemplo y la fijación de límites, como la que se imparte en las escuelas en base a principios y herramientas que los preparan para enfrentar la vida de adultos.

Por eso los invito a que  como padres fortalezcan el músculo del autocontrol desde la niñez para que sus hijos tengan futuros más asertivos.

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Guayoyo en Letras