El manejo de las expectativas es fundamental
Editorial #447 – Íbamos bien

En mucho tiempo no habíamos tenido una convicción tan fuerte de que estamos muy cerca de terminar con la pesadilla venezolana como en las últimas semanas. La juramentación de Juan Guaidó como presidente (E) el 23 de enero, las multitudinarias movilizaciones ciudadanas, el contundente apoyo de la comunidad internacional y el resquebrajamiento de la fuerzas del chavismo apuntaban a un mismo objetivo: la salida de Maduro y sus mafias.

Sin embargo, como ya ocurrió otras veces, empezamos a ver algunos pasos en falso por parte de quienes dirigen este proceso y también operaciones políticas de los cómplices y traidores de siempre que buscan entorpecerlo.

En su momento advertimos que el manejo de las expectativas era fundamental para no dejar flancos débiles en este nuevo periodo de lucha. El concierto del 22 de febrero y el anuncio de que la ayuda humanitaria ingresaría a territorio venezolano el 23 “Sí o Sí”, se convirtió en desconcierto cuando eso no sucedió y quedó claro que no había un plan B inmediato.

No se trata solo del impacto político, sino principalmente del humano. Millones de venezolanos se hicieron la ilusión de que ese domingo tendrían finalmente las medicinas o la comida que desde hace meses no encuentran, y con gran decepción se dieron cuenta de que no iba a ser así.

La posterior gira de Guaidó por Colombia, Brasil, Paraguay, Argentina y Ecuador tuvo una gran cobertura mediática y sin duda levantó su perfil en la región, pero la última reunión del Grupo de Lima decepcionó a muchos por la tibieza de su resolución, en la que los países parecían más preocupados en rechazar una hipotética intervención militar que de denunciar la masacre que vivimos en el país. Lo mismo pasó horas después en la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en el que las posturas de Rusia y China se alinearon una vez más con el régimen chavista.

Fueron días difíciles para la lucha de los demócratas, por eso ahora la presencia de Guaidó en Venezuela se hace indispensable para mantener en alto la moral de sus seguidores, pero sobre todo para tener bajo control a algunos actores de esa “oposición” que históricamente le ha hecho más favores al régimen que a nuestra lucha.

No tardaron en aparecer los mismos cómplices que regalaron la victoria en la elección de 2013, que le dieron tiempo y oxígeno a Maduro con “diálogos” y farsas electorales y que negociaron todos estos años con el chavismo, pidiendo ahora unas “elecciones” con Maduro de candidato, incluso antes del cese de la usurpación y de una transición, contrario a la ruta por la que desde hace semanas se trabaja.  

Desde hace mucho que nuestro rol ha sido decir la verdad por muy dura que sea. Hoy no es diferente. Debemos estar alertas ante un nuevo intento del régimen y sus cómplices de ganar tiempo y oxígeno y no caer en una nueva trampa. Ninguna elección que pretenda ser creíble puede darse antes del cese de la usurpación y el único que puede llevarla a cabo es el presidente (E) Guaidó.

No se trata de repetir “vamos bien” como un mantra que mágicamente se convertirá en realidad. Tenemos la obligación de analizar en tiempo real cada paso que damos  y corregir la ruta en caso de desviarnos de nuestro objetivo: la salida de las mafias del poder a la mayor brevedad posible.

Aún estamos a tiempo de hacerlo, pero no nos queda mucho espacio para el error.

Urge retomar el rumbo de esos días en los que íbamos bien.

Miguel Velarde
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