El magnicidio organizado por López y Marrero

La Presidencia del “Monito de Los Andes” se ha caracterizado por aguantar una fuerte oposición política interna y externa. La detención de un grupo de banqueros que se negó a colaborar con el Estado en aras de solucionar la crisis económica latente, contribuyó a la rebelión en contra de su Presidencia Provisional y aupó el odio a la figura del líder de la Revolución Liberal Restauradora.

El dictador aspira que el sector financiero preste dinero sin garantías o condiciones de pago. La negativa a sus pretensiones por parte de los comerciantes desencadena una arremetida de amenazas, detenciones y represalias. Tan solo era cuestión de tiempo que algún aventurado intentara derrocar por vía de las armas el régimen de un caudillo cuyo poder vio luz gracias a la fuerza de la espada.

En el Nº 5 del Boletín del Archivo Histórico de Miraflores se pueden leer varias cartas, telegramas, informes y artículos de prensa, todos relacionados con un atentado del que fue victima el General Cipriano Castro, la tarde del 27 de febrero de 1900, durante las festividades del martes de carnaval.

Al parecer un tal Anselmo López, joven natural del Pao de Zárate en el Estado Aragua y empleado en la panadería del isleño Francisco Marrero ubicada en la esquina de Manduca, intentó asesinar al Presidente de la República, Cipriano Castro. Se hizo con un revólver y un puñal para consumar el crimen y se detuvo en la esquina de Socarrás a esperar que circulara por allí el coche en el cual se trasladaban el General y su esposa, Doña Zoila.

Relata un artículo titulado “El atentado de ayer”, publicado el miércoles 28 de febrero de 1900 en el diario oficial “La restauración Liberal” de Caracas, que por aquella esquina pasó al mediodía el carruaje presidencial, que estaba adornado con dos grandes cisnes de rosas en el techo. Al ver su blanco aproximarse, al mejor estilo de los anarquistas europeos, López se acercó al vehículo, sacó el revólver y lo apuntó en dirección al Presidente de la República y la Primera Dama. 

Justo en el instante que iba a jalar del gatillo, alguien le agarró el brazo elevándoselo y el tiro salió al aire causando revuelo entre la multitud. De no haber sido por la oportuna intervención del policía número 111, Andrés Cabrices, quien venía escoltando al Presidente Castro y su esposa, se hubiese consumado el magnicidio, pues el atacante se encontraba cerca de la víctima. 

El uniformado, al instante de la acción, se abalanzó contra el delincuente para despojarlo del revólver y un puñal, mientras cientos de brazos de la masa enardecida intentaban poner sus manos sobre el detenido para lincharlo en el sitio. 

Relata esta crónica que el mismo General Castro: –a quien el inesperado ataque no había logrado alterar en lo más mínimo la serenidad de espíritu que le es peculiar, abogó por la vida del culpable y haciendo uso de toda su autoridad logró salvarlo, consiguiendo que fuese conducido a la Cárcel, bajo la protectora vigilancia de la Policía.-   

De las declaraciones rendidas ante el Juez de Primera Instancia en lo Criminal y los papeles que se encontraron en poder del Sr. Anselmo López se pudo constatar que el atentado no fue planeado por él. Aunque al momento de ser interrogado éste declaró ante el tribunal: –Lo que me ha pasado es por que Dios lo ha querido, solamente Dios y yo lo sabíamos. Atribuyo lo hecho a un momento de arrebato.-

La investigación reveló que, entre los documentos que le fueron decomisados al reo, tenía un vale a su nombre por la cantidad de cuatrocientos treinta y siete pesos. El título valor en cuestión había sido firmado por su jefe en la panadería, Sr. Francisco Marrero, tan solo dos días antes del frustrado intento de asesinato.

El dueño de la tienda no tuvo explicación satisfactoria para la existencia del vale y las sospechas recayeron sobre su persona. Anselmo López era analfabeto y un simple picador de leña que no tenía razones visibles para ser dueño de una acreencia tan cuantiosa, como lo eran aquellos cuatrocientos treinta y siete pesos. 

Ambos personajes fueron juzgados y condenados a prisión en La Rotunda. Poco se sabe sobre la vida de ambos después de su arresto, así como tampoco se conocen cuáles fueron sus motivos para intentar asesinar al Presidente de la República.

Imposible resulta a los investigadores encontrar más información sobre el antes y después en la vida de Anselmo López y Francisco Marrero, sus nombres únicamente aparecen en los libros como los imputados por este delito, de resto no se sabe nada de ellos, ni siquiera si murieron en la cárcel o algún día llegaron a recobrar su libertad.  

Jimeno Hernández
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