Páginas para una pandemia ineludible

Quizá porque las dos guerras que se dijeron mundiales en el XX, no llegaron a este rincón del mundo,  como toda que se precie, nos hicimos la ilusión duradera de una lejanía insalvable frente a cualesquiera acontecimientos trágicos, allende la mar. Hasta que el coronavirus desató sus furias, nos creímos a salvo de toda epidemia, estallido nuclear o fuga radiactiva (visto Chernobil como algo completamente ajeno), porque fue muy después que  apareció suficientemente documentada  la incursión de los submarinos nazis en El Caribe.

Otra experiencia de la supervivencia cotidiana, ahora somos – además – prisioneros inevitables de la pandemia.  Ojalá haya estudios en curso en torno al empleo del tiempo presuntamente libre del que disponemos, diligenciando los adultos aquellos insumos necesarios a la vez que procurando una legítima distracción de los más jóvenes en casa, faltando la energía eléctrica para los habituales juegos informáticos.

En numerosos casos, reivindicada, la lectura ha sido un recurso extraordinario  para la lidia hogareña en todos los sectores sociales. El libro que ha de servido de soporte decorativo o para alguna mesa que cojea, según la utilidad que le encontró Homero Simpson en un memorable capítulo, ahora abre  lentamente sus generosas  puertas, en el formato físico o convencional y como PDF u otro formato parecido.

La experiencia de pasar las páginas reales o virtuales, en medio de la cuarentena,  convierte a los  padres en estrategas preocupados por distraer a la prole con el más rudimentario recurso  disponible, aunque depende el énfasis de específicos  estratos sociales.  Una consulta personal y telefónica a varios amigos (empírica, aleatoria e imperfecta, a  los fines del presente texto), así lo confirma.

Días atrás, celebramos la reseña de un amigo, historiador de oficio, quien a sus hijas de edad escolar les ha confiado, por ejemplo, una obra sencilla y didáctica de José Saramago. Nos llamó poderosamente la atención, porque – antes – se hizo costumbre iniciar el mundo de las letras con novelas de aventuras  o de ciencia-ficción, pero – ahora – hay un extenso y fascinante repertorio que puede atrapar la atención de los noveles lectores o lectorantes, aunque lamentamos la quiebra editorial del país y la desespecialización alcanzada respecto a la literatura para niños y jóvenes. A pesar de todo, acotemos, una vez liberados del encierro,  mucho habrá cambiado el hábito hogareño, incluso, más allá de la recuperación del libro en el formato que fuere.

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