Protestan los médicos

El miércoles 10 de Marzo de 1886 sucede algo inédito en Santiago de León de Caracas. Los estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Central organizan una asamblea para conmemorar el centenario del nacimiento de un venezolano que dedicó su vida a las ciencias y se convirtió en el primer civil en juramentarse como Presidente de la Republica, el Doctor José María Vargas.

A la convocatoria asisten alumnos de todas las facultades, algunos pedagogos y una multitud de curiosos. El gentío ha colmado el patio interno de la Universidad y al pie de la estatua del homenajeado se pronuncia un discurso. Las palabras del orador transmiten un mensaje claro, los futuros galenos son devotos a las luces y respetan, honran y admiran la memoria del dr. Vargas como paladín del civismo y la sapiencia.

Inmediatamente después del discurso, algunos aprovechan el cenáculo para manifestar su descontento con aquellos que han pretendido prostituir la ciencia. Se refieren a Telmo Romero, un misterioso tachirense que dice ser Piache tribal y es uno de los protegidos del General Joaquín Crespo, Presidente de la República.

El gobierno le ha entregado el contrato de curación de los leprosos recluidos en el Lazareto en Caracas y locos encerrados en el asilo de enajenados de Los Teques. También le ha otorgado exclusividad en la producción y venta de medicinas como jarabes, depurativos y reconstituyentes.

En la capital el nombramiento de Romero es un acontecimiento bochornoso, la decisión de Crespo no tarda en convertirse en objeto de murmullos y chismes. La empresa “Romero & Compañía” ahora posee un gran almacén llamado “La Botica Indiana”, local donde mezcla semillas, raíces, hojas, pétalos, manteca de raya y culebra con medicinas europeas patentadas, licores y pomadas. Además de eso, se sabe que existe presión oficial sobre los médicos para obligarlos a rendir testimonio de las cualidades curativas de los menjurjes del brujo.

Los estudiantes se hallan furiosos, pues circula el rumor que Telmo Romero será el nuevo decano de la escuela de medicina en la Universidad. Es por ello que los académicos han recolectado una gran cantidad de copias de su folleto titulado “El bien general”, un recetario de pócimas indígenas que recomienda tratar enfermedades como sífilis con ungüento de maguey de cocuiza, hemorroides con jarabe de ojo de zamuro, y el sangramiento de la uretra con orégano y aguardiente. El objetivo es lanzarlas a una hoguera y reducirlas a cenizas, ya que, según estos, su obra no va más allá de ser un compendio de inmoralidades, palabras soeces y formulas clasificables como intento de homicidio.

Las autoridades dispersan la manifestación y apresan a los organizadores del evento. El Ministro de Instrucción Pública, el Doctor López Camacho, haciendo suya la causa del autor del libro confinado a las llamas, arremete contra las autoridades de la Universidad por su complicidad y silencio en referencia a los hechos acontecidos. Para él no existe justificación de semejante desorden y exige la expulsión inmediata y permanente de los alumnos involucrados en el despelote.

Los estudiantes no se amilanan ante las medidas del gobierno y salen a la calle de manera pacífica con el fin de presentarse ante la Cámara de Diputados con un documento. Se trata de una acusación al Ministro López Camacho por violar la Constitución y las leyes. Según el artículo 14 de la Carta Magna, los ciudadanos pueden hacer cuanto no les esté prohibido por las leyes y no existe ley alguna que impida la quema de libros.

También se apegan al artículo 120 de la Ley de Instrucción Pública que establece la expulsión como medida para los alumnos incorregibles, es decir, aquellos que hayan sido previamente amonestados y reincidan en conductas reprochables. Los estudiantes alegan que ninguno de ellos ha sido previamente amonestado, además exigen que sus compañeros detenidos sean liberados.

Es designada entonces una comisión parlamentaria para estudiar el caso. Ésta resuelve que los documentos acumulados de oficio al expediente no justifican un juicio de responsabilidad contra el Ministro acusado. Con el fin de evitar más protestas en las calles, también redacta la Comisión un documento en el cual intercede ante el General Joaquín Crespo por la libertad de los estudiantes apresados, también por que se suspenda toda medida que pueda perjudicarlos en sus tareas académicas.

El General Crespo aprueba la petición parlamentaria y los estudiantes vuelven a las aulas de la Universidad, pero el misterioso brujo Telmo Romero ya no volverá a ser visto como personaje influyente de la política nacional. Los estudiantes lo condenaron con su protesta, el “Tigre de Santa Inés” también lo hizo al comenzar a ignorar su correspondencia o solicitudes de audiencia.

Jimeno Hernández
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