El temido impacto político del coronavirus también empieza a verse con claridad
Editorial #528 – Impredecible

Si algo nos demostró la pandemia de Covid-19 es que las cosas pueden cambiar de un día a otro.

El impacto fue inesperado y devastador. Los números del coronavirus hablan por sí solos: el mundo ya superó hasta ahora el millón de muertes y los  35 millones de contagios. Tampoco nadie imaginó en marzo que estaríamos casi finalizando el año en estas condiciones y todavía con un largo camino por delante.

Lo que sí se pudo prever desde un principio es que las medidas de aislamiento y cuarentenas prolongadas (que en nuestros países ya van a cumplir 200 días) tendrían un efecto devastador en nuestras economías.

Si tomamos en cuenta que la mayoría de los países de la región ya venía con problemas económicos, el verdadero desafío que enfrentaremos no será la profundidad de la caída de la economía, sino la dificultad que tendremos luego para recuperarla, porque a diferencia de naciones más desarrolladas, no tenemos el “músculo” para hacerlo rápidamente.

Así mismo, más allá de lo sanitario y lo económico, el temido impacto político del coronavirus también empieza a verse con claridad. El ejemplo más claro y reciente de esto es lo que ocurre en Estados Unidos. En una contienda bastante disputada según las encuestas más importantes, el anuncio de que el presidente Donald Trump contrajo la enfermedad, su posterior internación en el hospital militar Walter Reed y la postergación de los eventos de campaña previstos, son un terremoto nunca antes visto a menos de un mes de las elecciones del 3 de noviembre.

Es imposible saber cuál será el efecto electoral de esta noticia porque, como ocurre siempre con esta enfermedad, es imposible saber qué pasará con su evolución en los próximo días.

Si la convalecencia se alarga y el presidente Trump se ve obligado a seguir internado, sus opciones de ser reelegido pueden verse seriamente amenazadas, tomando en cuenta, además, que varios miembros de su equipo también están contagiados, incluido su jefe de campaña, Bill Stepien. Por el contrario, si se recupera lo suficientemente rápido como para retomar con fuerza el último tramo de campaña después de, en sus palabras, haber “derrotado al virus”, las posibilidades de una victoria épica serán mayores.

Lo cierto es que ambas comandos de campaña deben estar recalculando sus estrategias y próximos pasos. Lo hacen a contrarreloj y ante la atenta mirada del mundo, porque Estados Unidos es una potencia cuyo destino es siempre de interés de todos. Lo es mucho más en la actualidad en nuestra región, porque estamos en medio de una histórica lucha entre la libertad y la tiranía y el resultado de las próximas elecciones presidenciales en ese país puede definir el rumbo del continente para los próximos años.

Sin embargo, a pesar de todo lo que está en juego, la única certeza que tenemos hoy y desde que comenzó la pandemia, es que el futuro, incluso a corto plazo, es impredecible.

 

Miguel Velarde
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