EL ESPECTÁCULO DEL SENTIMIENTO: PRIMERA PARTE
Por Andrés Abreu
“El espectáculo del sentimiento”, así llamó el gran José Ignacio Cabrujas a la telenovela, y vaya que tenía razón. Tradicionalmente Venezuela se ha destacado por, entre muchas otras cosas, sus producciones dramáticas que desde sus inicios se han convertido en parte de nuestra tradición. Muchas de nuestras telenovelas han logrado traspasar la barrera del idioma y lograr el éxito en naciones en las cuales ni se soñaba con que se trasmitiera alguna vez una telenovela criolla.
La primera telenovela venezolana data de 1954; apenas un año después de la llegada de la televisión al país, se trató de “La criada de la granja” la cual era transmitida en vivo de lunes a viernes durante quince minutos. Desde entonces, el público de nuestro país se ha deleitado con gran cantidad de historias que se han dado cita en nuestras pantallas durante más de medio siglo, 58 años para ser exactos. Por eso Guayoyo en Letras dedica este reportaje especial a analizar, junto con tres importantes personajes del mundo de la telenovela venezolana, lo que afirman muchas personas: que los dramáticos nacionales ya no son lo mismo que eran antes.
En esta primera parte contamos con una entrevista exclusiva a Valentina Párraga, quien es escritora de muchas telenovelas venezolanas e internacionales; entre las que se encuentran Mundo de fieras, Viva la pepa, Trapos íntimos, Anita no te rajes, Doña Bárbara, La Reina del Sur, entre muchas otras exitosas producciones.
Guayoyo en Letras: Antes de escribir producciones internacionales trabajaste mucho tiempo para la televisión venezolana, ¿Consideras que el público venezolano es exigente, cuál es la fórmula para llegar al televidente venezolano?
Valentina Párraga: El público venezolano es un conocedor, porque está acostumbrado a ver todo tipo de telenovelas desde hace muchos años, y de casi todos los países. Sabe distinguir las buenas telenovelas de las que no lo son. Nunca ha discriminado a nadie por el acento. El gusto venezolano por las telenovelas, es, parafraseando a Rómulo Betancourt, multisápido. Por eso, para llegar a mis compatriotas hay que saber darles de todo en cada capitulo: amor, drama, suspenso y, en mi caso, bastante humor.
G.L.: Muchas personas consideran que la calidad de la telenovela venezolana ha bajado, ¿por qué crees que pudo haber sucedido esto, crees que quizás el público ha cambiado?
V.P.: Los canales de televisión venezolanos perdieron el norte hace muchos años. Por aquello del «Riesgo país» los ejecutivos de televisión dejaron de invertir dinero en sus propias productoras y nunca más se pusieron al día en la tecnología y en la producción del negocio que les había dado tan pingües ganancias en el pasado. La telenovela a nivel internacional fue cambiando, nuevos productores entraron con fuerza en el mercado, como los colombianos, que venían haciendo una televisión consistente con sus propias maneras de contar historias, estos hicieron alianzas estratégicas con los canales americanos, que a su vez estaban interesados en entrar en el mercado internacional de las telenovelas. Mientras tanto, nosotros nos quedamos mirándonos el ombligo en nuestra «sabrosura» como pueblo, riéndonos de nuestros propios chistes y nos aislamos del resto del mundo. Se nos olvidó que las novelas venezolanas que fueron las más exitosas del mundo en su momento, lo fueron no por «venezolanas» sino porque apelaban a dramas universales y eran, en su esencia, del más clásico folletín. Además, es innegable que fueron bien escritas, bien producidas y maravillosamente actuadas.
G.L.: Por ilustrar un ejemplo, en muchas telenovelas se encuentra la figura del hombre o la mujer infiel, ¿Crees que las personas desean ver la realidad y el día a día reflejado en la televisión o que el público desea disfrutar algo distinto?
V.P.: El público quiere ver buenas historias y que lo sorprendan con la propuesta, sólo eso. La realidad o irrealidad de la trama no importa, en tanto la audiencia te compre la realidad del drama que viven el héroe o heroína, o sus personajes preferidos. Cuando una telenovela pega, se establece un juego de ajedrez estupendo entre el público y el escritor, en la que de entrada, si el tablero y las piezas que le presentas son atractivos, te compran los primeros capítulos y tu comienzas a mover las piezas de modo que tu adversario (el público) intenta adivinar cuál es tu próxima jugada y la mayoría de las veces le atina, pero de vez en cuando logras sorprenderlo con un enfoque o un giro inesperado, y ahí se quedan, jugando contigo el mismo juego, enseñándote nuevas alternativas de juego.
El realismo, el naturalismo, la fantasía, es parte de tu manera de jugar, tu aporte, tu tablero, y es uno de los componentes de lo que te compran o no, cuando la telenovela sale al aire.
G.L.: ¿Crees que la temática de una telenovela debe adaptarse al público?, es decir, ¿es distinto escribir para un público internacional que para un televidente de un país en específico?
V.P.: Creo que nuestro primer deber como «escribidores» de oficio es conmover. Y para ello primero tenemos que «conmover-nos» a nosotros mismos. Convencernos de que lo que vamos a contar es interesante, divertido y va a tocar la sensibilidad de nuestros televidentes. Yo nunca he escrito pensando en «un» país como tal. Escribo para llorar o reír con lo que escribo. Si sonrío, o logro una lagrimita frente a la computadora se que voy bien, y la escena a lo mejor le gusta al público.
Eso si, desde que vivo en los Estados Unidos he aprendido dos cosas:
1) El español que hablen mis personajes debe ser entendido por mexicanos, centroamericanos, caribeños y suramericanos sin problemas con la menor cantidad de localismos posibles.
2) Cada pueblo tiene su propio sentido del humor y se ríe de cosas muy distintas, pero todos los pueblos lloran por las mismas cosas.
G.L.: ¿Consideras necesario que los dramáticos cambien de temática dejando atrás la novela rosa y de ruptura?
V.P.: El público no está pendiente de las clasificaciones de las novelas, no le interesa si lo que ve es «rosa» o es de «ruptura». El televidente solo quiere que en 45 minutos o menos, lo convenzas de que merece la pena quedarse en el mismo canal viendo tu historia, cuando los otros canales y en el cable, o en netfilx, también le están presentando cosas tan entretenidas e interesantes como la tuya. Mientras más te distraigas como autor en analizar si escribes en esta o aquella «clasificación» del género, más perdido estarás del objetivo.
G.L.: Tuviste la oportunidad de participar en el guión de «La Reina del Sur», ¿Por qué crees que las llamadas «narconovelas» han tenido tanto éxito en Latinoamérica?
V.P.: Fuimos un team de tres escritores: Roberto Stopello, Juan Marcos Blanco y yo. Juntos planificamos, diagramamos, y co-escribimos cada capítulo, con el libro original de Pérez Reverte siempre de la mano. A mi amigo Roberto Stopello le tocó la árdua tarea de corregir y unificar el producto al final. Y en cuanto a por qué gustan las narco novelas no lo sé. A mi sólo me gustó «La Reina del Sur», pero supongo que es porque es un tema absolutamente candente, pero también porque trae aparejado siempre un componente de la violencia que hace más impactante la historia.
G.L.: Para nadie es un secreto que la novela «Doña Bárbara» de Rómulo Gallegos era un reflejo de la Venezuela de Juan Vicente Gómez, sin embargo tu adaptación logró calar en más de 90 países, ¿Cuál crees que fue el elemento diferenciador de esta telenovela en comparación a las otras que fueron transmitidas en paralelo a «Dona Bárbara»?
V.P.: En lo universal y eterno del tema. Y no es para nada mi mérito, es mérito del maestro Gallegos de su increíble y maravilloso arquetipo de «la cacica del Arauca».
G.L.: ¿Consideras que la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión ha sido uno de los elementos que han causado que la calidad de las telenovelas venezolanas haya decaído?
V.P.: Los conflictos humanos nacen de la pasión, de la violencia de género, de los pecados, y de las acciones bajas de los antagonistas. Quizás debamos como autores atender a los horarios de la audiencia de las telenovelas y no presentar crudas escenas de cama en horarios familiares, pero por Dios, tienes que poder presentar algo de violencia o erotismo, porque si no no tienes conflictos que contar. Creo que mis colegas en Venezuela se las han visto negras para sortear una ley hecha en contra de la televisión en general y en contra de la telenovela en particular.
G.L.:¿Qué crees que deba suceder en la producción de dramáticos del país para que puedan resurgir? Tomando en cuenta que en tiempos anteriores Venezuela era conocido por sus reinas de belleza y por sus telenovelas.
V.P.: En principio, que fastidio seguir pensando en nosotros mismos un país de misses. También somos el país de Convit, de Dudamel, de la orquesta Simón Bolívar, de Rubén Limardo y de nuestra doliente Vinotinto.
En cuanto a volver a ser lo que fuimos en materia de telenovelas exitosas está muy cuesta arriba el asunto.
Haría falta que los dueños de los canales privados de nuestro país quieran volver a apostarle a nuestra televisión, que inviertan un gran capital en reactivar la industria y que reten a los escritores de nuestro país a volver a apuntar hacia arriba y hacia afuera. Tendrían que ser derogadas las leyes que tanto daño nos hacen como industria y sobretodo que vuelva RCTV como contendor al ring.
Cuando todo eso pase, tal vez volverán a despertarse el león y el tigre que se quedaron dormidos y abúlicos… y podremos volver a decirles a los del mercado internacional «Apártense, que ahí vamos otra vez» ¡Que bonito sería!
G.L.: Salvando las diferencias como el elemento político, ¿Crees que pueda hacerse otra telenovela icono como «Por estas calles»?
V.P.: No se puede, ni debería intentar hacerse, porque sería una mala copia de un fenómeno único, especial y muy local, que sólo llamó la atención en Venezuela.
G.L.: A modo de reflexión, ¿Cómo ves el futuro de la telenovela venezolana y qué consejo le das a los escritores?
V.P.: ¿El futuro? tan incierto como veo el futuro del país. Y de verdad que no me atrevería a aconsejar a mis colegas como no sea solidarizarme con ellos porque no la tienen nada fácil. Y decirles que mantengan abierto el paraguas porque la lluvia es para un rato más, pero algún día escampa. Ese debe ser nuestro tema, la esperanza.
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