AL GRANO

Por Efrén Rodríguez

 

Pedro A. Palma escribió hace casi un año un artículo que bien pudo ser escrito ayer o veinte años atrás. El destacado economista insiste en hablar acerca del modelo rentista que caracteriza a Venezuela, el cual, de no superarlo, seguirá limitando las fuerzas productivas de un país que está llamado a ser mucho más que un simple productor de petróleo.

 

Por ello, la reiterada pregunta: ¿Cuándo comenzaremos a transitar ese nuevo camino que nos lleve hacia el verdadero desarrollo?

 

Agotamiento del modelo rentista
Pedro A. Palma

 

Pedro-PalmaCuando en el año 2005 estábamos atravesando por la bonanza económica producida por la expansión de gasto público debido a los aumentos sostenidos de los precios petroleros, comencé a alertar que las altas tasas de crecimiento del PIB y del consumo que entonces se estaban materializando no eran sostenibles, pues cuando los precios bajaran, o incluso se estabilizaran, la economía entraría en crisis.

 

Entonces fui criticado por varios analistas que sostenían que si los precios dejaban de crecer, pero se mantenían en niveles elevados, ello le generaría suficientes recursos al Gobierno para mantener una política de altos gastos que seguiría estimulando la economía. Los acontecimientos de los últimos años me dieron la razón.

 

En 2007 el modelo aplicado mostraba signos de agotamiento, pues a pesar de que los precios continuaban en franco aumento, las tasas de crecimiento de la producción y de la demanda seguían siendo positivas, pero menores que en los años precedentes. Incluso, en el primer semestre de 2008, cuando los precios estaban disparados hasta alcanzar los máximos históricos en julio de ese año, los crecimientos del PIB y del consumo privado fueron relativamente bajos y mucho menores que en 2005 y 2006.

 

Después que los precios colapsaron en la segunda mitad de ese año debido al estallido de la crisis financiera internacional era obvio que nuestra economía iba a entrar en un período difícil, a pesar de los optimistas anuncios gubernamentales de que estábamos blindados contra la adversidad internacional, y que incluso si los precios petroleros bajaban a cero nada nos ocurriría. Afortunadamente, los precios se recuperaron en la primera mitad de 2009 para luego estabilizarse en torno a los 70 dólares por barril, y se mantuvieron en ese nivel hasta fines del tercer trimestre de 2010. Con todo y ello, la cotización promedio de 2009 fue de 57 dólares, casi 30 dólares menos que en 2008, razón que explica la severa recesión que se vivió ese año.

 

Sin embargo, en 2010 el precio subió a 72 dólares, el segundo más alto de nuestra historia, pero la economía siguió en recesión, y así se confirmó nuestra predicción de cuatro años antes, de que aun cuando el precio se estabilizara en altos niveles la economía enfrentaría serios problemas.

 

Las crisis políticas del Medio Oriente, conocidas como la Primavera Árabe, que llevaron al derrocamiento de varios regímenes dictatoriales de la región, impulsaron nuevamente los precios al alza, particularmente después que estalló el conflicto en Libia, que hizo que el valor de los hidrocarburos se ubicara por encima de los 100 dólares.

 

Por ello, en lo que va de año hemos vendido nuestro petróleo a un precio promedio cercano a los 100 dólares, pero la economía no muestra signos de franca recuperación.

 

Tan sólo está experimentando unas moderadas tasas de crecimiento a pesar de la política de expansión de gasto público que se ha implementado, y que incluso ha llevado a un desenfrenado endeudamiento gubernamental, pues los ingresos petroleros parecen no ser suficientes para cubrir las cuantiosas erogaciones del sector público.

 

De todo lo anterior podemos concluir que la dependencia de la renta petrolera, que hoy es mayor que nunca, ha puesto a esta economía en una situación compleja, porque aquella capacidad de respuesta del aparato productivo y de la demanda privada a políticas fiscales expansivas, posibilitadas por la elevación de los precios petroleros, parece agotada, o por lo menos mermada, lo que requiere un cambio de rumbo que busque reducir la dependencia de la renta petrolera a través de una diversificación efectiva de la economía, para lo cual hace falta, entre otras cosas, la materialización de cuantiosas inversiones privadas.

 

Por ello estoy convencido de que si seguimos por donde vamos sufriremos severas consecuencias. Es imprescindible que comencemos a transitar un nuevo camino que nos lleve hacia el verdadero desarrollo.

 

Fuente: El Nacional / 26-09-2011

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