GUAYANA VENCIÓ EL YUGO REVOLUCIONARIO
Por Rafael Bello Rosal
Soy guayanés y en estos 14 años he visto como un pueblo pujante y con grandes posibilidades de ser un modelo a nivel mundial, ha sucumbido a la ineficiencia de esta revolución insólita que oprime a los trabajadores.
El estado Bolívar depende en gran parte de las empresas básicas. Me atrevería a decir que cada ciudadano de este estado tiene relación (directa o indirecta) con alguna de estas empresas. En este sentido, la dinámica de Bolívar está marcada por lo que ahí suceda y la conducta de sus fuerzas sindicales modela, en buena parte, el comportamiento político de la región. Es por todo esto que lo ocurrido en la alocución presidencial con los trabajadores de las empresas básicas constituye un hecho trascendental, mucho más en época electoral.
Los últimos 5 años han representado una época de franco deterioro de las empresas básicas y con esto, de la vida general de quiénes habitan el estado Bolívar. Los trabajadores que antiguamente disfrutaban de beneficios contractuales sólo comparables con PDVSA, han notado que la revolución vino a empeorar las cosas y a darle el control de un gran poder económico e industrial a personas que no están capacitadas ni para administrar una bodega de pueblo. Descubrieron que esta revolución aún conserva los viejos vicios que años atrás significaron su pase de entrada al poder. Pese a todo esto, la gobernación y casi la totalidad de las alcaldías siguen siendo «revolucionarias», todo producto del chantaje al que han tenido que someter a los trabajadores y sus familiares para poder consolidar la «lealtad electoral». ¡Pero eso ya es historia!
En un acto de profunda valentía, los trabajadores decidieron dar una cátedra de integridad y frente a la aburrida cháchara presidencial levantaron su firme voz de protesta exigiendo que se cumpla con todo lo que se les adeuda. Y no sólo eso, es importante destacar que en este acto, Gil Barrios (presidente de la CVG), hizo gala de su ignorancia en la materia que le toca gerenciar y abucheado por el público, tuvo que recurrir al «comodín» de preguntarle a un trabajador quien finalmente pudo responder la inquietud del curioso presidente.
Los trabajadores en Guayana vencieron el miedo y le dijeron -en su cara- al presidente que no hay chantaje que pueda vulnerar las ganas que tiene la gente de generar un cambio en este país. Hoy más que nunca me siento orgulloso de ser guayanés.
¡Sigamos el ejemplo que Guayana dio!
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