LA MURGA
Por Juan Rondón
Es el amor.
Jorge Luis Borges
“El amenazado”
En la murga no se puede estar sin creer en la magia. Eso fue lo que perdió Rafael cuando Elena murió. Lo he reemplazado como solista pero mi voz no llega a la de él, aparte no me provoca cantar cuando lo veo sentado en la misma mesa desde donde su esposa solía vernos. Él está allí sosteniendo la botellita de perfume que ella usaba, mientras que nosotros hacemos el cuplé. Aunque él no lo sepa, yo comprendo perfectamente su dolor.
Desde lo de Elena ha pasado un año, el sufrimiento hizo que sus ansias por cantar desaparecieran. Yo nunca había notado que él lo hiciera por ella, tal vez ni él mismo lo sabía. Siendo mayor y con más tiempo en el grupo, el Rafa me había enseñado todo con la pasión necesaria para mantener nuestras tradiciones.
En el grupo decidimos que la próxima presentación sería en honor a Elena, pues se cumplía un año de su muerte y queríamos que Rafael estuviese allí. Un día en que lo noté animado, me acerqué y le pregunté:
─ ¡Eh Rafa! ¿Sabés que vamos a cantar por Elena? Tenés que hacerlo con nosotros, cantaremos primero su favorita.
Meditó un poco antes de responderme, dijo que me avisaría luego. No hubo mucho entusiasmo por su parte, me sentí desilusionado. Antes, cuando me encontraba afligido, Lucy era la que me animaba. Imaginé que me diría si ella aún estuviese acá, seguro me llenaría de esperanzas, diciendo que sin importar lo que sucediese, el Rafa aparecería.
El día llegó y Rafael aún no me había dicho nada. Todos estábamos listos para comenzar; las caras pintadas de celeste y blanco, con nuestros disfraces de adornos verdes, rojos y naranjas, las voces estaban calientes para dar rienda suelta a la magia. Éramos alrededor de once murgeros.
El bombo, el redoblante y el platillo comenzaron a sonar, estaba listo para entonar cuando vi a Rafa apresurado, subiendo las escaleras de la tarima con un disfraz que parecía estar vivo y la pintura radiante en su rostro. Volví a ver al Rafa verdadero. Di un paso atrás, dejándole el puesto de solista.
Comenzó a cantar.
Una historia sin historia, nos trajo el viento del mar, hasta acá…
Era como si lo escuchara por primera vez.
La botella no tenía más, de lo que, cada uno, le quiso poner, mirando a través…
Se estaba volviendo aquel Rafa, iluminado desde adentro por Elena. Mientras él continuaba, yo lo veía cautivado.
No hay magia si no hay realidad
Pero realidad, tan sola y sin más
No es el mundo que yo quiero ver…
No había forma de describirlo, Rafa revivía la magia.
Así como la música llenaba el silencio en el aire, una fragancia oriental comenzó a inundar el salón. Como un sol naciente, Elena fue tomando forma mientras Rafa cantaba, retornando suavemente a su antiguo puesto. En la tarima todos nos mirábamos las caras mientras hacíamos el coro, nadie del público parecía notar que la fallecida esposa de Rafa estaba apareciendo entre ellos. Nuestra confusión estaba disfrazada con sonrisas de acuarela y si bajábamos nuestros tonos, extrañados por la situación, Rafa entonaba más fuerte y cantaba más inspirado que nunca. Mientras más se esforzaba, Elena se volvía más sólida, más de este mundo.
La voz de Rafa servía de despedida, primero éramos once murgueros, luego siete, después cuatro, hasta que quedamos él y yo. Las personas que nos fueron a ver se habían levantado, no quedaba casi nadie en la audiencia. Desesperado y alegre, él no paraba de cantar. En cuanto a mí, el agotamiento estaba por vencerme, y aunque no quería dejar a Rafa sin apoyo, no me quedaba otra cosa que hacer.
Al momento en que decidí retirarme, Rafa pudo entonar una vez más la parte favorita de su esposa.
No hay magia si no hay realidad
Pero realidad, tan sola y sin más
No es el mundo que yo quiero ver…
Me despedía con una mirada cuando sentí un aroma que no era de Elena. Afiné mis sentidos, pude ver a Lucy sentada, más allá, escuchándonos. Me lanzó un beso como una carta al alma. Decidí acompañar a Rafa por siempre.
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