EDITORIAL #135: «OBAMA, EL HUMANO»
Hace cuatro años, unos días después de haber sido elegido como el primer presidente afroamericano en la historia de los Estados Unidos y cuando su país -y el mundo- se rendía a sus pies, Barack Obama les hizo un regalo especial a sus dos hijas, Sasha y Malia: un perro de raza Portuguese Water llamado Bo. El cachorro, que más de una vez le robó el show al presidente norteamericano en alguna entrevista en la Casa Blanca, era más que una simple mascota. En palabras del propio Obama, Bo representaba para sus hijas “la esperanza y el cambio”, las dos banderas que había enarbolado en su primera campaña y que la mayoría de los estadounidenses habían asumido. El martes pasado, lo único que Sasha y Malia recibieron fue una caricia en la cabeza y, delante de una multitud que festejaba su reelección en Chicago, su padre les dijo: “Estoy tan orgulloso de ustedes dos. Pero voy a dejarlo claro ahora mismo: un perro es suficiente”.
Atrás quedó el Obama que reunía cientos de miles de fanáticos –sí, fanáticos, porque no eran simples seguidores, se parecían más a las adolescentes que lloran y se desmayan en los conciertos de Justin Bieber- tanto en Estados Unidos como alrededor del mundo, rodeado de pilares griegos que lo hacían ver más como una figura mitológica que como un abogado de Chicago.
La realidad cambió y esto pone al presidente de los Estados Unidos en una posición nada fácil. Con un equilibrio de fuerzas que no varía –los Demócratas mantienen el control del Senado con 53 asientos contra 45 de los Republicanos y los segundos siguen controlando la Casa de Representantes con 233 asientos contra 193 de los del partido del presidente- Obama todavía se ve forzado a negociar y buscar acuerdos bipartidistas si quiere avanzar con sus reformas.
Además, el mapa político-electoral de los Estados Unidos está cambiando. Cada vez será menos factible que alguien gane la Presidencia de ese país sin el apoyo de las minorías más importantes. En primer lugar entre ellas: los hispanos. Las mujeres también están empezando a jugar un rol más significativo que en el pasado, no solamente por su creciente participación en las urnas, sino también porque hay más de ellas en puestos públicos claves.
La economía, la seguridad, la inmigración y la reforma de salud seguirán siendo los grandes desafíos en este nuevo periodo para Obama, todos ellos temas en los que su visión difiere en gran forma de la de la oposición Republicana. En lo que respecta a nosotros los latinoamericanos, no debemos esperar grandes cambios en la política exterior del país del norte: su decisión ha sido ignorar al sur y eso es probable que no cambie.
A diferencia de muchos de nuestros países, en Estados Unidos es más fácil ser reelecto que electo, no solamente por la comodidad de ser candidato desde el poder, sino también incluso por un tema de tradición cultural: al presidente hay que darle dos periodos de oportunidad. El pasado martes, Barack Obama fue el primer presidente reelecto con un número de votos menores que los que consiguió en su primera elección en más de un siglo.
Hoy, con 9 millones menos de votos que hace cuatro años, Obama es una vez más un simple mortal. Uno con tremendos desafíos por delante.
Miguel Velarde
Editor en Jefe
@MiguelVelarde
mvelarde@guayoyoenletras.com
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