LA COMPLICIDAD DEL FANÁTICO

Por Betina Barrios Ayala

 

 

fanatismo11Lisandro tiene una empresa familiar, fundada por él mismo en Venezuela durante la década de los ’80. Sus hijos, formalizaron un proyecto propio a principios de los 2000 en la rama financiera. En el año 2010 intervienen las casas de bolsa. Detienen a sus hijos y el proceso judicial no se formaliza. Lisandro es un ex representante de la izquierda estudiantil de los años ’70. Hoy en día, simpatiza con el líder de la corriente del “Socialismo del S. XXI”. Sus hijos continúan detenidos después de más de 26 meses sin haber sido enjuiciados por sus supuestos crímenes. Él sigue siendo fiel a la revolución y avala el atropello con una actitud indiferente.

 

Beatriz se graduó de una carrera universitaria en Caracas. Le aconsejaron que se hiciera licenciada, aunque ella quería estudiar cocina. Después de su acto de grado en la Simón Bolívar, anuncia que se va a estudiar en “Le Cordon Bleu” en Lima. Su papá trabaja para un Instituto de Investigación del gobierno bolivariano en Maracay. Ella viaja a Perú y espera pacientemente la aprobación de su solicitud de estudiante de CADIVI. Paga la inscripción en el Instituto y la primera cuota con dólares que compra en el mercado negro a 8.5 – más del doble del costo que ha instituido el gobierno venezolano -. Pasan dos meses y la respuesta a la solicitud es negativa. Hecha un mar de llanto y endeudada hasta el cuello después de tener más de dos meses residenciada en Lima, llama a su papá para que la consuele. Él escucha la noticia y le dice que así son las cosas. La cocina no es una rama que le interese a la revolución.

 

Raúl es fotógrafo, caraqueño de 26 años. Trabaja para la cadena Capriles haciendo cobertura de imagen en Caracas. Vive todavía con sus padres. No gana lo suficiente para independizarse. En una oportunidad, fue a fotografiar una situación irregular en La Planta. Su mamá es fiscal del Ministerio Público. La Guardia Nacional Bolivariana lo sorprende en el momento en que toma las fotografías. Le caen a golpes y pisotean la cámara con la que trabaja destruyéndola por completo. Al regresar a su casa vejado, después del terrible incidente, su mamá le dice que los guardias tienen razón, que ellos están haciendo su trabajo y que él no tiene nada que estar haciendo ahí. El proceso tiene sus secretos y ella no vacila a la hora de encubrirlos.

 

Se despliegan tres historias que conducen a la misma reflexión. Existen situaciones extremas a las que puede conducir el fanatismo, pues éste fácilmente deriva en la irracionalidad. Se puede olvidar cualquier convicción previa al avistamiento de una obsesión. La capacidad que tiene el ser humano de corromperse, puede llevarlo a enajenarse a sí mismo. Mario Vargas Llosa retrata en “La Fiesta del Chivo”, una historia de complicidad. Un personaje fiel a un gobierno déspota, que para demostrar su lealtad al régimen le entrega a una figura deforme, la virginidad de su hija quinceañera. Es bastante bizarro y es un ejemplo situado en otra época. Con su conocido estilo conservador, este literato demuestra con esta historia lo que hoy en día se recrea constantemente en Venezuela: el tirano y sus cómplices.

 

Lo interesante de todo esto, es que el tema del amor incondicional que sienten los padres por sus hijos, que es una supuesta premisa del código ético del ser humano en sociedad, pueda verse totalmente comprometido a la hora de que en el núcleo familiar, exista una persona que llegue a sentirse identificada y en consonancia con un líder político. El culto a la personalidad, en muchas ocasiones raya en lo desproporcionado. A través de la exposición de estas pequeñas historias, la idea es mostrar cómo se le atribuye poder desmedido a una figura que carece de controles. ¿Hasta qué punto somos capaces de llegar para justificar y defender lo indefendible? Es alarmante lo que sucede en nuestro país. La justicia no existe y estamos gobernados por el atropello protegido por venezolanos, ciudadanos corrientes que callan ante las injusticias. Y no solo ésas que se cometen en contra de extraños, sino que atacan a su propio entorno.

 

fanatismoEste es un recordatorio para aquellos que no se han dado cuenta de lo lejos que hemos llegado. Familias divididas por la ceguera. Es un tema complejo, pero necesario de discutir. Ninguna figura política debe ser capaz de distorsionar nuestras percepciones de la realidad. A nada positivo llevan los extremos y esto no es un simple cliché. No permitamos como venezolanos que ningún gobernante se convierta en omnipotente. Respetemos nuestros límites y códigos. Nadie debe brillar tanto como para permitirnos perder la lucidez y la claridad para ver lo que está frente a nuestros ojos.

 

Seamos conscientes. Este no es un país de borregos. Ningún líder va a pasar la navidad contigo o te va a llamar en tu cumpleaños. Avalar con el silencio los abusos es formar parte de ellos. Además, a pesar de todo; también son humanos, también se corrompen y también se equivocan.

 

 

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