LOS MISERABLES
Por Gabriela Amorin
La obra cinematográfica Los Miserables o Les Misérables, es una adaptación del exitoso musical de Alain Boubil y Claude-Michel Schönber, ambas expresiones artísticas basadas en el clásico literario de Víctor Hugo, que lleva como título el mismo nombre. El director, Tom Hooper, ganador de un Oscar por su film El discurso del Rey, una vez más, logra un trabajo impecable en diversos aspectos y dejarnos con la piel de gallina.
Valdría la pena explicar un poco el contexto en el cual se desarrolla la trama. Debemos ubicarnos en la Francia del siglo XIX, época de la restauración monárquica, del segundo imperio de Napoleón III y las revoluciones que, posteriormente, contagiaron a toda Europa. La realidad es relatada tal cual, son los tiempos post románticos en los cuales todo lo fantástico y mágico dio paso a un realismo grotesco que pretende describir, desnuda y desde adentro, la sociedad de sus tiempos. Son momentos de lucha social, industrialización, fuerte crítica a la burguesía cada vez más conservadora, éxodo del campo hacia las ciudades, amplio crecimiento demográfico, clasismo, machismo, pobreza, peste, miseria y crueldad.
Sin duda Hooper, como siempre, logra dar en el clavo con el reparto de este nuevo trabajo. Salvo excepciones un poco flojas como Amanda Seyfried, lo demás es memorable, especialmente, Hugh Jackman, Anne Hathaway y Russell Crowe en ese orden específico.
Como sabemos, ninguna obra es perfecta, y esta a pesar de casi serlo, no deja de tener algunos tropiezos. Creo que lo único que podría (entre comillas) señalar es la excesiva musicalidad. Hacen falta algunos descansos entre cada pieza que, a veces, resultan innecesarias o redundantes pues expresan lo que las imágenes solas están diciendo. A pesar de esta nimiedad que puede ser cuestión de gustos, Los Miserables no deja de ser extraordinaria.
Quisiera resaltar, en particular, la actuación de Hathaway quien interpreta a la desventurada Fantine o a la esperanza que se pierde. Al respecto, lo único que diré, para no quitarle la sorpresa a quien no haya visto la película es: una sola escena bastará para ganar el Oscar, se acordaran de mí. Fantine es el climax de la tragedia y la desgracia, una muy ruda, pero realista forma de mostrar la crueldad humana y la pérdida de toda dignidad.
Desde el comienzo, Hooper logra sorprendernos. Los juegos de cámaras perfectamente desarrollados, logran transmitir la relación de autoridad entre los personajes que, además, la pieza musical también resalta; “Look down” cantan los esclavos desesperanzados, desdichados, atacados por una justicia que se torna relativa y nos confunde durante el desarrollo de la historia; mientras Javert observa desde lo alto, más cerca de Dios y de la virtud, distante de los que han quebrantado la ley y han pecado, Jean Valjean, arrastrado en el suelo, en un escenario similar al infierno, sufriendo el peor castigo por robar un pedazo de pan, paga por sus pecados y por quebrantar la ley.
En Los Miserables se despliegan diversos temas que dan pie para exponer, de una aplísima forma, la diversidad de la naturaleza humana. Todo gira en torno a Javert y Jean Valjean, dos hombres profundamente diferentes, dos formas de ver la ley, dos formas de ver el bien, la justicia, la virtud y a Dios. Lo único que los une es su compromiso y fidelidad con sus propios principios y creencias.
Javert entiende el Bien y la virtud íntimamente ligados a la justicia humana, la cual es inquebrantable y no se doblega ante nada. Para el inspector, hacer el bien, es cumplir la ley, sólo así se puede estar con Dios. Para este personaje, conservador, “un ladrón siempre será un ladrón”, la compasión y el perdón lo desconciertan, pero será incapaz de traicionarse a sí mismo, de ir en contra de lo que cree, de no cumplir con su deber.
Valjean nos presenta a un Dios misericordioso y bondadoso. Nos presenta la posibilidad de enmendar los pecados a través de la práctica del bien. Quien lo invita a descansar del dolor y los errores, le da una lección de vida, le enseña la compasión, la culpa, la redención y el amor. En este caso, la bondad y la virtud, que son capaces de acercarnos a Dios, se alcanzan a través del amor en todas sus formas: “amar a otra persona es ver el rostro de Dios”.
Por un lado una justicia severa, inquebrantable, en la cual no hay cabida para la compasión y la solidaridad; y por el otro una que pretende mejorar la vida de las personas, dar a quien merece y castigar a quien también. Una cara de la justicia, reclama perfección en los hombres pero termina sumida en la hipocresía y los abusos; la otra, ve a los hombres como incapaces de lograr la perfección, capaces de errar, pero también decidir hacer el bien. La lucha de estas dos posturas nos deja reflexionando largo y tendido.
En la película se muestra la lucha revolucionaria de la época contra la burguesía. Vemos como el miedo y la indignación transformados en ira, llegan a convertirse, gracias al compañerismo y la amistad, en entusiasmo, esperanza y valentía. Es una de las tantas formas que tuvo Víctor Hugo para mostrar el amor. Valdría la pena mencionar un personaje particular en esta parte de la historia: el pequeño Gavroche, interpretado magníficamente por Daniel Huttlestone. Representación de la conciencia de los jóvenes luchadores que, a pesar de la edad, los incita a luchar, el símbolo de la valentía, de la entrega total. El que nos dice quien es bueno y quien no, el que hace lo que sea por un amigo, el llamado a no rendirse.
Helena Bonham Carter, Sacha Baron Cohen, en el rol de los Thénardier, otra excentricidad muy típica de estos dos actores, hacen contrapeso dentro del drama y la tragedia, con unos personajes que van de lo cómico a lo grotesco, pero no dejan de separarse del intento de mostrar una sociedad absolutamente corrompida y viciada, que simplemente sobrevivía.
Una vez más, Hooper logra dejarme con un nudo en la garganta y darnos una película impecable. Sin duda quedo con muchos comentarios que decir, pero no quisiera arruinarles esta experiencia a quienes no la han visto. De más está decir que recomiendo ampliamente este trabajo cinematográfico, que vale la pena discutirlo, que vale la pena verlo más de una vez.
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