SE BUSCA DICTADOR
Por Andrés Volpe
Curiosamente los votantes
no se sienten responsables
de los fracasos del gobierno
que han votado.
Alberto Moravia.
Se hace de conocimiento público la vacante de dictador carismático en nuestro país. Venezuela se encuentra en un proceso de adquisición de talentos destinado a satisfacer la necesidad esencial de conseguir el non plus ultra en materia de liderazgo mesiánico: de esos que arrastran masas al vacío de la perdición histórica, a la monstruosidad violenta de los genocidios. La oportunidad se presenta debido a la ausencia temporal o absoluta, dependiendo de a quien se quiera escuchar, de nuestro magnánimo líder. Él tiende a dejar el pelero de vez en vez, como todo buen dictador que se respeta.
Se estará preocupando, porque eso suena complicado y afanoso. No se preocupe usted, estimado candidato, ya que nosotros se lo ponemos facilito. Olvídese de amasar un ejército privado a lo siglo XIX. Esa es una mala maña caudillista que hemos querido ir dejando. Nosotros somos una sociedad que persigue la excelencia de esa cuestión moderna que llaman democracia. No vaya a usted a creer tampoco que entonces tiene que hacer campaña electoral y gastarse los reales. Aquí somos originales, creativos o, como dicen muchos, vivos. Para ahorrarle el sangrero, le damos unas elecciones acomodadas a su medida gracias a una invención autóctona llamada Consejo Nacional Electoral o, conocida más abstractamente como “la no separación de poderes”. Ahora bien, en honor a la verdad, usted verá que eso lo sacamos de un mosiú afrancesado llamado Montesquieu. El libro estaba en francés, así que hicimos lo que pudimos. Espero nos sepa perdonar, pero trabajamos para su bienestar.
Eso si, nosotros le pedimos que no se nos vaya a la derecha. Ahí si es verdad que nos metemos en camisa de once varas. Usted entenderá que así como queremos dejar el caudillismo, también queremos dejar a un lado aquella sombra del tal Marco Pérez Jiménez. No señor, eso si que era feo, porque con su policía desaparecía a la gente y al mismo tiempo edificaba a medio país. ¡Imagínese usted que dilema! ¿Cómo se puede mezclar represión violenta, progreso y derecha? Eso es una herejía, verá, porque aquí somos de izquierda. Háblenos de lo social, de la hermandad latinoamericana, de las masas oprimidas, de lo horrible que es el capitalismo salvaje que destruyó la vida en Marte. Ahí si nos emocionamos todos.
Aquí le suelto una confidencia, pero no lo vaya a estar regando por ahí: nosotros tenemos petróleo y si usted lo regala a sus amiguitos populistas de otros países… ¡ay caraj’! Ahí si es verdad que lo adoramos. Nuestro magnánimo líder, aquel valiente ahora secuestrado en Cuba, se lo regalaba a los hermanos Castro. Ellos son buenos muchachos, usted entenderá. Así que entiéndame bien y no se equivoque: regáleselo a todo el mundo, pero por favor, nada de estarle haciendo ojitos al Imperio. Sería una desgracia que se nos convierta imperialista yankee.
Debo advertirle, estimado candidato a dictador, que de aceptar este cargo honorario en nuestra nación usted tiene que saber una cosa más: no hay Constitución. Ese librito donde los ilustrados de nuestro pueblo establecieron nuestras reglas es, normalmente, azul y bien chiquito. Usted sabrá que la practicidad es algo muy conveniente. Por ello, el libro se fue haciendo más chiquito y más chiquito hasta que ¡puf!, se desvaneció. Si todavía siente curiosidad por la Constitución y quiere buscar interpretación, vaya usted al edificio que mientan el Tribunal Supremo de Justicia. Ahí le dirán lo que usted quiera escuchar o, si se empeña mucho en saber la verdad, eso entendido como legalidad, le dirán: “la legalidad soy yo” o “la Constitución soy yo”, depende del clima de ese día y del humor del Magistrado.
En nuestro contrato, claro está, le otorgamos a usted unos súbditos obedientes. Ellos lo están esperando. Usted solo vaya y pregunte por Maduro y Diosdado. No se preocupe, no muerden. Al irse nuestro magnánimo líder, ellos son los que han mantenido su puesto libre, ya que nunca se han decidido en tomar el poder de facto, como dicen los sabihondos. Uno tiene un bigote y el otro es como mantuanito. Ya los verá usted.
No obstante, entienda que si nuestro magnánimo líder decide regresar y nos dice “te lo creíste, chirulí” con su acostumbrado humor, usted tendrá que tomar sus corotos y patitas para que te tengo, porque eso lo hará automáticamente un usurpador. Si, pero venga que mientras tanto lo acomodamos.
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