Un juego a pérdida
Por Valentina Issa
@Valen_Issa
RECORDANDO A AMY WINEHOUSE A DOS AÑOS DE SU MUERTE
Los médicos que la atendieron en el transcurso de su adicción a la cocaína se lo advirtieron, “si sigues por este camino, vas a morir”. Hubo una que incluso renunció a seguirla tratando ante sus continuas recaídas en el uso de drogas. Todos (seguidores o no de los tabloides) vimos su deterioro con nuestros propios ojos en las miles, si no millones, de fotos de los paparazzi, y en los videos de algunos conciertos en los que se presentaba tambaleante y olvidadiza de sus propias letras bajo el efecto de alguna sustancia. Amy nunca ocultó sus conflictos, ni sus vicios, ni sus momentos de sobriedad. Sin embargo, por alguna razón, su muerte fue sorpresiva y aún nos resulta increíble a muchos. Ya han pasado dos años de su desaparición física pero ella sigue presente en el mundo, tanto, que este año le fue concedida la primera nominación post mortem de los premios musicales Brit Awards.
Amy siempre fue un libro abierto. Siempre dispuesta a mostrar y compartir su interioridad a través de su lírica biográfica, melancólica, e irreverente. Sus canciones son del tipo que atrapan a través de la melodía, la voz y la interpretación, y es luego, después de que el oyente está hipnotizado, que en un azaroso momento de lucidez presta atención a la letra y se da cuenta que está escuchando explicaciones por una infidelidad que no fue tal porque imaginaba que intimaba con su novio mientras llegaba al clímax sexual con el otro, o razones por las cuales se negaba a atender su adicción (que empezó y tristemente terminó con el alcohol) en rehabilitación, o sencillamente un llamado de auxilio en canción.
Supo que la música era su primer refugio y su vocación desde temprana edad, dedicándose con ayuda de su padre a conseguir un contrato musical desde los 18 años. Su padre, Mitch, fue quizás la única pieza constante en su vida y el único que no se dio nunca por vencido con ella, además de ser su primer y más fiel admirador. Fue muy criticado por el enfoque que tomó al lidiar con las adicciones de su hija, pues en un momento dado la vida de Amy era tan pública que a todo el mundo le eran familiares sus aventuras y desventuras, y todo el mundo se sentía en la posición moral de hacer juicios sobre ella. Nunca la llevó a la fuerza a rehabilitación, pues estaba convencido de que sólo se pueden superan adicciones con la voluntad del adicto como condición. Sí estuvo ahí para sacar a golpes y patadas a traficantes de drogas de la casa de Amy, para acompañarla y llevarla a buscar ayuda cada vez que la pidió, administrar su dinero de forma razonable, creerle cada vez que ella le decía que estaba decidida a dejar atrás sus adicciones, y salvarle la vida con primeros auxilios en más de una oportunidad. Con su ayuda, y la de pocos amigos fieles, Amy logró superar una de las peores adicciones de las que se puede estar preso: al crack y a la cocaína.
Había comenzado con el alcohol, luego pasó a la marihuana, y después de la mano de su novio y luego esposo, Blake Fielder-Civil, cayó en una angustiosa y muy dañina adicción al crack y la cocaína que se apoderó de su vida por alrededor de 3 años. Fielder-Civil tuvo una influencia muy oscura en su vida pues nunca quiso superar sus propios vicios, y aunque Amy sí, le era difícil hacerlo con una pareja que “disfrutaba ser adicto”. Afortunadamente para ella, Blake fue puesto preso por lesiones e intento de soborno de la víctima (cargo éste que casi involucró en un conflicto penal a Amy), y estuvo lejos de ella por dos años en los cuales, después de muchos tropiezos, recaídas, pérdidas peligrosas de peso, escándalos, y hospitalizaciones, Amy logró salir de su adicción a las drogas. Después de eso vinieron momentos de relativa luz en su vida, y hasta una nueva y sana relación amorosa con planes de hijos y matrimonio. Amy deseaba intensamente ser madre, y compartió con su padre la felicidad que experimentó cuando sus ciclos menstruales alterados en la adicción y los tratamientos, volvieron a la normalidad.[1]
Pero lamentablemente, Amy Winehouse nunca dejó de vivir los intensos conflictos internos tan evidentes en sus canciones. Amy luchaba entre extremos dañinos y opciones sanas en todos los planos de su vida. Sabía que su ex esposo era una presencia y una opción desafortunada, pero por años la escogió frente a la posibilidad de estar bien y desarrollar a plenitud su inmenso talento que sólo logró plasmar en dos históricos álbumes. Cada minuto le presentaba a Amy Winhouse opciones contradictorias que no sabía cómo manejar, y de las cuales no sólo escapaba con el alcohol, las drogas, y las relaciones tóxicas, sino con otros mecanismos de autodestrucción. Su mundo interior podía llegar a ser demasiado abrumador, y no siempre era fácil tomar la decisión acertada, a veces sucumbir a un trago de vodka era lo único que le daba un poco de tranquilidad. Y así fue como su vida se apagó, con un accidental envenenamiento etílico que no pudieron prevenir ni su papá, ni su asistente, ni su nuevo novio Reg, ni su guardaespaldas.
Tristemente para el mundo, y para sus seguidores que la tenemos como soundtrack obligado de la nostalgia y los días grises de la vida, la graciosa, rebelde, compasiva, y generosa Amy –quien llegó a endeudarse con un arrendador de caballos de paseo en las playas de San Lucia para ponerlos a disposición de los niños pobres nativos de la isla por una semana entera– se fue de este mundo en el juego a pérdida[2] en el que un trago más, una inyección más, o una jalada más pueden subirle las probabilidades a la muerte por encima de la vida.
Me gusta recordarla sana y plena en el ejercicio de su maravilloso talento, por eso quisiera compartir con ustedes este video de su interpretación en vivo de la canción “I heard love is blind” en el año 2004. Espero que lo disfruten.
http://www.youtube.com/watch?v=RDghKCo8xv4
[1] Tal y como lo describe Mitch Winehouse en la biografía que escribió de su hija, “Amy my Daughter” (Amy, mi Hija), publicada este año.
[2] El nombre de una de sus canciones más célebres, El amor es un juego a pérdida o Love is a loosing game
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