VA TODO, HASTA LA CAMISA/ Fausto Maso

Por Valentina Issa
@Valen_Issa
 
 
 

El panorama actual se presenta complejo. Hay muchas variables que tomar en cuenta dentro de un juego político que se desarrolla en el contexto de la ilegitimidad del gobierno nacional. El campo de batalla es un país gobernado por personajes sin ningún arraigo ni liderazgo, y con una creciente actitud persecutoria y represora sin miramientos en su objetivo de mantener el poder a como dé lugar. Pero sus estrategias parecen dar cuenta de su mayor temor: su desplome decisivo y rotundo a punta de votos en las elecciones municipales de diciembre. Sí parece como que la opinión del pueblo cuenta, les importa, y la necesitan como sustrato para continuar. Sí parece que le tienen miedito a un pueblo obstinado en las urnas.

 

Esa es la conclusión a la que llega Fausto Masó en su artículo “Va todo, hasta la camisa” publicado en el diario El Nacional el pasado 10 de agosto, que les presentamos a continuación en esta edición de Al Grano.

 

A la oposición quieren ahogarla financieramente, no hay empresario que se atreva abiertamente a respaldar a la MUD, una simple transferencia, un depósito en una cuenta, sirve para acusaciones como las que le hicieron a Mardo. Eso es lo que buscan con los allanamientos, tantean también el terreno para ver si en alguna circunstancias sea posible meter preso al propio Capriles. Llegarán hasta donde los dejemos; avanzarán si nos dividimos. 

Con razón teme Maduro un resultado adverso en diciembre y quiere impedir que Capriles viaje en avioneta. Como Chávez ganaba las elecciones cómodamente, le permitía libertades a sus oponentes. Maduro, obvio, no es Chávez; posee una autoridad precaria y teme tanto los resultados electorales de diciembre que juega sucio abiertamente: una derrota obligaría al chavismo a un cambio, resquebrajaría la estabilidad política del gobierno. ¡Desea obligar a Capriles a trasladarse por tierra, lo que le impediría repetir la campaña espectacular del pasado abril, cuando visitaba varias ciudades en un día! Un viaje de Caracas a Valencia dura en ocasiones seis horas. 

El mensaje es claro: se perseguirá a quien le dé un bolívar a la oposición, se apoderan de las computadoras y los teléfonos de Oscar López en busca de alguna transferencia de recursos para acusar a la MUD de violar la ley no escrita, según la cual el PSUV cuenta con todos los recursos del Estado y la MUD con nada. Resulta cuesta arriba hacer política sin dinero, sin acceso a la televisión, con las emisoras de radio mayoritariamente en manos chavistas. Desaparecen las apariencias de un juego democrático, persiguen a El Nacional , quieren gobernar por los siglos de los siglos. 

No hay tarea tan prioritaria como derrotar abrumadoramente a Maduro en diciembre, las elecciones son un plebiscito sobre Maduro, quien para responder la acusación que le hacen dentro del chavismo de dar un giro a la derecha, rescata la fraseología marxista del siglo pasado y se proclama enemigo del reformismo. 

Algunos candidatos de la MUD no son los ideales pero hay que apoyarlos y aspirar a que esta persecución despertará al ciudadano y, en cambio, el chavista decida quedarse en su casa el 8 de diciembre para expresar así su apoyo a sus líderes naturales locales. No es imposible que ocurra una gran abstención en el chavismo como otras veces en el pasado. 

Asombrosamente hay todavía quienes apuestan en la oposición a una derrota para de esa forma socavar el liderazgo del gobernador de Miranda, sin darse cuenta de que de ganar el PSUV en diciembre, Maduro se consolidará por tiempo indefinido en Miraflores. Frente a un panorama tan poco democrático y la conducta autoritaria del gobierno, desesperados ante esta pesadilla, resurge la tentación de abandonar el camino que tantos triunfos le ha dado a la oposición, algunos les irrita esperar hasta diciembre. El que va ganando no derriba el tablero. 

No es la hora de hacerse ilusiones: la oposición enfrenta a Nicolás Maduro, al PSUV… y a todos los poderes del Estado. Ocurrirán otras arbitrariedades, vienen con todo, pero pagarían un precio alto si no celebrasen las elecciones, confesarían que ya no son mayoría y abandonarían el juego ambiguo de Chávez que disimulaba su autoritarismo celebrando elecciones constantemente. A votar, pues. Va todo, hasta la camisa.

 
Fausto Masó / Opinión
El Nacional
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