CREAR CAOS PARA ESCONDER A LOS CORRUPTOS

Por Nancy Colina

@NancyColina2

 
 

Para nadie es un secreto que estamos en un país sin leyes. Eso es evidente, lo vemos cada día y en cada momento… Esta situación, por llamar este «caos» de alguna manera, nos trae problemas muy, pero muy serios. Una minoría maneja las leyes a su antojo, mientras todos los demás tenemos que aguantar la humillación que implica que se nos violenten nuestros derechos. 

 
 
Cuando falla la legalidad, la sin razón cobra espacio. Se vive en base a criterios de injusticia que nos hacen sentir humillados, atropellados e inestables. Somos ciudadanos a medias porque vivimos en una comunidad donde los derechos están conculcados. Toda esta situación baja la autoestima, sentimiento que nos hace frágiles ante quienes se han apoderado de la cosa pública.
 
 
La experiencia nos ha demostrado que los jóvenes son más susceptibles a sentirse heridos cuando sus creencias y valores no están establecidos, porque nunca saben a que atenerse. Por un lado hay una Ley y por otra se incumple. Como consecuencia, cuando se trata de ir a elecciones, el entusiasmo por expresar las creencias se ve opacado. La apatía protagoniza cualquier acción.
 
 
Surge la duda: si voto y no me respetan mi voto, ¿para qué perder mi tiempo? Eso creen muchos jóvenes quienes piensan que si vuelven a votar no les van a respetar los resultados y la frustración será mayor. Hemos sido víctimas de esta situación en las elecciones presidenciales pasadas y en el atropello que se ha desatado en contra de los diputados de la oposición, legalmente electos  por una mayoría. 
 
 
¿Qué decir a los jóvenes que en este país son mayoría de la población? La historia está llena de ejemplos. Sin ir muy lejos, en Chile, Augusto Pinochet y su combo hicieron lo que les dio la gana, con elecciones que se hacían solo para llenar las apariencias. Quedarnos de brazos cruzados, llenos de desesperanza solo llevará a ampliar la burla que día a día dirige Diosdado Cabello en la Asamblea.
 
 
Los venezolanos tenemos también otros problemas. La nueva humillación es que los medios de comunicación que todavía siguen en pie, andan asustados y sus presentadores hablan como en códigos, para no comprometerse. Eso sí es lastimoso. Poco a poco estamos cayendo en una especie de secta donde el ocultismo es una bandera. El teatro de calle y la internet son hasta ahora los medios con mayores probabilidades de libertad de expresión.
 
 
No podemos olvidar que estamos ante un gobierno que es ilegitimo, que lucha con locura para mantenerse. Hay toda clase de irregularidades que pasan por debajo de la mesa. Hasta la nacionalidad de Nicolás Maduro está en duda, lo que es también un atropello a las leyes venezolanas.  
 
 
Las jugarretas para disimular tanto descaro no tienen límites. El anuncio de una concentración para luchar contra los corruptos es algo que uno no sabe si llorar o reír. Piensan atacar a los diputados de la oposición por cualquier detalle, por ínfimo que sea, mientras ellos son incuestionables. ¿El objetivo? Liberarse de testigos que causan problemas, que dicen lo que está pasando y eso es algo que no pueden permitir.
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