LOS DERECHOS EN VENEZUELA

Por Francisco Alfonzo

@FranciscoAlfonz

 

 

 

La semana que viene (el martes 10 de septiembre) se hace válida (entra en vigor y surtirá efectos reales) la renuncia de Venezuela al Sistema Interamericano de protección de Derechos Humanos, conformado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, regidas por la Convención Americana sobre Derechos Humanos (o «Pacto de San José»)

 

Este es un verdadero y lamentable golpe a nuestro país, a nuestra historia como República, al pueblo venezolano. Y cuando digo lo anterior no lo digo así como que: «bueno… en zaraza y onoto se está yendo mucho la luz». No. Lo que digo es que el Gobierno está derrumbando uno de los pilares fundamentales sobre los cuales se funda nuestra sociedad democrática y el Estado de Derecho en Venezuela. Lo que nos están quitando es llamado comúnmente como «una conquista histórica de la humanidad», que a países europeos les costó lograr a través del sacrificio de millones de vidas durante dos guerras mundiales a inicios del siglo pasado.

 

De ahora en adelante, cuando, por razones del deterioro paulatino de nuestras instituciones (desde hace…), no encontremos la justicia en nuestra propia patria, con nuestras leyes y nuestros tribunales, los venezolanos ya no tendremos el derecho de acudir a esos organismos internacionales, pertenecientes al sistema de la OEA, para solicitarle a jueces imparciales e independientes la protección de nuestros derechos y libertades fundamentales, que son inherentes a nosotros por nuestra condición de persona humana.

 

Lo peor de todo es que algo tan triste y grave como eso lo estamos permitiendo impunemente, pasándolo casi por debajo de la mesa. Algunos fingen demencia, otros perdieron la esperanza en reclamar y protestar legítima y pacíficamente, algunos por flojera, también a unos cuantos no les importa porque están haciendo plata con el socialismo del siglo, pero lo peor de todo es que probablemente hay venezolanos que ni saben que gozaban del derecho que le están quitando.

 

El Sistema Interamericano de protección de Derechos Humanos funciona más o menos así. Los estados se obligaron, entre ellos, mediante un tratado internacional (firmado en San José de Costa Rica el 22 de noviembre de 1969) a respetar y garantizar, a toda costa, un conjunto importante de derechos a las personas que se encuentren bajo sus territorios. Con ello, se crearon mecanismos para supervisar el cumplimiento de las obligaciones contraídas, y se les dio el poder a las personas individualmente consideradas de demandar internacionalmente la responsabilidad de los Estados cuando ellos violen sus Derechos Humanos. Para realizar tal demanda internacional se debe acudir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, con sede en Washington, D.C., la cual luego de estudiar el caso y no lograr una solución amigable con el Estado, procede a formular la respectiva demanda en su contra ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, situada en San José de Costa Rica.

 

Común y corrientemente, en el mundo jurídico, se entiende que (y esto se lo dicen a todo abogado desde primer año de la carrera) los derechos y las libertades fundamentales son límites al poder arbitrario, es decir, son armas que tenemos nosotros para decirle al Estado, o a terceros, que no pueden hacer de nuestra vida, o con nuestras cosas, lo que les dé la gana. Es así como nuestros derechos se convierten en la garantía de nuestras libertades, de nuestra independencia, de nuestra posibilidad de desarrollo, pues una persona que tiene derechos es dueña de su futuro, toma sus propias decisiones y consigue sus propias metas, ello en base a los caminos libremente electos en atención a las necesidades, las ganas y las habilidades de cada quien.

 

La semana que viene nos quedamos sin un(os) derecho(os) más. Lo cual, como dijimos, es grave. Ello es culpa de Hugo Chávez Frías, quien como Jefe de Estado le ordenó a su ministro de Relaciones Exteriores (para entonces, el Canciller Nicolás Maduro) que depositara la nota diplomática correspondiente, renunciando al Pacto de San José, en la Secretaría General de la OEA. Pero también es culpa del actual Presidente de la República quien, conociendo esa situación, no hace nada para remediarla.

 

Lo anteriormente descrito es una muestra más del retroceso que está sufriendo nuestro país, el cual no es sólo económico y social, sino que también es un retroceso institucional y en nuestra democracia. Sin embargo, a los venezolanos parece no importarnos ese tipo de degradaciones. Esperemos que lo antes posible, llegue ese «milagro» que haga al bravo pueblo venezolano despertar de ese sueño de Alicia en el País del Socialismo (y pido un milagro porque en estos últimos años hemos pasado por todo tipo de terremotos y seguimos donde Morfeo). Esperemos que no sea demasiado tarde. Somos muchos los que, de verdad, quisiéramos vivir en una Venezuela de libertad.

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