300: una masacre naval

Por Jesús Moreno

@chucho1991

jmoreno@guayoyoenletras.com

 

 

 

La secuela al icónico y visualmente estilizado filme 300 (del año 2007) llega finalmente a la pantalla grande de la mano del director Noam Murro y el aclamado guionista y cineasta Zack Snyder, quien también fue responsable del éxito de la primera y de películas como el Hombre de acero. 300: El nacimiento de un imperio es un viaje de efectos espectaculares, coreografías de lujo y mucha sangre. El filme cuenta con la participación de varios actores presentes en la original como Lena Headey (reina Gorgo) y David Wenham (Dilios), así como nuevos prospectos como Sullivan Stapleton (Temístocles) y Artemisa (Eva Green).

 

El largometraje retoma la historia donde terminó 300: con el rey de Esparta (Leónidas) masacrado junto con los restantes guerreros de su armada. El Rey dios, Jerjes (Rodrigo Santoro), victorioso alista al ejército persa para atacar las ciudades estado griegas. Atenas, lugar de donde surge el héroe del filme, preparó su flota para enfrentarse al ataque marítimo de Persia, liderado por Artemisa. La batalla en el mar se desenvuelve mientras los espartanos combaten la arremetida persa en los corredores de las Termópilas. Con la astucia y perseverancia del protagonista Temístocles, jefe de los galeones griegos, los atenienses logran hacerse con una épica victoria sobre la gigantesca flota del Imperio Persa.

 

La película es visualmente impresionante, contando con efectos que cautivan la imaginación y escenas de peleas que mantienen al espectador al filo del sillón. Sin duda, superando a la primera en este sentido. Por el contrario, la trama es algo vaga y los diálogos entre los personajes son obvios y plagados de cliché, aún más que en la primera. Igualmente, no existe una química real y palpable entre los actores que hagan que el público se involucre con los personajes que interpretan y teman por sus vidas. El filme se concentra demasiado en la acción y la violencia de las batallas, dejando a un lado las sutilezas que desarrollan el carácter de los personajes. Podría deberse, en parte, a que la original está basada en la novela gráfica de Frank Miller del mismo nombre (300), mientras que ésta simplemente capitaliza el éxito inicial con la misma fórmula.

 

Lo cierto y lo más importante es que ambas entretienen, y ése al final, es el objetivo de cualquier largometraje.

 

Por la forma en que bajó el telón, seguramente habrá cabida para al menos una última entrega más de esta franquicia. Por ahora lo único que puede hacerse es esperar y disfrutar de la maravilla estilística que es 300: El nacimiento de un imperio.

 

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