La universidad no se arrodilla

Por Andrés Abreu Urdaneta

@andresabreu

aabreu@guayoyoenletras.com

 

 

 

En nuestro país, las protestas iniciaron el 4 de febrero en algunos estados y se podría afirmar que el 12 de febrero fue el día de inicio en el resto del país y Caracas. Desde ese 4 de febrero ha habido 32 ataques a 19 universidades del país, siendo estas las universidades atacadas según El Nacional: ULA (Mérida, Trujillo y Táchira); UCV (Caracas y Aragua); LUZ (Maracaibo y Cabimas); UPEL Maracay; UCLA; UNET; UNEFA del Táchira; USM en Anzoátegui; UGMA en Sucre; UCAB (Caracas y Guayana); UCAT; UNEXPO; UDO (Anzoátegui); URBE; UNELLEZ; Universidad de Carabobo (Núcleo Aragua); URU y la Universidad Fermín Toro en el Estado Lara. Añadiendo más recientemente a esta lista la Universidad Metropolitana en Caracas.

 

Los recientes hechos de violencia se centraron en dos universidades de la ciudad capital y una del interior del país. Son los casos de la UCAB, UNIMET y UFT.

 

En el caso de la Universidad Fermín Toro en Barquisimeto, el lunes 5 de mayo los colectivos armados que asediaban la universidad desde tempranas horas de la mañana, lanzaron bombas molotov logrando incendiar las instalaciones de dicha casa de estudios. Según reportes, más de 4000 estudiantes se verán afectados por la paralización de actividades en esta universidad tras el incendio que consumió más del 40% de las instalaciones.

 

El martes 6 de mayo la protagonista de los ataques fue la Universidad Católica Andrés Bello, ubicada en Montalbán, Caracas. En la mañana de ese día, estudiantes de dicha universidad salieron a protestar por las detenciones de dos ucabistas: Carlos Madriz y Xavier Berkles de Guayana, trancando parcialmente la autopista Francisco Fajardo a la altura de Antímano. Posteriormente la protesta fue redirigida por otros estudiantes hacia la avenida Teherán de Montalbán; mientras se encontraban allí llegaron grupos armados quienes comenzaron a lanzar piedras y cohetones a la universidad y a los manifestantes, además de accionar sus armas en distintas oportunidades. Posteriormente actuó la Policía Nacional Bolivariana arrojando bombas lacrimógenas contra los estudiantes que manifestaban a las puertas de la universidad.

 

El saldo de este ataque fue el daño ocasionado a algunos vehículos dentro de la universidad y la suspensión de actividades por parte del Consejo Universitario.

 

Al día siguiente, el miércoles 7, le toco el turno a la Universidad Metropolitana cuando los estudiantes de dicha casa de estudios salieron a manifestar en las adyacencias de la misma. La Guardia Nacional reprimió dicha protesta con bombas lacrimógenas lo cual ocasionó un incendio en áreas cercanas a un estacionamiento de esta casa de estudios pudiendo generar daños a los vehículos que se encontraban ahí estacionados.

 

Estos son tan solo tres de los treinta y dos ataques que se han registrado contra las universidades venezolanas desde el inicio de las protestas hasta el momento del cierre de este artículo. Parece tratarse de ataques sistemáticos por parte de los grupos armados y de las fuerzas del orden en contra del estudiantado de nuestras universidades.

 

Recordemos que han sido los estudiantes quienes se han convertido en la punta de lanza de las protestas que se llevan a cabo actualmente en nuestro país y que de igual forma han sido ellos objeto de las represiones más fuertes, detenciones y violaciones a los Derechos Humanos y a la autonomía universitaria.

 

Políticos afectos al oficialismo (y algunos miembros de su militancia) han calificado a los estudiantes como “sifrinos”, “manitos blancas”, “burgueses” y más recientemente “Drogo-UCAB” por el diputado Robert Serra, quien casualmente es egresado de dicha universidad. ¿Realmente los estudiantes no conocen las necesidades del pueblo? Por supuesto que las conocen, porque los estudiantes también son pueblo, también son venezolanos y sufren las mismas carencias que el resto. No se trata de personas aisladas de la realidad del país, y precisamente por eso han sido quienes han liderado las protestas en distintos momentos de nuestra historia.

 

“Estudiantes no tumban gobierno” es la frase con la que mucha gente intenta desprestigiar o bajar los ánimos de las protestas estudiantiles. Si, puede ser cierto que los estudiantes, al ser una minoría, no puedan lograr un cambio; pero si la sociedad civil le da el apoyo necesario a nuestros jóvenes se pueden lograr cambios importantes en este y otros países.

 

Al atacar las universidades no se está atacando a los estudiantes, se está atacando una institución, se está atacando a las casas que imparten conocimientos al futuro de un país y al futuro de una sociedad. Porque ciertamente eso son los estudiantes, son los futuros profesionales que llevarán las riendas de este país; y más allá de ser el futuro, son el presente de nuestra Venezuela, son el presente de nuestra sociedad.

 

Como estudiante, he visto la indiferencia que se apodera de las casas de estudio; indiferencia ante la protesta, ante lo que se está haciendo. Sin embargo también he visto como esa indiferencia se transforma en acción cuando el peligro y el ataque nos llega de cerca; cuando la violencia deja de ser “un cuento de un amigo” y se convierte en una vivencia propia, cuando a quien atacan no es un desconocido, sino que es a ti mismo y te atacan en tu casa; porque nuestras universidades son nuestras casas.

 

Pero, ¿hace falta esperar a que el problema nos afecte a nosotros para poder reaccionar? No, no hace falta esperar, no podemos esperar que el problema nos afecte a nosotros; con que le afecte a un venezolano es suficiente. Quizás muchas personas deban entender eso.

 

Vale la pena recordar las palabras del segundo rector de la UCAB, el padre Pedro Pablo Barnola s.j. quien dijo en aquél 1958 (caída de la dictadura perejimenista) “Prefiero una universidad cerrada, que una universidad de rodillas” refiriéndose al apoyo que daba la UCAB a los estudiantes en ese momento. Posteriormente, el Padre Barnola hace un recuento de esta situación en un discurso diciendo, entre muchas otras cosas, lo siguiente:

 

“Y en aquellos momentos críticos, cuando todo podía creerse como perdido, y parecía reinar doquiera un conformismo vil o al menos una amenazante indecisión, de pronto surgió el ejemplo dignificador y generoso; pues como bien lo recordamos todos con indisimulable emoción, en un momento heroico esta Alma Mater universitaria, unida toda como en un solo corazón y una sola voluntad en sus autoridades, profesores y alumnos; esta universidad digo, haciendo honor a su nombre y a la misión educativa que le corresponde, supo comportarse con la valentía y decisión que reclamaban los trágicos momentos que vivía la patria. No hubo temores ni vacilaciones; sin imprudencias, pero también sin cobardías, estuvimos prontos a jugarnos el todo por el todo. Y si este todo que se ponía en juego era la vida misma del instituto, no temíamos por su desaparición momentánea o temporal, pues sabíamos bien que la vida de las universidades no se cuentan por años sino por siglos , y que por graves que fueran las circunstancias del presente al fin los hombres pasan, ¡pero las instituciones quedan!

 

No temimos jugarnos el todo en un momento crítico de deber muy honroso para con la patria y para con la iglesia, porque sabíamos que si estas puertas se cerraban y estos muros quedaban abandonados y silenciosos por un tiempo, sería emocionante que si andando los años algún transeúnte o viajero al ver la casona cerrada preguntase la causa, poder con la frente muy alta y la voz muy firme decirle que los que entonces procedimos sin temor al cierre fue porque estábamos convencidos de que hacíamos más por la patria y por la iglesia si conservábamos íntegro el honor sin Universidad Católica, que si se conservaba abierta una Universidad Católica sin honor. “

 

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