¿Cuál Rebelión?

Por Paola Sandoval

@PAOSandovalM

 

 

 

Hace algunos días conversaba con mi abuela la cual tiene 92 años. Llamó poderosamente mi atención oír de su propia voz las reglas que debía seguir la mujer de los años 1950 para lograr, entre sus objetivos principales, la felicidad de su marido: lucir impecable para su llegada en la tarde, no atormentarlo con problemas, no hablar mucho y la que más me llamó la atención, dejar que se divirtiera y pasar por debajo de la mesa cualquier cantidad de caprichos porque su “vida llena de compromisos” era un “territorio desconocido” para la mujer. Quedé impactada y pensé en lo afortunadas que hemos sido al ser parte de una liberación femenina. La mujer de antaño, esclavizada en su casa sin oportunidades de desarrollo personal o muy mal vista por la sociedad en caso de que se rebelara, era un accesorio del hombre que debía esperarlo sonriente e impecable sin chistar.

 

Grandes pioneras en todos los ámbitos fueron apareciendo, cambiando los paradigmas y los estereotipos, abriéndose campo en las tareas que habían sido principalmente “masculinas”, logrando un mayor desarrollo y haciendo valer sus derechos como seres humanos. Sin embargo, al observar los canales de televisión, los periódicos, las revistas y medios en general observo una tendencia que se ha venido acentuando desde hace unas décadas. La promoción de la mujer como mercancía ha sido la transformación de esa madre sumisa que todos veíamos hace unos años en una que ahora bate sus carnes desnudas en la pantalla rodeada de hombres vestidos al mejor estilo “gánster”. Son innumerables los casos en los cuales está presente la banalización de las “artistas” de televisión, cuyas canciones no son admiradas por sus grandes letras, sus destrezas en la ejecución de algún instrumento o sus grandes voces sino por su capacidad de escandalizar a la masa por medio de actos “liberales” y “atrevidos” que buscan que la compra-venta alcance límites inesperados al día siguiente en nuestra sociedad de consumo.

 

Es importante destacar que hemos avanzado en muchos niveles. La mujer está haciendo aportes extraordinarios en las ciencias, el deporte y la cultura pero por alguna razón nos hallamos cada día más solas, menos amadas, menos protegidas y sobre todo cada vez más distanciadas de nuestra contraparte masculina. ¿Por qué? ¿En qué momento pasamos de un extremo a otro, de lo recatado a lo perturbador, de la opresión hogareña al despelote? ¿Es esta la rebelión la que deseaban nuestras antecesoras? ¿Acaso dejamos de ser un objeto de placer de la sociedad patriarcal a través de esta conducta? ¿No seguimos siendo parte del mismo sistema que se rige principalmente por las normas de la violencia, la competencia desenfrenada, la destrucción y la rápida transformación de todo en mercancía?

 

Es interesante detenernos a pensar por un momento acerca de nuestra naturaleza. El arquetipo femenino desde tiempos remotos se caracteriza por la receptividad, la compasión y la capacidad de gestar pacientemente grandes obras bien sea desde la procreación de un ser humano hasta la creación a cualquier nivel. Es lógico que al haber sido oprimidas durante tanto tiempo, nos dedicáramos a liberarnos a través de una imitación de las características masculinas, ocupando nuevos espacios por medio de una violencia que no nos pertenecía porque era la única forma de sobreponernos a las circunstancias. Sin embargo, en el camino nos perdimos. Caímos pues en la gran maquinaria, que como siempre aprovecha todos nuestros movimientos a su favor. Colocándonos en la misma posición de sacrificio en pro de los valores masculinos que nunca han dejado de estar presentes. ¿Es este el verdadero cambio que deseamos? ¿Realmente todo es válido? ¿Hay verdadera rebelión o simplemente cambiamos de jaula? ¿La promoción de la mujer como un objeto sexual o la imitación de las conductas masculinas hace de la mujer un ser realizado? ¿Lograr el verdadero femenino consiste en imitar al hombre? ¿Distanciarnos de nuestra contraparte nos hace mejores seres humanos? ¿O seguimos siendo víctimas ciegas de la civilización hostil?

 

Y es que cuando seguimos inocentemente las letras pegajosas que nos colocan en posiciones bastante bajas, cuando tratamos de inyectarnos polímeros en los glúteos y morimos, cuando nos deprimimos porque no estamos “a la moda”, cuando remitimos nuestra felicidad a un par de tetas plásticas, cuando pensamos que “todo se vale” y cuando imitamos la agresividad que ha traído a la humanidad de cabeza durante siglos, no estamos haciendo ningún cambio sustancial. Estamos viviendo una ilusión. Caemos en la otra cara de una misma moneda. Y los extremos se tocan.

 

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