Adicto a Gritar
Por Don de Soledad
Hasta aquí me persigue… La tarje conmigo, la enfermedad de la chica dorada, la que mata los sentidos, la enfermedad del que sufre sin motivos. Deseo escapar de lo que no puedo ver, pero contra mi voluntad me abduce y mi mente lo reproduce.
Pienso en ello como el don de sentir lo que pienso, llámalo una esquizofrenia emocional. Siento cosas que no estás ahí, deseo, delirio, melancolía. Me refuerzo en medio de la tortura que mi otro yo me impone. A veces pienso que lo amo, a veces lo testo. ¿Soy realmente yo el que escribe esto?
Bien podría ser yo quien cambia de papeles, pasando de víctima a torturador, disfrutando la empatía de sentir lo que la víctima siente. Llorar como ella, gritar como ella. Estar en compañía de mí mismo, luchando contra mí mismo. Es la única forma que tengo de amarme y conocerme. Ojalá hubiese otra, pero dependo del cariño que quiero dar pero nadie recibe, depende de expresarme con alguien pero nadie me escucha. Me hablo y me escucho, me insulto y me siento ofendido por mí mismo.
Discrepo, converso, me encariño con mis propios delirios. Eligiendo sentir que son reales por un momento. Adicto a soñar, adicto a llorar, adicto a sentir todo lo que no siento.
…
El peso que tengo encima es nulo, sin embargo siento más presión de la que nunca había sentido. El aire frío intenso a mi piel, mis músculos se tensan en la noche pensando que nunca tocarán ni sentirán un alma con la que compartir la dicha de ser. Los jarrones de la antipatía tienen sus propias piernas, llenan las calles con su propio ser, derraman su contenido a cualquiera que se acerque; pero esto debe detenernos, no a nosotros dos.
“Nosotros somos solitarios, vivimos dentro del otro, hablamos y no somos ninguno de los dos. Cada vez que peleamos nuestros golpes dejan salir tristezas, cuando nos abrazamos, el cuerpo se tensa y llora con nostalgia. Cada roce que tenemos uno con el otro crea palabras y pensamientos que salen con el cuerpo, aunque no sabemos cómo controlar la cantidad de gritos ni la medida exacta de desesperación”.
Ellos repiten la rutina, con resultados diferentes.
No sé cuál sea la diferencia entre yo mismo y mi mente
Uno que todos ven, quieren, rompen y desprecian
Uno que se retuerce al ver como los otros se aprovechan
Los que actúan, hacen todo, cambian y modelan al mundo
Los que piensan, se preguntan ¿Quién se pregunta lo que yo me pregunto?
Transformando mente y corazones en evolución constante
Pasar de víctima a torturador dura un instante.
Disfruto hasta el alma todo lo que veo y siento,
Solamente un momento, luego de eso me arrepiento
de haber nacido, queda en el olvido
Y se vuelven lentos los latidos, maldigo todo
Porque duele abrir los ojos llenos de lodo, sobretodo
En la tierra de la apatía, donde todo en sincronía
encaja y fluye con perfecta armonía
con suficiente indiferencia y antipatía
para lograr ser miserable en este bello día
Ellos no logran comprender lo que ustedes comentan
Pareciera que solamente de palabras se alimentan
Pero ellos no le tiene miedo, solo curiosidad.
Repiten que “todos somos iguales” ¿Por qué tanta maldad?
Si la verdad, la existencia se basa en distinción
Si tengo que explicarlo todo es que no tengo tu atención
Ellos pelean codo a codo siempre en mi bóveda cerrada
A uno le gusta hablar de todo y al otro no le gusta nada.
Adicto a Gritar por Don de Soledad – Adolfo J. Ruiz Velásquez. Segundo lugar del concurso Letras De Libertad.
Palabras del jurado: «La composición en prosa desde la búsqueda de un yo poético que presenta el desencuentro de quien intenta comprenderse le otorga singularidad. Imágenes potentes que abren paso a la melancolía, al mismo tiempo que intenta invisibilizar al verso detrás de la forma de la estrofa. Se valora la experimentación formal, a pesar de cierta ortodoxia en el uso de la rima que contrasta con el riesgo asumido y no le permite un alcance completo al objeto poético».
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