De un viaje en metro
Por María Victoria Chirinos R.
@mvictoriachr
De esa forma de encuentro, quizás desde lo inconsciente, con el lugar, de la “gente de a pie”.
De esa facultad urbana.
De relaciones con el entorno.
Del mejor catálogo de materiales: la colección que lleva la ciudad. Llena de contrastes, brillos y colores.
De buenas y malas prácticas: sugerentes y subjetivas, argumentadas, intuitivas y caprichosas, lógicas y coherentes otras tantas.
De percibir olores y llenarse de sabores.
De anchos y sobre anchos, de aceras que siguen y se accidentan.
De carteles que aparecen, que hablan y se atraviesan.
De desniveles que asoman.
De túneles que te llevan.
De gente que vuela. Gente que corre.
De premuras que apremian.
De la prisa que florea.
De monedas que aparecen y suenan.
De tickets que sacan y los marcan.
De barras que pasan.
Del señor que saluda.
De escaleras que descienden y de escaleras que ruedan.
De direcciones en sentidos opuestos.
De líneas que se enumeran.
De esperas que alborotan.
De luces que se encienden.
De brisas que se cuelan.
De miradas que se barren.
De trenes que atraviesan.
De la cola -detrás de la raya amarilla-.
De un -sigue las reglas-.
De un camino siguiendo la flecha.
De mosaicos y campañas.
De propagandas.
De puertas que se abren.
De detenerse. Pasar. Pensar y mirar a la gente.
De un –señor, por favor no empujen-
De atropellos y avispaos.
De mantenerse firme y apoyar los pies.
De sostenerse.
De alzar la mano y sujetarse.
De carteras que voltean.
De disculpas que escasean.
De un -sí entramos todos-.
De conversas que se elevan.
De rumores que humean.
De puertas que se cierran.
De ser parte de la conversación de la gente de al lado y contestarles mentalmente.
De voltear, seguir y darte cuenta que no era contigo.
De muros ciegos y escapes visuales que miran hasta quienes a él se niegan.
De paredes y rejas.
De texturas y rieles.
De voces grabadas.
De anuncios que se esperan.
De paradas.
De gente que sale.
De gente que se lleva. De gente que se quedan o los dejan.
De matices que cambian y olores que mutan.
Cabellos que baten y cuentos que comentan.
De zapatos que se estancan.
De puestos que se llenan o se asientan. Otras veces se pelean.
De gente que sonríe. De gente que frunce el ceño, se aíslan o se hacen la loca.
De rostros que distingues y otros que desaparecen.
De gente que se duerme y otros de desconectan.
De sueños y lamentos.
De darse consuelo con el otro.
De quejas e ideales.
De ventas y vendedores.
De relojes que dan hora.
De pausa en la próxima estación.
De aquella chica que sonríe en las dificultades.
De la señora que aun muestra su mejor cara.
De gente que sobrevive y lo sobrelleva.
De destinos que se aproximan.
De caminos que lo conducen.
De un vagón que viaja de la Petare a Chacao
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