Ella es Sairam
Por Claudia Alizo
@ClaudiaAlizo
Cae una tarde del mes de noviembre. En el pasillo de las banderas de la Universidad Central de Venezuela se encuentran varios jóvenes sentados en el suelo, pintando algo sobre amplias hojas de papel bond. Entre tijeras, latas de aerosol y trozos de cartón recortados, manchados de negro, se puede distinguir, en una de las superficies blancas, el contorno de un rostro que tiene varios meses reproduciéndose en las paredes de las calles de Caracas, en internet, en redes sociales, en algunos periódicos y en otros pocos canales de televisión.
Una moto se detiene justo en frente de donde están los muchachos haciendo pancartas. De la parte de atrás desciende una joven de tez morena y cabello largo y negro, vestida con jeans y franela. Su rostro se corresponde con el de los carteles. Saluda a cada uno de los presentes y se detiene a hablar con un señor de mediana edad, que se encuentra ayudando a los jóvenes.
Finalmente, se acerca y saluda. La joven se sienta en el suelo y mira directamente a los ojos a su interlocutor.
—Sairam Rivas, 21 años ¿Fecha de nacimiento?
—El 30 de julio de 1993.
—¿Tienes segundo nombre?
—Sí, Sairam Gabriela Rivas Moreno.
Sairam Rivas fue detenida el 8 de mayo de 2014, en la plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes durante las protestas estudiantiles que iniciaron el 12 de febrero del mismo año. Estuvo presa en el Servicio de Inteligencia Bolivariana Nacional (SEBIN) por 132 días, acusada de instigación a la desobediencia de las leyes en grado de autor, uso de menores para delinquir y agavillamiento.
El 17 de septiembre fue puesta en libertad en régimen de presentación. La estudiante no puede salir del área metropolitana ni asistir a eventos públicos, solo puede dar declaraciones.
Para el momento de esta entrevista, Sairam se encontraba realizando precampaña para su candidatura a la presidencia de la Federación de Centros Universitarios, en las próximas elecciones estudiantiles del 30 de enero de 2015. Actualmente, es presidenta del Centro de Estudiantes de Trabajo Social (CEETS)
—¿Por qué quisiste estudiar Trabajo Social?
—Yo quería estudiar, principalmente, Comunicación Social o Idiomas Modernos. Me gustaba mucho la información, sobre todo lo que era el periodismo de riesgo. De chiquita siempre quería estar donde pasaban las cosas. Una vez fui a un congreso de periodismo de riesgo donde estaba Elianta Quintero y ella comentaba lo que fue el 11 de abril y todos los acontecimientos que vivieron y cómo, a veces, si las balas van para allá, los periodistas tienen que estar ahí metidos y eso me gustó muchísimo. Pero luego comencé Trabajo Social y me identifiqué muchísimo porque es una carrera donde eres gestor de políticas públicas y privadas. Trabajas para mejorar la calidad de vida de las personas, para hacer una sociedad más desarrollada. Con las políticas sociales como puedes hacer programas sociales que puedan estar en beneficio de la gente y que acaben con la desigualdad.
—¿Por qué quisiste ser presidente del CEETS?
—Cuando yo entré a Trabajo Social, era una escuela donde te dabas cuenta de lo bonita que es la carrera, sobre todo tienes que ser una persona muy humanista, con mucha sensibilidad social, que esté dispuesta siempre a trabajar con la gente. Luego, me di cuenta que esa escuela era percibida de forma violenta en toda la Universidad, no había aportado nada, no se sentía la esencia del trabajador social. Siempre, en todas las marchas, salía un grupito muy reducido de la escuela a golpear a las personas. La gente odiaba la escuela y por ende, también odiaban a los estudiantes. Tu preguntabas “¿Trabajo Social? Esos son unos locos, unos violentos”. Ahí notamos el descontento que había y entre varios estudiantes de varias escuelas y años decidimos unirnos para hacer una plancha y poder comenzar con una propuesta diferente para la E.T.S. Fueron tres intentos; la primera vez lo suspendieron. La segunda también porque lanzaron unos niples en FACES y la tercera, el 18 de enero del 2012, que fue que ganamos. Siempre supimos que habíamos ganado, pero fue en la tercera que pudimos contar bien.
—¿No te dio miedo?
—Gente que es opositora me decía “chama, dedícate a estudiar. Eso no te va a beneficiar en nada. Lo que vas a hacer es meterte en problemas. No te lances”. Y muchos chavistas me decían que me iban a caer a golpes. “Mira flaquita, tú, después de que entregues la caja estás muerta”.
Sairam habla con fluidez. Se describe como una persona arriesgada y confiada; “cuando yo creía que podía, le ponía todo, pero me he llevado mis sustos”, confiesa.
A lo largo de la entrevista, intervienen sus compañeros para preguntar por materiales, los próximos planes o simplemente para saludarla. A todos les responde con igual atención.
—¿Cómo eras en el colegio?
—Siempre estaba metida en los eventos de todas las secciones de bachillerato cuando nos tocaba organizarlos. Hasta con la organización de la graduación estaba ahí metida. Armamos como dos protesticas ahí en el colegio- recuerda riendo- y yo siempre estaba metida.
Nacida y criada en Guatire, estuvo muy ligada a su ciudad natal desde pequeña. Creció practicando danza folklórica desde los 7 hasta los 16 años y asistiendo a los eventos religiosos de la iglesia local, por petición de su abuela.
Cuenta que siempre fue extrovertida. “Hay una etapa de mi vida que no se liga mucho con la política; estuve en modelaje desde los 13 años”. Sairam ganó un concurso de modelaje internacional The princess of the world, que la llevó a concursar en República Dominicana.
Relata que en la misma semana en la que ganó la presidencia del CEETS, seguía en modelaje “salía a pegar pancartas y luego agarraba los tacones y me iba al C.C. Paseo Las Mercedes a un concurso”, recuerda, riéndose.
—¿Qué te gusta hacer cuando tienes tiempo para ti?
—¡Ahorita no sé si tengo tiempo! -ríe- ¿Qué te puedo decir? Me pongo a leer. Me gusta mucho.
—¿Qué lees?
—La literatura venezolana. Como estoy metida en esto, me gusta leer novelas históricas.
—¿Cuál fue el último libro que leíste o que estás leyendo?
—El último libro que leí se llama El Falke de Federico Vegas, que es sobrino de Rafael Vegas. Cuenta lo que fue la generación del 28. Me leí uno sobre Tina Modotti, que fue una revolucionaria y fue muy cómico porque me lo leí estando en el SEBIN. Un amigo me lo regaló porque ella fue una modelo, pero no se dedicó a eso sino que por lo bella que era, comenzó a ser modelo de fotógrafos y pintores. Entonces dedicó su vida a eso y a la parte revolucionaria. Un amigo se acordó de mí por eso y me lo regaló.
—¿Qué música escuchas?
—Me encanta Silvio Rodríguez. Es mi música preferida.
Confiesa ser muy despistada y desordenada, aunque aclara que “en su desorden tiene su orden” y que cuando su cuarto colapsa, se dispone a ordenarlo “porque ando en tantas cosas y soy muy perfeccionista a veces”. De pequeña, soñaba con ser modelo y alcalde de Guatire. “Yo le echaba broma a mi abuela, que es chavista, y le decía que en su casa iba a ser el comando de campaña de la oposición, para fastidiarla”.
—¿Eres llorona?
—Sí, soy muy sentimental. Aquí, en muchas cosas, me pongo a llorar. Evidentemente, cuando vas agarrando más experiencia, la vida te va haciendo más fuerte, pero si tengo que aceptar que a veces soy muy llorona.
—¿Qué te molesta?
—No sé… La irresponsabilidad- contesta luego de reflexionar un poco-Yo soy muy centrada en mis cosas. Me molesta que tengan que hacer algo y digan que es por falta de tiempo, pero en realidad fue porque no les dio la gana. Eso me molesta mucho.
—¿En qué crees?
—Soy de una familia tradicionalmente cristiano-católica, pero yo poco a poco he ido cambiando mi forma de ver las cosas. No estoy de acuerdo, sobre todo, cuando las personas profesan algo y en su práctica de vida, no lo cumplen y por eso ahora estoy un tanto escéptica. Lo que trato es de no hacer mal y de que mis acciones estén en el bien de las personas. Y choco mucho con mi familia ahí. Les digo “sólo rezando no van a cambiar a Venezuela”.
—¿Algún complejo confesable?
—Siempre ando como muy pendiente de lo que dicen las personas. Trato como de estar bien con todo el mundo y eso. A veces te trae muchos problemas porque, si no estás bien con todas las personas, terminas sintiéndote mal.
—¿Sientes que te cuesta decir que no?
—Eso. Me cuesta mucho decir que no. Entonces a veces se molestan conmigo: “¿Pero por qué les dijiste que sí? ¿No le podías decir que no?” pero, ¡¿Cómo hago?! – pregunta, sonriendo- Entonces trato de complacer a las personas y eso termina afectándome a mí o termina el día vuelto un ocho, y bueno… tengo que hacer un curso para aprender a decir que no.
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