Las 50 Sombras de Grey: ¿una invitación al sexo desmedido?

Por Laura Andreina Rodríguez

@IsLarv

larodriguez@guayoyoenletras.com

 


 

Siempre fui defensora del “con tal que lean, que lean cualquier cosa”. Sobre todo viniendo de una madre que lee y escucha libros de autoayuda que, muy por encima de las críticas a este tipo de literatura, le han reforzado su carácter de líder innata y le han permitido ser una persona libre de complejos y muy positiva, y un padre con un gusto bastante variado por la literatura. Pero, en estos días, he sentido una inmensa preocupación por ese “cualquier cosa” que se está leyendo.

 

En el metro, camino a mi casa, escuché a un «liceísta» camisa azul que le decía a otro: “Verga, yo pensaba que leer era una ladilla pero la vaina es de pinga. Como una película pues, pero tú te haces la mente”. Lo que oí me entusiasmó y justo pensaba en la conversación que tenía con un entrevistado hace poco sobre la juventud del país, en mi mente le respondía: “¿Ves? La cosa no está tan perdida.”

 

Acto seguido, el mismo muchacho procedió a enumerar sus libros favoritos: la trilogía de las 50 Sombras de Grey. Luego empezó a narrar explícitamente parte de lo que hacía los personajes principales, hablaba de un cuarto oscuro, todo llevaba al erotismo, la sexualidad y el sadomasoquismo. Mucho más que insinuar y seducir, el relato sonaba a porno. El más puro porno. “Marico, ¿tú estás loco? Esa vaina hay que saberlas, a las mujeres les gusta”, comentó emocionado luego de aquel relato. El amigo se emocionó tanto que pidió casi de rodillas que le prestara los libros, que quería hacer eso con la noviecita.

 

Si bien es justo en la adolescencia cuando se atraviesa por más cambios hormonales y se pasa por la etapa de descubrir su sexualidad, ¿esta clase de libros no estarían contribuyendo a crear o incentivar un apetito sexual desmesurado, e incluso ajeno a ellos, disfrazados en un interés por la lectura?

 

Esta no ha sido la única vez que he oído hablar de estos libros. Mi prima de 28 años y sus amigas contemporáneas los leyeron, los he visto también en las manos de estudiantes universitarias, de secretarias de organismos públicos a los que he tenido que ir y en las manos de mujeres con un gesto de abstracción en su rostro en algún café. El problema no radica en este público cautivo. Ellos entienden el sexo, no son novatos (o, la menos, no es común que lo sean). Sin embargo, este grupo de jóvenes menores de 17 años están apenas adentrándose a ese mundo. En su mayoría, están descubriendo, aún con cierta inocencia, el sexo del otro.

 

¿No serían entonces las 50 Sombras de Grey y sus derivados una invitación al sexo desmedido en un país en donde hasta los condones escasean? Además de crear una gran expectativa sobre el encuentro sexual que muchas veces termina en una decepción mayor. Estas niñas ya no fantasean con un “príncipe azul” de Disney sino con un Christian Grey bastante diferente al tipo de hombre que encuentra uno en su colegio, en la urbanización, en las calles, en el curso de inglés o preuniversitario.

 

No se trata de que el libro sea una amenaza ni, mucho menos, algo prohibido. Lo que alerta es el público liceísta que está atrapado entre sus líneas y que sus padres, profesores, adultos que les rodean permitan que se adentren a ese mundo por desconocimiento o ingenuidad de lo que pueda significar esa historia en las manos de sus adolescentes. Agregando el hecho de que las librerías los vendan sin ningún problema. Deberían estar clasificados como las películas o los programas de televisión.

 

El asunto, además, es que estos no son los únicos libros “eróticos” que están disponibles en las librerías del país a disposición de estas mentes curiosas y sedientas de más. Sin contar con el hecho de que ahora está disponible el primer libro de la trilogía en las grandes pantallas de todos los cines a nivel nacional.

 

No pretendo pasar por ingenua, es bien sabido que la exposición a todo lo señalado en las líneas anteriores la tienen en las letras de las canciones de reggaetón que bailan a diario, en los sketches de programas de “humor” que ven en la televisión venezolana. La sexualidad se ha venido explotando desde hace varios años con la industria del pop, la forma de vestir de los cantantes de moda, las letras bastante sugestivas, los videoclips, las películas, las series, la publicidad y tantas cosas más que escapan de este pequeño conteo. Aún así, hay motivos para alarmarse: hay una leña más para el fuego.

 

Yo sigo prefiriendo que lean libros de autoayuda, que se lean “Los 7 hábitos de los adolescentes altamente efectivos” a que lean este tipo de libros eróticos. Lo deseable siempre será, dirían críticos más duros, que lean sobre historia, tecnología, biología o literatura clásica. Novelas de García Márquez, libros de Savater. Pero yo, sin dudas, no tendría problemas con que le empezaran a guiñar el ojo al hábito de la lectura con estos criticados libros de autoayuda y liderazgo. Con las “cotufas” de las que hablaba mi recordado profesor de Castellano I, Johan López.

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